Exteriores del Stark Arena de Belgrado. Se cumplen las doce de la noche de la madrugada del viernes al sábado. Ya es 13 de abril. ... Zeljko Obradovic abandona las instalaciones del pabellón tras el último partido de la Euroliga. El 13 de abril de 1999, el Pamesa y la Benetton de Obradovic se enfrentaron en la final de la Copa Saporta en Zaragoza. Fue la primera final europea de los valencianos en su historia. El mítico entrenador serbio recibe la información de la efeméride por parte de LAS PROVINCIAS. No puede evitar que sus ojos brillen de emoción. En recuerdo de una leyenda: «¿Han pasado 25 años ya? Qué recuerdo tan bonito con mi gran amigo Miki Vukovic. Le mando un abrazo enorme a su familia». Y se marcha a casa con una sonrisa, al recordar imágenes que no pensaba que esa noche calurosa en Belgrado iban a volver.
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A unos cientos de metros de la escena, la expedición del Valencia Basket descansa en el corazón de la capital serbia. En el hotel, cosas del destino, coinciden cuatro componentes de aquel Pamesa; Víctor Luengo, Berni Álvarez, José Luis Maluenda y el delegado Alfonso Castilla. Las casualidades de la vida, puesto que el viaje de los veteranos a Belgrado ha coincidido con estas bodas de plata muy especiales. Además, para jugar contra un equipo de Obradovic. Esta vez, lamentablemente, sin el maestro Miki Vukovic, Martín Labarta y Jorge Mora.
«Por un lado estás orgulloso de haber podido vivir ese momento histórico y ser pionero en algo pero por otra te hace sentir mayor. Parece que lo tienes más reciente cuando lo piensas pero ha pasado un cuarto de siglo», bromea Berni Álvarez, que tiene muy presente el hito histórico que supuso aquel logro: «Pocas veces ha pasado en el mundo del deporte que un equipo que debuta en competiciones europeas llegue esa primera temporada a la final. Junto al título de la Copa del Rey del año anterior ese ciclo puso en aquel momento al Pamesa Valencia en un nivel superior del que nunca ha bajado».
«El mayor recuerdo es la barbaridad de gente que fue desde Valencia. Cuando llegamos con el autobús al Príncipe Felipe había miles de personas en el recibimiento, con una ilusión tremenda», rememora el mítico tirador de aquel equipo «porque cuando el partido se puso complicado nos animaron y nos levantaron hasta casi rozar el título. Eso y el cariño de la gente tras perder, porque es un momento donde todos estábamos jodidos pero es cuando más necesitas que te expresen que están orgullosos por tu esfuerzo pese a haber perdido. Eso te hace sentir muy bien». Berni tiene un recuerdo emocionado para el arquitecto de aquel sueño de la Saporta, y de la Copa del Rey que vino un año antes: «Miki Vukovic nos hizo creer toda la temporada que podíamos ganar a cualquiera y así fuimos pasando eliminatorias, en cuartos de final contra el Joventut y en semifinales con el Aris jugando la vuelta en Salónica. En cada fase del torneo nos iba convenciendo de que podíamos, nos fuimos convenciendo y creíamos que podíamos ganar a la Benetton. Sabíamos que estaban Obradovic, Nicola, Rebraca, Pittis y toda aquella gente pero estábamos convencidos de que podíamos ganar. Nos costó demasiado caro el peaje del principio».
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El capitán de aquel Pamesa era Víctor Luengo. «El tiempo no es que pase rápido, es que vuela. Es un recuerdo muy bonito porque más allá de que fuera la primera final europea de la historia del club, llevar a casi 9.000 personas a Zaragoza fue espectacular», sentencia antes de abrir el foco a toda aquella etapa que comenzó el año de la Liga EBA: «En esos años se vivía un sentimiento en la ciudad muy bonito con el baloncesto. Nunca perder fue tan bonito porque el mejor recuerdo que tengo es el cariño que nos dieron para levantarnos el ánimo tras no poder conseguir el título. Ese sentimiento de orgullo que vivimos este viernes en Belgrado, donde la afición del Partizan quiso despedir la Euroliga animando al equipo pese a estar eliminado. Ese sentimiento es el que creo que se tenía en aquella final de 199. Era algo que se había buscado desde unos años antes y nunca se había conseguido, el poder jugar en Europa y poder demostrar que Valencia podía estar. La primera vez que fuimos llegamos a la final jugando grandísimos partidos y plantando cara a una Benetton que entonces era un equipo tremendo».
Aquella cita fue muy especial para José Luis Maluenda, natural de Calatayud: «La final fue en mi tierra, en Zaragoza, y poder vivir una final así con los miles de aficionados del Pamesa que vinieron y con muchos amigos y familiares que vinieron desde Calatayud. Hace 25 años, el Príncipe Felipe era uno de los pabellones más grandes que teníamos en España y posiblemente en Europa. Verlo lleno de aficionados de Valencia fue algo único. Éramos en ese momento un recién llegado a la Copa Saporta y nos plantamos en la final». El aragonés recuerda con un punto de amargura, eso nunca se termina, que aquel partido se pudo haber remontado tras un mal inicio, pero tiene claro que esa final supuso un cambio de mentalidad para el club: «Recordar tantos años después a la gente que ya no está con nosotros hace que todo sea mucho más emotivo y también todos le hemos dado muchas veces vueltas a la cabeza a ese robo de balón de Nicola a Hopkins cuando nos podíamos haber puesto por delante en la recta final del partido. Podría haber cambiado la historia. Aquella generación pusimos una semilla, primero ganando la Copa del 98 y luego perdiendo el miedo a jugar en Europa y a llegar a finales». Honrar al pasado para entender el presente. La memoria histórica, también en el deporte, es una llama que nunca puede apagarse.
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