BEATRIZ LLEDÓ
Sábado, 24 de octubre 2015, 00:09
El desarrollo de la industria valenciana a principios del siglo XX no habría sido posible sin el carbón. El consumo de esta energía fósil creció a partir de la segunda mitad del XIX impulsado por la Revolución Industrial. Con él se alimentaban las máquinas de vapor y era indispensable para la siderurgia, que proporcionaba hierro para las nuevas máquinas a partir del coque. La demanda se disparó como fuente de energía para el ferrocarril, para los barcos de vapor y para las fábricas de gas para el alumbrado. También para uso doméstico. «El carbón posibilitó el desarrollo de la industria valenciana del XX. La industria textil de Alcoi y sus alrededores no se entiende sin este combustible y lo mismo ocurre, por ejemplo, con la industria cerámica en Castellón. Además, la minería ha tenido una influencia extraordinaria en la sociedad y su desarrollo», afirma Luis Oria Ingeniero de Minas y profesor asociado del departamento de Ingenieria del Terreno de la Universitat Politècnica de València.
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A finales del siglo XIX, las comarcas de l'Alcoià y el Comtat contaban con una próspera actividad industrial que se vio constreñida por su abrupta orografía, las deficientes comunicaciones que encarecían la llegada de carbón y el uso mayoritario de la energía hidráulica para mover sus máquinas. Aquel aislamiento desapareció con la construcción de la línea férrea entre Alcoi y Gandia a cargo de la compañía inglesa Alcoy and Gandia Railway and Harbour Company Ltd y cuyo objetivo principal era importar el carbón desde Inglaterra necesario para abastecer las fábricas textiles de Alcoi a través del puerto gandiense y exportar papel, cartón, aceite, vino y tejidos. De las 66.000 toneladas que en 1910 transportó este ferrocarril, 23.000 fueron de carbón. Es decir, este mineral supuso un tercio de la carga total de mercancías de esta línea, que resultó vital para este subsector. Hasta la llegada del tren de Gandia a Alcoi en 1893, la manufactura en esta localidad apenas utilizaba el vapor. En 1874 este quedaba restringido a las empresas más grandes. «Según el Censo Industrial de aquel año, solo nueve de las 106 fábricas existentes en la localidad dedicada a los paños de lana lo empleaban», recoge el profesor de la Universitat de Alicante Joaquím Cuevas en su artículo 'Innovación técnica y estructura empresarial en la industria textil de Alcoi, 1820-1913'. Sin embargo, estas fábricas que habían incorporado esta energía eran de gran envergadura ya que «concentraban más de 30% de la mano de obra de todo el sector y su media de trabajadores superaba la media general».
«La llegada del ferrocarril a la ciudad en 1893 permite un incremento del consumo del carbón y con él, de la electricidad. Esta fuente de energía (que ya se venía utilizando en algunas empresas de Valencia desde la década de 1880) se iría extendiendo desde 1894, con un uso predominantemente fabril, y permitió la generalización de la concentración productiva», constata en su tesis sobre la industria valenciana en la Exposición Regional de 1909 Miguel Ángel Sánchez.
El carbón como combustible supuso un trampolín para la consolidación de la estructura industrial alcoyana pero también para otros sectores valencianos, como la construcción naval, la metalurgia y la siderurgia. Resultó clave para los Altos Hornos de Sagunto, que empleaba carbón inglés y más tarde del norte de España. Pero se trataba de un recurso energético escaso y que se encarecía cuando se encontraba alejado de los focos industriales.
En el año 1845 el empresario Isidro Bofill estableció en la plaza Conde de Carlet de Valencia un taller que se dedicaba a fabricar desde tuercas, tornillos, planchas y hornillos hasta herrajes para balcones y cubre persianas. Para ello debía importar el carbón mineral de Inglaterra, a pesar de lo cual los precios eran competitivos. Es, sin duda, un ejemplo de la generalización de su uso que aparece reflejado en el artículo 'La artesanía industrial en Valencia'.
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La tesis de Sánchez también habla sobre la empresa de Andrés Ferrer Ballester, un cerrajero del siglo XIX que empezó con su taller en la calle Tapinería, se hizo inventor y fabricante y fue ampliando sus negocios. La revista 'La Guía Ilustrada de Valencia y Portugal' dice que en la empresa estaban trabajando «170 operarios, se consumen 500.000 kg de hierro y 175.000 de carbón. Tiene una existencia de más de 100.000 kg de piezas fundidas de diferentes modelos, muchos aparatos agrícolas y gran cantidad de artículos de cerrajería. Se habrán construido más de 25.000.000 de bisagras, infinidad de artículos de cerrajería, unas 30 máquinas de vapor y más de 1.000 prensas».
