El Valencia Basket pagó el doble rasero de Euroliga en los conflictos

La Euroliga reabrió ayer, aunque no fue su intención, una vieja herida con el Valencia Basket. El Barça debía viajar a San Petersburgo y, como medida de presión, no se subió al avión con jugadores como Abrines declarando de forma pública su rechazo a jugar tras la escalada militar de Putin. Calcado al ambiente de marzo de 2004, cuando el Pamesa se negó a viajar a Israel tras el conflicto armado que estalló con Palestina tras el asesinato del líder de Hamás. La Euroliga mantuvo aquel partido, se negó a aplazarlo o buscar una solución alternativa, y la entidad de Juan Roig recibió una dura sanción económica además de perder por 20-0. No hubo piedad. La sensación que siempre quedó en la Fonteta es que el castigo fue más político, Tel Aviv era la sede de la Final Four de ese año, que deportivo. Tras el estallido bélico en Ucrania, la Euroliga demostró otra vara de medir un conflicto que afecta a la seguridad de sus partidos. La misma que pidió el Pamesa hace casi 18 años, la que los jugadores del Barça expresaron para no viajar a Rusia, y que nadie escuchó entonces.

La entidad que aún preside Jordi Bertomeu decidió suspender los partidos de los tres equipos rusos de la competición. El Unics y el CSKA jugaban fuera, ya se encontraban en Vitoria y Munich, pero el Barcelona debía viajar a Rusia con lo que la decisión fue un alivio para la entidad catalana. La Euroliga aseguró que seguirá con el calendario de competición programado «a menos que la integridad de todos los equipos participantes esté en riesgo». Ese riesgo no se contempló para el Pamesa en 2004. Es más, los taronja debían viajar al país donde estaba el conflicto armado. Ninguno de los partidos aplazados ayer se disputaba en Ucrania. Una doble vara de medir.