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amparo estrada / josé m. camarero
Viernes, 13 de marzo 2015, 20:37
El sueldo más habitual entre los 14,5 millones de asalariados que hay en España ronda los 15.000 euros brutos anuales. Pero el sueldo medio supera los 22.726 euros al año por el efecto de quien cobra salarios mucho más elevados, entre ellos los principales directivos de las empresas del Ibex. La brecha entre un trabajador convencional y un alto ejecutivo de una de las compañías cotizada es enorme. La retribución mediana (la que divide al número de altos cargos en dos partes iguales, los que tienen una remuneración superior y los que la tienen inferior) es de 2,2 millones de euros frente a la mediana de 19.040 euros de un asalariado. Es decir, 100 veces más.
Las cifras analizadas en este reportaje incluyen todas las retribuciones: sueldo, aportaciones al plan de pensiones, indemnizaciones y otros conceptos, como obliga la CNMV. El año pasado, los ejecutivos mejor pagados fueron los cesados gracias a los blindajes de que disfrutaban. En primer lugar aparece Juan María Nin, consejero delegado de Caixabank hasta finales de junio de 2014. Percibió casi 16,5 millones de euros, por la indemnización de 15 millones de su cese.
Otro ejecutivo que se fue con la mochila llena es Andrea Brentan, consejero delegado de Endesa hasta octubre, cuando dejó el cargo tras cerrar la venta de los activos de Endesa en Latinoamérica a Enel, accionista mayoritario. Su premio fue de 12,5 millones de euros, de los que 11 millones fueron la indemnización.
Ana Botín, presidenta del Banco Santander desde septiembre tras el fallecimiento de su padre, recibió 8,8 millones de euros, un 41% más que lo que percibió el año anterior como consejera delegada de Santander UK y, a la vez, casi el triple de lo que ganó Emilio Botín en 2013.
Según el último informe sobre salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la diferencia de ingresos entre los más ricos y los más pobres ha aumentado un 50% durante la crisis y España es precisamente el país desarrollado donde más se ha incrementado esta desigualdad.
La crisis ha puesto encima de la mesa las altas retribuciones de los ejecutivos de las grandes empresas. Sobre todo porque, en algunos casos, mientras se deterioraban los resultados de las compañías, sus máximos responsables seguían engordando sus bolsillos. «Toda una perplejidad ante la que ya se ha comenzado a actuar», explica Fernando Peñalva, profesor del IESE. Considera que «la remuneración debe ir ligada con el desempeño personal del consejero, los resultados de la empresa y también los ajustes necesarios por la situación del mercado o del sector».
Sin sueldo los no ejecutivos
Dejando a un lado las indemnizaciones, la retribución más alta del Ibex es la del presidente y consejero delegado de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, con más de nueve millones de euros, un 22,6% superior a la del ejercicio precedente. La más baja corresponde a Ana María Llopis, presidenta no ejecutiva de DIA. La presidenta de FCC y el presidente de Jazztel no perciben remuneración, aunque tampoco son cargos ejecutivos y sí accionistas relevantes.
Quien más se ha subido el sueldo es el consejero delegado de IAG, Willie Walsh, un 223%; bien es cierto que los beneficios del holding que engloba a British Airways, Iberia y Vueling aumentaron un 555%. Otro dato curioso es que el presidente y el consejero delegado de Abengoa cobraron lo mismo: 4,48 millones.
En total, una decena de consejeros vieron congelada su retribución, y para otros seis bajó. La remuneración fija del presidente de Repsol, Antonio Brufau, se redujo casi un tercio por los cambios en su consejo, que supusieron el nombramiento de un consejero delegado, Josu Jon Imaz.
Los expertos consideran que, en general, las retribuciones de los altos ejecutivos resultan elevadas. «Muchas son muy altas, eso es seguro, aunque tampoco se puede generalizar», afirma Carlos Losada, profesor de Esade. Esas remuneraciones, según él, deberían incluir «una competitividad externa para atraer directivos y, a la vez, una equidad interna respecto a la cultura de la organización y de sus órganos de dirección».
Mario Lara, socio de PwC, destaca que, además de la evolución del mercado y de los resultados de la compañía, también debe influir «el desempeño personal». «Existen parámetros cuantitativos para calcular esa implicación del consejero con la empresa -explica-, aunque también elementos importantes que no son estrictamente financieros y que antes no tenían tanta presencia».
Losada insiste en que «no hay que ligar tanto esos pagos al comportamiento de la compañía, sino al del consejero». Recomienda reforzar el variable y advierte: «si el consejo quiere velar por la sostenibilidad, deberá fijar sistemas de retribución que fomenten objetivos a medio o largo plazo» y no tanto a un año vista.
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