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Sábado, 27 de junio 2015, 00:02
La empresa valenciana ha sufrido una profunda transformación cualitativa y cuantitativa en los últimos 150 años debido al crecimiento y desplazamiento de determinados sectores fundamentales para el desarrollo económico valenciano. La agricultura desarrolló su faceta comercial y favoreció el desarrollo de la industria a su alrededor, que a su vez desplazó a la actividad agrícola. Y la actividad industrial se vio desplazada, posteriormente, a finales del siglo XX y principios del XXI por la actividad de empresas de servicios. De hecho, en los últimos años los servicios ha pasado de un 37,5% en 1960, a un 70,3% del PIB valenciano en 2013.
«El importante crecimiento del sector servicios forma parte del desarrollo natural de un país, la agricultura es desplazada por la industria y, posteriormente en un país desarrollado el sector servicios desplaza al industrial», como explica Carlos Albert, técnico del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Este proceso al que se refiere Albert de reducción del peso de la industria empezó a notarse a mediados del siglo XX.
Sin embargo, los antecedentes más próximos a las empresas valencianas actuales tienen su origen en la revolución industrial valenciana iniciada a principios del siglo XX, propiciada por la agricultura, sector muy arraigado en la economía valenciana, que en la actualidad sólo representa un 2% del PIB valenciano.
En 1861 en la provincia de Valencia figuraban como fábricas empresas de Molinos harineros, hilaturas de seda incluso alfareros, que empleaban entre 8.000 operarios hasta dos, según la actividad que desempeñaran. Además de estas fábricas la base industrial de las empresas valencianas la conformaban los talleres manufactureros, como los fabricantes de alpargatas, de yeso y cal o de flores artificiales, unos de los que más trabajadores tenían a su cargo, con entre 60 y 80 operarios.
Pero a finales del XIX la agricultura había «dado un salto cualitativo decisivo hacia la modernización, al superar la condición de actividad para la subsistencia y convertirse en una actividad plenamente comercial», como señala Vicent Soler, catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de València y decano de la Facultad de Economía en su libro 'Evolución de la economía valenciana (siglo XX)'. Con el desarrollo comercial de la agricultura empezaron a surgir las actividades productivas industriales.
De hecho, el auge del sector agrario facilitó el desarrollo de actividades industriales «tanto de bienes de consumo como de útiles e inputs para el sector», como señala Francisco F. Mas Verdú, en el libro 'La industria valenciana: un breve recorrido por el siglo XX'.
Fábricas al servicio de la agricultura
Se empezó a fabricar para el sector agrícola valenciano máquinas de vapor, para la extensión del riego, prensas de hierro, para la producción de vino y aceite, paralelamente a la modernización de la industria textil y papelera. Las nuevas máquinas incidieron de forma positiva «sobre el desarrollo del sector metalúrgico y de la fundición dedicado también a la construcción y reparación de máquinas y herramientas».
La agricultura comercial trajo consigo un incremento de las rentas que facilitó el crecimiento de su base industrial y manufacturera, más allá del núcleo textil-papelero de Alcoi. De este modo, la industrialización, uno de los rasgos más característicos del desarrollo económico valenciano del siglo XX, vino producida por las transformaciones en los sectores agrarios y de servicios.
Hasta entonces el peso cuantitativo de la industria era reducido en comparación con la agricultura. En 1900 había más de 400.000 personas ocupadas en la agricultura frente a las poco más de 90.000 del sector industrial. Incluso en el entorno urbano de la ciudad de Valencia, la agricultura representaba el 44% de la población ocupada, según el libro 'La industria valenciana: un breve recorrido por el siglo XX'.
Con el refuerzo del carácter comercial de la agricultura y el desarrollo urbano de Valencia se generaron condiciones de demanda favorables para la expansión de determinados sectores como el mueble y la cerámica, impulsados por la demanda de la ciudad y de las empresas proveedoras de fertilizantes para el campo.
Pero este desarrollo industrial se paró posteriormente, de 1939 a 1959 al imponerse un rígido intervencionismo autárquico. Sólo volvieron a despegar en 1959, con un marco más liberal. Sin embargo, los crecimientos, entorno al 2,3%, fueron tímidos porque la producción industrial prácticamente estaba dirigida al mercado interior, tendencia que empezó a cambiar en años siguientes por la aceleración de las exportaciones, consiguiendo una tasa real acumulada cercana al 9%, dos puntos superior a la media española.
Los datos de número de empresas valencianas no figuran hasta 1995, según el IVIE. Los primeros arrojan un crecimiento significativo en la creación de empresas y empleo desde 1995 hasta 2007, «sobre todo por el auge de la actividad de la construcción y servicios».
En estos años el efecto del boom inmobiliario generó un incremento del 52,4% del número de empresas, siendo la construcción el sector que creció de manera destacada, un 148,2%. El ajuste posterior, de 2008 a 2014, trajo consigo una reducción de compañías en la Comunitat del 12,1%, siendo la construcción la que la protagonizó, con una caída del 23,8%.
A pesar del ajuste reciente de empresas en la Comunitat Valenciana, en casi 20 años se ha conseguido sumar casi 100.000 empresas más a la economía valenciana, al pasar de las 241.722 a las 330.349.
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