Leles Muñoz, Esther Díaz, Begoña Pallardó, Virginia Sáez, Rebeca Cotano e Irene Garí, en el parquet de L'Alqueria. j. bermejo

Los seis latidos de la cantera

Las jugadoras nacionales del Valencia Basket cierran la herida que dejó el Ros Casares

JUAN CARLOS VILLENA

VALENCIA.

Jueves, 3 de mayo 2018, 00:37

«Hace un año jugábamos en La Malvarrosa con 100 espectadores y ahora con 6.200 en la Fonteta». La reflexión es de Leles Muñoz, la capitana del Valencia Basket. Su historia, como la de sus cinco compañeras que pasaron en un momento u otro por la cantera del Ros Casares, es la de la redención. Cuando el histórico club, que heredó la gloria de Godella, cerró sus puertas en 2012 dejó a cientos de jugadoras de cantera sin un referente. El tesón de personas como Manolo Real permitió que esa llama no se apagara, hasta el rescate de Juan Roig en 2014. El primer partido del nuevo Valencia Basket se disputó el 11 de octubre de ese año. Tan sólo hicieron falta 1.296 días para que el equipo subiera a la Liga Femenina, con cinco jugadoras del ascenso de Grapa en Castellón de 2016 a la Liga 2 y el regreso de Irene Garí, que también tuvo dejar Godella al no encontrar su sitio. Un sueño que suena a la verdad del corazón de la cantera, al basket en estado puro.

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Cuando el Popular Basquet Godella desafió a la marcha del Dorna, en el verano de 1996, Begoña Pallardó era una niña. Su padre, Andrés Pallardó, fue uno de los directivos que batalló desde la entrada de Ros Casares al proyecto. La valenciana, autora de la canasta que dio el ascenso a la Liga 2 frente al Canoe, recuerda el momento en el que se enteró de la desaparición del club: «Estaba jugando en Burgos y me dio mucha pena la noticia porque llevaba desde prebenjamines en el Ros Casares. Para las seis jugadoras nacionales del equipo, que pasamos por la cantera, ha sido muy especial ayudar a recuperar esa plaza en la Liga Femenina para Valencia». Pallardó no puede esconder la sonrisa recordando todo lo vivido el domingo en la Fonteta, «porque nunca había jugado un partido con ese ambiente No lo olvidaré nunca».

«El día que ascendimos a la Liga 2 en Castellón no me podía imaginar un final así», reconoce en L'Alqueria la capitana. Las lágrimas de Leles Muñoz, con una de las redes al cuello, simbolizaron la importancia de la gesta de la Fonteta. «Hemos visto la luz y lo más importante es que las niñas vuelven a tener ahora un referente. El club ha trabajado de forma muy seria para hacer posible que el baloncesto, sea femenino o masculino, tenga un respaldo en esta ciudad», sentencia una aragonesa que es una valenciana más. En 2011 salió del Ros Casares, con destino al Claret, y siete años después cerró su particular círculo. Como Esther Díaz. La base de Burjassot llegó a Godella tras enamorarse del baloncesto jugando en Juan XXIII y el EPLA. «Es un orgullo haber conseguido el ascenso y devolver a Valencia la plaza en la Liga Femenina. Es muy bonito porque lo hemos logrado manteniendo un grupo importante de valencianas», destaca, con esa responsabilidad que da ser ahora ese referente que para ella eran las jugadoras del Ros: «Eran para nosotras estrellas que jugaban la Euroliga. Tener ahora la oportunidad de ver esa cara de ilusión en nuestras niñas es algo muy emocionante».

Virginia Sáez y Rebeca Cotano vivieron la desaparición del Ros Casares en primera persona, como integrantes del equipo júnior que ayudaban al conjunto que acabó ganando la Copa de Europa. «Estamos en un estado de máxima felicidad», resume Cotano, que no olvida toda la travesía por el desierto: «Volví un año después de la desaparición porque nos propusieron el proyecto de Godella y que cinco años después ese sueño que teníamos se haya cumplido es impresionante. Que el equipo que haya cogido ese testigo sea el Valencia Basket es un orgullo». Los últimos segundos del partido ante el Celta fueron de infarto en el banquillo de Rubén Burgos. «No queríamos ni mirar después de los tiros libres de Pocek. Cuando sonó la bocina saltamos a la pista y nos abrazamos. Me acuerdo que busqué rápidamente a Leles, Bego, Esther y Virginia, con lágrimas en los ojos, porque han sido muchos años con ellas y vivir eso fue muy especial», evoca sobre las que conocidas como 'las cinco de Grapa'.

Una de ellas, Virginia Sáez, fue compañera de fatigas de Cotano en aquel año previo a la desaparición del Ros: «Cuando me subían con Rebeca para viajar a algún partido de la Euroliga era un sueño, aunque fuera para pasarles el agua. Cuando me enteré de la noticia fue una patada porque estaba en el club desde los nueve años. Volver a abrir esa puerta ha sido algo maravilloso». El ascenso del domingo supuso suturar esa herida, «y más con 6.000 personas llevando en volandas a un equipo de baloncesto femenino, te ponía los pelos de punta. Se ha conseguido el objetivo gracias al empuje de Juan Roig, en un proyecto que empezamos un grupo de amigas».

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Al quinteto se unió Irene Garí, que no dudó en bajar de categoría para acudir a la llamada del Valencia Basket. La de Oliva también pasó por la cantera de Godella y tiene claro que lo del domingo es algo más que un ascenso: «Lo más importante que hemos conseguido es que ese referente vuelve a estar visible para L'Alqueria». Seis historias de cantera para seis años de espera.

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