La condena de los finales ajustados

Los finales igualados de partido son un dolor de cabeza para el Valencia Basket esta temporada. Ayer, en Santiago, esa estadística negra volvió a sumar en el contador. Hay un dato que lo explica todo. Los taronja acumulan 9 derrotas en 19 partidos de la ACB pero un average general es de +136. El tercero mejor de la Liga, sólo por detrás del Real Madrid y el Barça. Es decir, pierde los partidos de pocos puntos... pero pierde demasiados partidos por pocos puntos. Una espiral que asume el propio Ponsarnau como el gran debe a corregir pero que, de nuevo, le dejó un regusto amargo a su equipo. En Santiago dolió puesto que los valencianos encaraban el último cuarto con claras opciones de victoria liderados por un San Emeterio sideral.

Cuando Ndour puso el 61-70 el cántabro había abandonado la pista junto a Vives y Van Rossom. Tres claves de la remontada. Abalde, Marinkovic y Colom no funcionaron. Cuando el técnico quiso reaccionar el conjunto gallego ya estaba a dos (70-72). Partido nuevo. Regresó la unidad que mejor nivel dio en pista, menos Vives que había sido un puñal como escolta de circunstancias y una sombra para Magee (aunque jugó mermado con fiebre) y una canasta de Dubljevic (75-79) y dos tiros libres de San Emeterio (79-81) fueron las últimas ventajas visitantes.

El Valencia Basket no supo gestionar los últimos segundos. Como en Belgrado, Manresa, Milán o Madrid. Dos triples fallados por Van Rossom y dos tiros libres dejados por el camino dieron vida al Obradoiro (84-83) a seis segundos para el final. Una antideportiva, clara, de Marinkovic fue la puntilla a la derrota.