La última imagen de Sam Van Rossom como jugador del Valencia Basket no podía ser otra que con una sonrisa. Como la frase con la que puso punto y final a su trayectoria de taronja: «No llores porque se acabó, sonríe porque sucedió». Esa filosofía de vida es la que ha permitido al 'xiquet de Gante', como quiere que se le recuerde toda la vida, terminar su trayectoria en la Fonteta con una década de baloncesto y tres títulos. Con su historial de lesiones en la rodilla, cualquier otra persona se hubiera rendido mucho antes. «Le veías con un patinete por el anillo de arriba del pabellón haciendo ejercicios para recuperarse», recordó San Emeterio durante el emotivo acto de homenaje que le tributó la Fonteta, con casi un millar de amigos entre los que se encontraban aficionados, familiares, compañeros y trabajadores del club. Sam nunca hizo distinciones y por eso su leyenda será eterna. Una de las personas que más admira a 'chocolate belga' es Marcos Coll. Un aficionado que lleva a gala, cada día, la Cultura del Esfuerzo. Siempre con una sonrisa, como su amigo Van Rossom. Juntos, se fundieron en un abrazo eterno en el centro del pabellón. Fue de los pocos momentos donde el belga se rompió. El truco, lo desveló con una sonrisa, fue que lloró «todo lo que tenía dentro tras el último partido de la temporada».
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El jugador de Gante llegó una hora antes del acto a L'Alqueria y comenzó a sonreír viendo la colección de camisetas que hay en la recepción. Algunas de ellas con su dorsal 9, el que colgará en el techo del pabellón cuando se retire tal y como confirmó el club, y otras de compañeros con los que ha compartido vestuario. Desde allí, después de mirar de reojo alguna de las pistas que llevará su nombre, se reunió con sus últimos compañeros en el Valencia Basket. Algunos, como Guillem Ferrando, luciendo la camiseta taronja de Van Rossom.
Una persona tan especial como el belga no podía tener una despedida al uso. La suya comenzó con un chiste, grabado en una toma falsa del vídeo en el que anunció su adiós al Valencia Basket, y siguió con una cascada de vídeos (el club tuvo que meter un filtro para que el acto no fuera eterno), donde fueron desfilando Jordan Sospedra, amigos del jugador como Peter, Cadrick, Dimitri, Laurence, Ellen y Mathias, o excompañeros como Tobey, Matt Thomas, Doornekamp o Shurna. También Ponsarnau, que le agradeció haber «ennoblecido» la camiseta taronja y otra leyenda como Rafa Martínez, con el que levantó el trofeo de la ACB en 2017, que le mandó un saludo a modo de broma: «¿Ésta es la definitiva? Seguro que vuelves como un toro y te fichan otra vez».
Con Van Rossom disfrutando del momento, con su pareja Jana Raman y su hijo Matteo, fueron las cuatro personas que hablaron en representación de la entidad taronja las que más se emocionaron. Como mejor expresión de lo que querían decir a su amigo Sam. «Alguien como tú se merece que se le hable desde el corazón», soltó Víctor Luengo para avisar que no iba a leer la hoja que llevaba escrita: «Fichamos a un buen jugador hace diez años pero no sabíamos que te ibas a convertir en leyenda y en líder. Deseo que el baloncesto te deje retirarte como te mereces, dentro de una cancha». Dubljevic, con voz algo temblorosa, le definió como «si no el mejor, uno de los mejores compañeros de equipo que he tenido» y lo explicó: «Al final de la vida lo único que importa es la amistad. La nuestra es para toda la vida. Eres el corazón y el alma de este club». San Emeterio, que hace un año vivió un acto parecido, le definió como «un ejemplo de resiliencia, de todo lo que cada chaval de L'Alqueria debería aprender» y Julio Galcerán, readaptador, reconoció un reto: «Te vas, pero los que nos quedamos nos aseguraremos que toda la gente del club sepan quien ha sido Sam Van Rossom para el Valencia Basket».
Los mensajes de todos sus familiares dieron paso al discurso del gran protagonista. Tras acordarse de todos, incluyendo a Chechu Mulero «que está pasando un mal momento», demostró ser genio y figura. Una vez más. Sus diez años de taronja, los explicó como un guion de película «dramática», como bromeó. También romántica: «Valencia, te conocí en 2010 en una discoteca y nos gustamos. Me enamoré y como siempre pasa en las relaciones todo al principio fue muy intenso. Hasta que llegó la crisis de los 40 y de repente lo dejamos. Nos despedimos pero después de tres meses vimos que no podíamos vivir separados y nos volvimos a juntar. Lo pasamos muy bien e incluso pasamos un confinamiento juntos. Nos hemos hecho mayores y el juego se fue apagando». Así, haciendo sonreír, se marchó de la Fonteta. Con un hasta luego... porque volverá.
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