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Batto, el utilero del Buducnost, mira con admiración a Bojan Dubljevic después de fundirse con él en un emotivo abrazo en la sala Moraca. j . bermejo

El niño de Niksic regresa a casa como un héroe nacional

Dubljevic jugará por primera vez como visitante en la sala Moraca y el taronja recuerda el momento en el que recibió la llamada para fichar por el Valencia Basket en el verano de 2012: «Me emocioné»

Juan Carlos Villena

ENVIADO ESPECIAL PODGORICA

Martes, 26 de octubre 2021

La sala Moraca de Podgorica es el templo del deporte en Montenegro. Por ahí han pasado sus leyendas del baloncesto, el balonmano ... y el waterpolo, en la piscina anexa con gradas que es el cuartel general de otro de los bastiones deportivos del país. Bojan Dubljevic nunca ha jugado de visitante en Moraca, siempre ha vestido allí la camiseta del Buducnost o de la selección de Montenegro. Hoy (19 horas, DAZN) será el primer día, ya recuperado de su lesión junto a Prepelic. Ayer fue la primera vez que pisó las tablas del recinto levantado en 1978 con la equipación de un equipo extranjero, recién cumplidos los 30 años. Lo primero que hizo, nada más salir del vestuario, fue levantar más de medio metro tras un abrazo interminable a Batto, el utilero del equipo de Podgorica. «Es el Paco del Buducnost y siempre me llevo bien con los utileros. Se puede decir que la última vez que le abracé siendo jugador del Buducnost era como un niño y ahora soy un hombre», reconoce unos minutos después a LAS PROVINCIAS. Aunque se había preparado mentalmente para ese momento desde que salió el calendario de la presente temporada, su rostro no esconde estar algo sobrepasado por los acontecimientos desde que el Valencia Basket aterrizó ayer en Montenegro, donde el ahora capitán taronja fue el foco de atención de todas las cámaras.

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«La primera vez que viajé desde Niksic una vez que fiché por el Buducnost tenía 16 años y recuerdo que tenía mucho miedo», rememora «porque era un paso muy importante dejar de vivir con mis padres a hacerlo en Podgorica solo. Me centré en entrenar y en jugar al baloncesto». El secreto para superar esa morriña era muy sencillo, estaba a 55 kilómetros de distancia de la capital: «Para mí Niksic es lo mejor. Siempre que tenía el día libre me iba para allí. Les contaba a mi familia y amigos detalles de lo que era jugar en el Buducnost porque es el club más grande en Montenegro y jugar aquí fue un orgullo. Estoy contento de mi carrera por haber jugado en dos equipos que significan mucho para mí».

Dubljevic fue el más destacado del Buducnost en el último precedente entre ambos equipos en la sala Moraca. Fue el 20 de marzo de 2012, con victoria local por 75-71 en la ida de los cuartos de final de la Eurocup, con 15 puntos, 8 rebotes y 25 de valoración del pívot. «Todo Montenegro habló de ese partido. Recuerdo que en la previa se repetía que venía un gran club, que luchaba por el título de la Eurocup, y que estaba el pabellón lleno. No lo digo porque a día de hoy Valencia sea mi casa. En aquel momento ni podía imaginar que iba a fichar por ellos, sólo disfrutaba del baloncesto, no me planteaba mucho más entonces», desvela.

Unos meses después llegó la llamada del Valencia Basket. Dubljevic no se lo piensa al recordar ese momento: «Me emocioné». Tenía 20 años. «El día que recibimos la noticia mis padres tenían mucho miedo porque no es fácil dejar al niño que se va de Montenegro a vivir a España sin saber ni siquiera inglés. El primer viaje a España lo hice con mi padre y los dos alucinamos. Decíamos que Valencia era una ciudad más grande que todo Montenegro». Dragoe, el padre de Bojan, dejó en aquel verano de 2012 a su hijo en Valencia. Hoy, en Moraca, aquel niño regresa siendo un héroe nacional y una leyenda taronja. El valenciano de Montenegro vuelve a su otra casa.

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