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Rafa Martínez y Van Rossom levantan el trofeo de campeón de la ACB en la Fonteta. Jesús Signes
La noche en la que la Fonteta se convirtió en inmortal

La noche en la que la Fonteta se convirtió en inmortal

Tercer aniversario de la Liga Endesa de 2017 del Valencia Basket. Nadie pudo contener la euforia con el título liguero, que inundó la pista con cientos de aficionados, regalando una postal histórica e irrepetible

Martes, 16 de junio 2020, 22:43

Cuando Joan Sastre hundió la canasta del Real Madrid, con un mate, a once segundos para acabar el cuarto partido de la final de la ACB de 2017 la Fonteta explotó como si fuera un volcán. Ese movimiento de tierras provocó que muchos aterrizaran después de los saltos en el asiento a pocos centímetros del parquet y que, con el bocinazo final, esa locura se convirtiera en un torrente, en una catarsis, que inundó en pocos segundos la madera de la Fonteta. Una postal única, histórica e irrepetible la de aquel 16 de junio de 2017 que regaló a la ACB un momento icónico para su hemeroteca. El directo no vivió la invasión de pista con la calma, el pause, que otorga volver la vista atrás. Los responsables de la Liga Endesa vivieron con algo de pánico aquel momento donde el protocolo, una palabra que ahora la tenemos tatuada, saltó por los aires. Ese caos televisado, con los jugadores abrazándose con cada seguidor que se cruzaba por el camino, acabó mutando en una de las mejores celebraciones que se hayan visto en España en un pabellón para celebrar un título. Aquella marea era un caramelo para cualquier realizador y se sacó partido.

La locura permitió almacenar en la retina cientos de imágenes para el recuerdo. La de Bojan Dubljevic desatado en el micrófono de Movistar con aquel grito «¡Bojan es loco pero la Liga es nuestra!» fue un de ellas. Pause. Como en 'The Last Dance' con Jordan. Hay que viajar nueve meses en el tiempo para entender aquella reacción del MVP de la barba. En la presentación de la ACB, el genio de Niksic declaró lo siguiente a LAS PROVINCIAS: «Quiero ganar la Liga ACB esta temporada». Aquel órdago, como representante de un equipo que llevaba desde 2003 sin asomarse al balcón de una final liguera, sonó para mucha gente a meme. Le llamaron loco. Sí, loco pero campeón de Liga. Un zasca, que dirían los millenials.

Mientras Dubljevic reventaba los altavoces de la televisión de miles de hogares en España, Rafa Martínez y San Emeterio se fundieron en un abrazo eterno. Fue una de las imágenes icónicas de la celebración. Como aquella de Luengo y Rodilla en 2003. Dos amigos que tres años después se han estrenado como Youtubers. La leyenda de Sampedor soñó con ganar una Liga de taronja desde que llegó a Valencia. Veía que se la pasaba el tiempo... pero llegó. Por eso buscó el hombro del santo que obró el milagro de ganar dos ligas con dos equipos diferentes sin que ninguno de ellos fuera Real Madrid y Barça.

Fue la noche de los abrazos. El de Juan Roig con Jaume Ortí o el de Alfonso Castilla con Martín Labarta. Ortí y Labarta han mutado tres años después en dos estrellas en el cielo. De esas que brillan mucho. También fue la noche de las lágrimas. Cuentan las personas que vivieron la celebración con la distancia de no ser seguidor del Valencia Basket y de poder comparar con decenas de finales de la ACB que jamás habían visto a tanta gente llorar desde su asiento en el momento de la levantada del trofeo. Para entonces ya se había logrado despejar la zona del podium y miles de personas acompañaron desde su asiento –de pie, como mandan los cánones de los conciertos de rock en salas de butacas– a lágrima viva. Treinta años de espera dan para mucho, para abrazar a los que están y emocionarse por los que no. El propio Martín Labarta recordó aquella noche a los que ya no estaban (Leo Belloch, el doctor Jorge Mora, Juanma Pérez...). Lo mejor que me ha dado la vida, que escribiría años después Pau Donés. Todos son estrellas.

Esa noche sonrió hasta Will Thomas. El de Baltimore se asió a una bandera del Valencia Basket y no la soltó hasta que tuvo que meter en la ducha a los miembros del cuerpo técnico y al utillero Paco Plaza. Diot no soltó una de las redes de la canasta de su cuello ni por esas. El cumpleañero Guillem Vives, que 24 años antes había tenido un spoiler de que el 16 de junio era sinónimo de felicidad, tuvo que esperar a que Oriola rescatara el trofeo de campeón... de la Avenida Hermanos Maristas para poderse hacer una foto de grupo. Una noche inmortal.

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