Carles Ripollés, del Centre d'Estudis dels Ports, destaca en un artículo la entrada de carbón extranjero «seguramente hulla galesa para las fábricas, como la de Giner en Morella que usaba carbón británico que entraba por el puerto de Vinaròs» y afirma que se trata de un combustible de mucha más calidad y más caro. En 1857, los 1400 quintales de carbón importado costaban 320.000 reales.
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Pero ¿qué presencia tenía el carbón en el subsuelo valenciano varios siglos atrás? Aunque la Comunitat es escasa en recursos minerales, sí existen algunas zonas determinadas con yacimientos. Ya el botánico Cavanilles detectó explotaciones de carbón. En 1794 visitó Castell de Cabres y encontró indicios de este mineral fósil. No en vano, la minería ha sido una de las actividades que ha dado vida a esta localidad.
«La extracción del lignito en las minas de la Comunitat fluctuó siempre según las demandas de carbón de la época, teniendo alguna etapa floreciente coincidiendo con la Primera Guerra Mundial o la Guerra Civil. El carbón inglés, de un alto poder calorífico y gran calidad fue siempre el enemigo a batir. El que se extraía en tierras valencianas tenía un bajo poder calorífico y, por tanto, no era apto para muchas aplicaciones», valora José Manuel Sanchis, administrador del blog Mineralogía Topográfica Ibérica.
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Una de las excepciones fueron las minas de Castell de Cabres. En plena Revolución Industrial, donde el carbón era muy necesario, comerciantes catalanes consiguieron las concesiones administrativas de la explotación de Castell de Cabres, que pasa de unas manos a otras aunque apenas hay movimiento. La producción realmente comienza a principios del siglo XX y se prolonga hasta la década de 1950, con varios paréntesis. «Durante la Gran Guerra europea podemos garantizar que la mina funcionaba ya que, al cortarse de golpe la importación de carbones británicos, las fábricas españolas necesitaban todo el carbón disponible, aunque fuera escaso y de menor calidad», asevera en su estudio Ripollés. El desabastecimiento de carbón afectó también, por ejemplo, al trenet de Valencia, que tuvo obligado a reducir drásticamente el servicio para «economizar carbón».
Necesidad de energía
La mina volvió a abrir en la Guerra Civil y en la posguerra, con las grandes necesidades de abastecimiento energético que sufría España, «se llegó a autorizar a extraer la turba de las marjales como el Prat de Cabanes y Torreblanca en 1943, un carbón de muy bajo poder energético». En 1945 se aprobó el transporte de turba a más de 200 kilómetros de la explotación, «lo que sólo se entiende por aquellas circunstancias».
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El carbón tenía una potencia de 7456 calorías por kilo y para transportarlo se proyectó en la década de 1920 un cable aéreo que no llegó a construirse. Finalmente se recurrió al sistema de tren Renard, formado por una cabeza tractora y un máximo de cuatro vagones dotados de, al menos, un eje motor para facilitar la tracción. Este medio de transporte sorteaba bien las curvas más cerradas y superaba los desniveles a una velocidad que no superaba los 15 kilómetros por hora, detalla la web Spanish Railways. Otros yacimientos destacados en tierras valencianas fueron las minas de lignito de Dos Aguas (Mina Adelina y San José) explotadas sin éxito así como la mina el Salt de Alcoi. El carbón, así como el gas y el petróleo han sido fuentes de energía primarias que han resultado claves para el desarollo pero que han tenido efectos sobre el medio ambiente y que, poco a poco, se han sustituido por las energías renovables. «Históricamente el carbón fue la fuente que impulsó la primera fase de la industrialización pero a partir del principio del siglo XX ha sido paulatinamente sustituida por el petróleo», concluye la Agencia Valenciana de la Energía. El organismo apunta que las estimaciones de duración de las reservas actuales de carbón rondan los 300 años y explica que hoy se utiliza para la producción eléctrica, la industria siderúrgica y la calefacción.
En relación a los combustibles fósiles, el balance de datos energéticos de la Comunitat de 2013 apunta que la participación de los productos petrolíferos en la demanda de energía final de la Comunitat en ese año fue del 46,5%, «inferior a la media nacional que fue del 50,8%». El más utilizado es el gasóleo que representa el 61,5% del total, e indica el paulatino incremento del parque de vehículos que utilizan este combustible. Mientras, el consumo de carbón ha disminuido mucho en el último decenio, «siendo sustituido, casi en su totalidad, por productos derivados del petróleo, gas natural y residuos». El estudio habla de un consumo «prácticamente nulo» en la Comunitat frente al 17,5% de la Unión Europea.
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