La derrota del Valencia Basket contra el Breogán (77-80), o más bien la imagen durante todo el partido que dieron los taronja sobre el parquet de la Fonteta, fue la gota que colmó un vaso que hace ya muchas semanas que rebosa. Mumbrú explotó tras el partido, en la rueda de prensa, por la apatía general de sus jugadores, que parecieron no entender lo importante que era el partido. No sólo por la clasificación para el playoff, asegurada toda la segunda parte por la abultada victoria del Barça contra el Murcia, sino porque era la oportunidad de llegar a las eliminatorias por el título con hambre... y no con la sensación de un proyecto quemado. Que es la que se dio. Mucho antes de que el entrenador se mostrara muy crítico, el mecenas Juan Roig lo gesticuló durante todo el partido. No quiso esconderlo, no tiene por qué hacerlo. Fue tan evidente que formará parte, seguro, de lo que tenga que venir las próximas semanas.
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La rajada de Mumbrú tras el partido, que llegó después de encerrarse en el vestuario con su plantilla, no llegó al nivel de Spahija en San Sebastián que en diciembre de 2008 soltó un «nuestras estrellas piensan que vienen a Valencia para coger dinero» que aún retumba en la Fonteta, pero sí que apuntó a la falta de deseo de sus jugadores: «En el segundo cuarto nos han cogido once rebotes de ataque con más deseo que nosotros. Entiendo que la gente se vaya enfadada, molesta y nos silbe. Sólo faltaría que la gente no nos exija. No hemos estado a la altura. El rebote es algo de deseo, entiendo que la gente se haya ido crispada y que nos exija más. Yo he sido jugador, si las cosas no te salen, luchas y te tiras al suelo a por la pelota cuando está suelta. Chocas y haces faltas. Estoy cabreado. Cuando luchas, te pegas y vas al rebote y no cada vez que tiran te pillan el rebote. Estoy caliente porque somos exigentes. Estas cosas no me gustan nada. No puedo engañar».
Esa falta de intensidad, con desconexiones letales durante los partidos, llevaron a las derrotas en Badalona, Murcia, Zaragoza o Manresa. Tras perder en la pista del Joventut, Mumbrú ya dejó claro que estaba «decepcionado» con algún jugador, cuando fue preguntado por este periódico sobre las desconexiones en pista. Es más, el club ya mandó un mensaje al vestuario en el primer tramo de la temporada tras una racha de derrotas donde, como contra el Unicaja, se dejó una muy mala imagen. Así lo dejó claro Enric Carbonell, director general del Valencia Basket, en una entrevista a LAS PROVINCIAS el pasado 29 de noviembre: «En el partido contra el Unicaja vimos actitudes que no nos gustaron. Ahí es donde tenemos que ser muy exigentes y autocríticos para revertir la situación. No es un tema de resultados sino de actitud. Si hay alguien que no cumple en el día a día, en su compromiso y en su actitud el club no tendrá ningún problema en aplicar medidas».
El 11 de marzo, Mumbrú tomó una decisión deportiva sin precedentes en la historia del club. El descarte de Prepelic para viajar a Girona supuso la primera vez que un entrenador taronja dejó fuera, para un partido, a un jugador con ficha profesional (sin que tenga ningún problema físico, personal, disciplinario o porque exista una obligación de descartar por exceso de fichas o por tema de pasaportes) para dar entrada a un canterano. Con cuatro bajas por lesión (Van Rossom, Millán Jiménez, Alexander y Pradilla) se quedó fuera el esloveno para dar entrada a Sergio De Larrea. Aquel partido fue un domingo por la mañana. El pucelano tuvo que viajar de L'Hospitalet a Girona, tras jugar el sábado una partido de LEB Plata con el vinculado de L'Horta Godella. Lo hizo, además, en el coche del director general del club, Enric Carbonell. Llegó a la concentración taronja para cenar en el hotel, a poco más de trece horas de comenzar el partido. No jugó un segundo en Fontajau. Ese episodio, el de apartar un partido a un jugador (se venda como se venda) nunca ha sido explicado de forma completa por nadie del club. Fue decisión técnica, sí. Del técnico Álex Mumbrú.
Lo grande del baloncesto es que cuando comienza un playoff todo arranca de cero. El Valencia Basket se cita con el Barça en los cuartos de final el lunes 28 de mayo en el Palau y el viernes 2 de junio en la Fonteta. Si es necesario un tercer partido, se jugará el domingo 4 de junio en Barcelona. Para tener alguna opción, el vestuario taronja sabe que tiene que cambiar de forma radical la actitud.
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Le explosión de Mumbrú tras la derrota frente al Breogán debe servir, también, para acelerar la confección del proyecto de la temporada 23-24. El director deportivo, Chechu Mulero, declaró en LAS PROVINCIAS el pasado 29 de abril que la idea del club es que Álex Mumbrú (que tiene contrato hasta 2025) siga siendo el entrenador del Valencia Basket. Si es así, la entidad ya sabe que tendrá que abrir las ventanas. Si no lo hace, deberá cambiar de inquilino en el banquillo. Una vez más. La reflexión, tras una temporada con más derrotas que victorias, tiene que ser integral. Desde la dirección deportiva, donde Chechu Mulero está en el cargo desde que en 2014 sustituyó a Toni Muedra y que evidentemente también acumula desgaste a su figura, pasando por el entrenador (donde tendrá que casar mejor la visión conjunta de estilo de baloncesto que mantiene con el que es su jefe directo, que es el director deportivo) y hasta el último jugador de la plantilla, tenga o no contrato. El Valencia Baske tiene que hacer una resonancia completa a toda la plantilla, desde el que tiene contrato hasta el 30 de junio hasta el que lo tiene hasta el 30 de junio de 2026. Al vaso ya no le cabe más agua.
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