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Víctor Luengo Císcar y José Ignacio Rodilla Gil caminan por el parquet de la Fonteta con el trofeo de la Copa ULEB en la mano. Se plantan cerca del círculo central, juntan sus cabezas y gritan de rabia. Con la misma pasión y algunas canas más. 20 años después. El 24 de abril de 2003 el Pamesa Valencia tocó el cielo europeo por primera vez en su historia. Tras las heridas de 1999 y 2002, las dos finales perdidas frente a la Benetton y el Siena, los valencianos se sacaron la espina ante el Novo Mesto. La final, a dos partidos, la encarriló el Pamesa en tierras eslovenas para saber controlar en la vuelta y acabar ganando 78-76, en una noche de baloncesto que siempre será recordada por el espectacular ambiente de la Fonteta. Fue la primera velada grande en el recinto de Hermanos Maristas, con el histórico tifo de la senyera cubriendo todos los asientos antes de comenzar el partido, y las gradas totalmente llenas y celebrando cada canasta como si fuera la última.
Los dos protagonistas de la icónica foto de ese título se siguen emocionando, dos décadas después, al rememorar aquel momento. «Recuerdo que en ese gesto de rabia los dos quisimos liberar todo lo que llevábamos dentro después de tantos años jugando juntos. Como valencianos del equipo teníamos esa presión de las dos finales europeas perdidas y fue una liberación. ¡Ya la tenemos!, gritamos», recuerda Luengo. Rodilla, asiente, y completa con lo que significó aquella gesta: »El título fue la consagración del Valencia Basket como uno de los grandes de Europa. Hasta ese momento lo rozamos y ahí fue cuando dimos el salto. La imagen que tengo en la cabeza es la de la Fonteta llena hasta con gente en las escaleras. De la celebración, lo que más me marcó además de darme en la cabeza con Víctor fue la vuelta a la pista, con la senyera, y celebrándolo con todo el pabellón. Ese sentimiento me llegó muy al fondo«.
«Algo que poca gente sabe es que no teníamos nada preparado para la celebración. Fuimos un poco a la aventura, se llamó a El Rebeco que era un sitio donde quedábamos mucho y allí aparecimos. Fue maravilloso porque fue espontáneo. Se me ponen los pelos de punta aún de recordarlo», sentencia el eterno capitán, que también recuerda que el camino para conseguir el título no fue, ni mucho menos, sencillo: «Levantar la copa fue el premio a un equipo que había despertado muchas expectativas por la plantilla que se formó. En las eliminatorias previas, en Zadar o contra el Estudiantes, aprendimos a sufrir y conseguir el título ante una Fonteta llena fue inolvidable. Sabíamos que nos jugábamos, además, un billete para jugar la Euroliga, que era un objetivo que ansiaba el club desde siempre».
Aquella también fue la final de Paco Olmos. El joven técnico valenciano, a sus 32 años, aceptó un reto muy complicado, como era llevar a la gloria a la mejor plantilla de la historia del Pamesa. Con ese equipo no valía otra cosa que no fuera levantar el título de la ULEB Cup. «A nivel personal fue el día más importante de mi carrera porque, siendo valenciano, jugar una final europea en una Fonteta donde no cabía un alma, con mis padres, hermanos y amigos en la grada... y a una edad, como entrenador, joven es eso de que no se puede pedir más. Tengo mucha memoria fotográfica de lo que ocurrió. La felicidad fue por toda la ciudad y la estructura del Pamesa. Supuso un paso adelante, definitivo, en el proyecto y la historia del Valencia Basket porque también llegamos a la primera final de la ACB y a la Euroliga. A partir de ahí el club se consolidó como uno de los grandes de España y Europa», evoca el técnico.
Olmos, en la actualidad sin equipo y residiendo en Puerto Rico, incide en la mentalidad ganadora que tenía aquella plantilla: «De la celebración recuerdo que soltamos toda la adrenalina, en la cancha, el vestuario y en la cena. Como entrenador lo que me quedó marcado es que el equipo quería más después de aquel título. Recuerdo las palabras de Tomasevic, diciendo que la temporada no había acabado con esa copa y el empuje de Luengo y Rodilla». Tomasevic, el MVP de las finales, tiene una de esas anécdotas que explican que aquel deporte era de otra época. Nada encorsetado por las redes sociales y el control de cada detalle. El serbio recogió el trofeo de mejor jugador con la camiseta del Novo Mesto puesta del revés, se la había cambiado con un rival y al menos quiso que no se viera la parte delantera, y acto seguido se saltó todo el protocolo para subir a grandes zancadas al palco, fundirse en un beso con su mujer y regalarle el trofeo. Genio y figura.
Si algo se recuerda de la celebración en la Fonteta es la imagen de Kammerichs subido a una de las canastas y saltando encima del aro, con gesto enloquecido, mientras agitaba la red. Dos décadas después, 'Yakaré' reside en su Goya natal, es comercial y productor forestal, presume de su familia (de su mujer Bárbara y sus tres hijos, Nora, Pablo y Justo) y tiene presente el icónico momento como si fuera ayer: «Aún tengo alguna foto en mi pequeño museo, festejando arriba del aro con toda la gente. Por suerte, estaba el gran Kike Almela pendiente de todo y no corrí riesgo de que la canasta se cayera. Tengo hermosos recuerdos de haber participado con ese grupo de jugadores que hacía un basket exquisito».
