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Víctor Claver llegó al Pamesa Valencia en 2003, con 15 años, para entrenar en edad cadete en las famosas naves que el club tenía en ... la Calle Penya-roja, al lado del Hotel Rey Don Jaime. En aquel entonces no existía la imponente Alqueria del Basket y los niños, entonces sólo había cantera masculina en el club, pasaban bastante frío en invierno y mucho calor en verano cuando la chapa ardía. Casi 22 años después de todo aquello, este sábado, el valenciano descubrió la pista número 4 de la fábrica de talento del Valencia Basket con su nombre. Toda una vida de trabajo para un momento muy emotivo, que sigue los pasos de Víctor Luego, Nacho Rodilla y Rafa Martínez, y que Claver quiso compartir con su hijo Hugo, que ayudó a que papá destapara la lona.
Para llegar a ese momento, y a una carrera que le ha dejado como el jugador valenciano con mejor palmarés de la historia, han tenido que pasar muchas cosas. En Maristas, en su colegio, había estado bajo las órdenes de Toni Muedra (que estuvo presente en el emotivo acto) y Manolo Real convenció a Paco Claver, el padre de Víctor y que falleció en 2011, para que diera el salto al Pamesa. La única condición que puso el gran mentor de la carrera de aquel chaval espigado es que no jugara más de un partido por semana, no doblara entrenamientos con varios equipos de club, ni hiciera pesas hasta que fuese junior. El plan, con apretón de manos en vez de papeles, se cumplió y tras una temporada en el filial de la EBA debutó con 18 años en el primer equipo. Tras ese momento, todo sucedió con una velocidad de vértigo hasta dejarle una carrera que, posiblemente, ningún jugador valenciano superará jamás; elegido el puesto 22 del Draft de la NBA en 2012 disputando tres temporadas en los Blazers (primer valenciano en disputar la competición americana y hasta ahora el único), siete medallas con España (oro en el Mundial de China 2019, el Eurobasket de Polonia 2009, el Eurobasket de Lituania 2011 y el Eurobasket de Francia 2015, plata en los Juegos de Londres 2012 y bronce en los Juegos de Río 2016 y el Eurobasket de Eslovenia 2013), una Liga ACB y tres Copas del Rey con el Barça y una Eurocup, en Vitoria 2010, que levantó siendo el capitán del equipo de su tierra. Sencillamente, insuperable.
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Claver, que defendió la camiseta del Valencia Basket durante nueve temporadas, llegó a compartir vestuario junto a su ídolo, Víctor Luengo. El capitán de aquel Pamesa que según recordó el de Maristas durante el acto del bautizo de su pista en L'Alqueria «veía los partidos justo al lado de las cabinas de radio. En ese momento no sólo es que no me imaginaba este momento sino que tampoco que fuera a jugar un partido con el Valencia Basket». La humildad, algo heredado de su maravillosa familia que le acompañó en la pista 4 del recinto, siempre ha sido una de sus mayores virtudes. El acto estuvo presentado por el propio Víctor Luengo, que no pudo evitar la emoción: «Tuve el placer de compartir con él sus primeros pasos y ahora voy a tener el placer de compartir con él pista en L'Alqueria. Es lo que pasa cuando tu hermano pequeño acaba siendo mejor que tú».
Otro de los aspectos del valenciano, puede que poco conocidos por el gran público, es su sentido del humor. Su discurso fue breve, y él mismo bromeó comparándolo con el de su despedida que por cierto se produjo a pocos metros, en la pista central de L'Alqueria. «He intentado dar ejemplo dentro y fuera de la pista. Es un orgullo ver mi nombre en la pista número 4 junto a las de Víctor Luengo, Nacho Rodilla y mi amigo Rafa Martínez». Hugo, que no paró de gritar «es papá» en el video homenaje que se proyectó, el resto de la familia, sus amigos, donde no faltó Rubén Burgos, y los aficionados que se acercaron al emotivo acto arroparon a una leyenda que ha dado su nombre a una pista de baloncesto.
Tampoco faltó el director general del Valencia Basket, Enric Carbonell, que puso en valor todo lo que ha dado el alero de Maristas: «Es un acto muy especial para nosotros. No hay duda de que Víctor se lo merece pero él no es solo patrimonio del Valencia Basket. Estamos muy orgullosos de él pero no somos los únicos. Es un orgullo compartido por mucha gente. Es uno de los referentes que los niños y niñas deben tener, no por haber jugado en la NBA o por su palmarés, sino a nivel humano, por su sencillez, por saber formar parte de un equipo, por haber hecho del trabajo sucio la labor más hermosa del mundo. La familia de Víctor también es una referencia. Hay muchos motivos. Es historia viva de nuestro club, de nuestra ciudad y del baloncesto».
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