El argentino, que en la actualidad tiene 42 años, está desvinculado del mundo del baloncesto pero retiene los recuerdos del equipo que marcó su carrera en España: «Fue algo fabuloso y un título merecido para el Pamesa porque el club hizo un esfuerzo importante ese año. Viendo la proyección veinte años después, el Valencia Basket sigue entre los grandes de la ACB. Tengo hermosos recuerdos de lo que fue ese torneo, dificilísimo, y de haber participado con ese grupo de jugadores que hacía un basket exquisito. El torneo nos dejó también la enseñanza de que en el deporte todo puede pasar. Si en la vuelta de la semifinal Azofra hubiera metido el último triple no hubiéramos llegado a la final. También sufrimos mucho en la vuelta en Croacia, donde se ponen por delante en la eliminatoria. A los manotazos, guapeando como decimos en Argentina, lo sacamos adelante. Jugando yo de cuatro y Fabri de cinco, ya no me acuerdo por qué. Seguramente porque Hopkins o Tomasevic se habían cargado de faltas y me tocó ir allá abajo. Por todo eso, aquel título fue muy emotivo».
Tomasevic, MVP de las finales, Paraíso, Robles, Montecchia (que en la actualidad tiene una empresa de drones), Hopkins, Abbio, Cardinal, Asier García y Oberto completaban aquel equipo. El de Las Varillas, se emociona al evocar su recuerdo: «Cuando llegué al Pamesa, una de las cosas que quería era conseguir títulos y ese trofeo fue el premio a la manera que trabajábamos y también a cómo jugábamos, creo que ese año lo hicimos muy bien. Recuerdo la final entera porque en la ida sacamos una diferencia y manejamos la vuelta. Lo que te queda cuando dejas el baloncesto son los recuerdos de equipo y ese festejo, con los compañeros, el cuerpo técnico y la gente del club es algo que tienes ahí. Aquel Pamesa era un equipo que jugaba diferente y por eso fue especial. Ojalá nos juntemos todos en Valencia para el 25 aniversario porque estaría buenísimo tener ese reencuentro. En ocasiones no le damos la importancia que tiene volver a encontrarse. Hace unos años volví a Valencia, a la Fonteta, y tuve la sensación de visitar a la familia. Lo más importante es sentir que esas personas siguen siendo mis amigos».
Oberto es uno de los jugadores de aquel Pamesa que más ha exprimido el baloncesto desde entonces. Tras conseguir el anillo de la NBA en 2007 con los Spurs de San Antonio, labró una excelente amistad con Tim Duncan. Junto al mítico jugador de las Islas Vírgenes, todo un Hall of Fame, realizó rutas en moto atravesando Argentina o Chile. En la actualidad, Fabri vive en San Antonio, es comentarista televisivo de la NBA y ha invertido en los E-Sports con un equipo propio. «Han pasado veinte años pero si cierro los ojos en mi cabeza salen las imágenes nítidas del festejo, tanto en la Fonteta como en la ciudad. Ver el pabellón lleno disfrutando con nosotros es algo para recordar siempre», sentencia. Un equipo de leyenda, con los recordados y queridos por toda la familia taronja Jorge Mora, el doctor de aquel equipo y fallecido en 2009, Lluis Muñoz, el director general fallecido en 2018, Martín Labarta como delegado de campo, fallecido en 2020, o Miguel Maeso, el preparador físico de un título que permitió al club hacerse mayor. Ellos también ayudaron a aquel Pamesa a dar el salto. Conviene no olvidar la historia.
Una de las historias más bonitas de aquel título la tiene Paco Guillem. El que era en ese momento técnico asistente de Paco Olmos cerró un círculo que comenzó como jugador del Pamesa que ascendió, en la década de los 80, de Segunda a Primera B. «Una de las cosas que me marcó fue acordarme en ese momento de los que fueron mis compañeros como jugador del Pamesa, en Toni Ferrer, Leo Belloch, Paco Pallardó... Todos habíamos vivido una anécdota con los hermanos Roig más de dos décadas antes. En el primer año en Primera B, cuando el club lo llevaba Fernando Roig, en una cena de Navidad vinieron los dos (él y Juan) y empezaron a hablar del proyecto del Pamesa y que más pronto o tarde llegaría un título europeo. Me pasé unos días recordando aquella cena y cómo nos mirábamos todos, que veníamos de ascender del pozo de Segunda», rememora.
El técnico valenciano, que en la actualidad da clases en la Federación para los entrenadores que se están sacando el título y es administrativo en una empresa, vivió de una forma particular el festejo en la pista. Uno de esos recuerdos para no olvidar en la vida: «Cogí a mi hijo en brazo, que tenía dos años, y en la vuelta de honor en la pista no escuchaba nada porque le estaba contando la historia del equipo, con todas las dificultades y viendo a un montón de gente, lo que habían sido esas personas en la historia del Pamesa. De la celebración, tengo en la cabeza grabada una conversación con Miki Vukovic en la puerta de El Rebeco y otra con Don Martín Labarta (se emociona al recordarlo). También, encontrarme con toda la gente del baloncesto valenciano como Pipo Arnau, que estaba exultante de alegría».
Aquella temporada, la 2002-2003, casi se remató haciendo historia con un doblete, pero el Pamesa no pudo hacer nada contra otro equipo histórico, el Barça que ganó la Euroliga con Jasikevicius, Navarro, Fucka, Bodiroga... y poco después se llevó la ACB por un rotundo 3-0 ante un Pamesa que pagó, por partes iguales, la lesión de Oberto y un arbitraje de esos que no se olvidan, por malo y determinante, en el primer partido de la final en el Palau. Por cierto, la celebración de la ULEB Cup terminó en la discoteca La Indiana, regentada por el añorado Jaume Ortí. Otros tiempos, otra vida. Aquella ULEB Cup puso el broche de oro a la generación que comenzó en la Liga EBA y se doctoró con el título de la Copa del Rey en 1998.
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