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Sábado, 24 de octubre 2015, 00:09
Acababa de arrancar el siglo XX cuando se creó Hidroeléctrica España, una filial de Hidroeléctrica Ibérica que tenía como objetivo abastecer de energía eléctrica a Madrid y Valencia. Y para conseguirlo Juan Urrutia y el resto de socios vascos se fijaron en las aguas del Júcar. El salto del Molinar, a 80 kilómetros de la capital del Túria, fue el primero de las muchas obras que vendrían después. Iberdrola lleva un siglo llenando de luz la Comunitat. El impacto de 798 millones de euros en la Comunitat en 2014 y su consolidación como uno de los motores económicos de la región ratifican que la decisión por explotar esta cuenca hace cerca de 100 años fue una apuesta acertada.
El ambicioso proyecto de llevar la electricidad a largas distancias se puso pronto en marcha. Para la construcción del Salto del Molinar se trabajó sin descanso durante dos años, durante los cuales se decidió ampliar las instalaciones, desde una producción inicial prevista de 12.000 HP a otra de 21.600, que se transportaría, aparte de Valencia y Madrid, a Murcia y Cartagena, con estaciones intermedias en Alcoi y Alicante. Los materiales se tuvieron que transportar por veredas de cabras y hubo que construir carromatos especiales, arrastrados por yuntas de bueyes, para poder llevar las piezas más pesadas.
Desde el principio se decidió aprovechar el caudal y los saltos de Júcar para abastecer tanto a Madrid como a Valencia. Pero Hidrola quería ir mucho más allá. Quería atender directamente, no sólo a la producción eléctrica por medios hidráulicos y térmicos y el transporte de la hidroeléctrica a grandes distancias, sino también a su distribución a la alta tensión, en las ciudades, para hacerla llegar a los grandes consumidores.
Hidrola tenía una posición dominante en el mercado valenciano. En el año 1908 había firmado con el Ayuntamiento de Valencia el contrato de alumbrado público eléctrico. En 1910 tenía establecida la red primaria subterránea de distribución para todo el término municipal y se habían tendido tres líneas aéreas para el servicio de tranvías Torrente y Catarroja, y para el de la Sociedad Sierra Menera en Sagunto.
También se estableció la red especial de corriente continua para el alumbrado público, independiente de la secundaria para consumo privado. En diciembre de 1910, de forma similar a lo ocurrido en Madrid, se creó Electra Valenciana, para distribuir electricidad destinada al alumbrado particular, calefacción y otros usos domésticos.
En 1911 el consumo de energía eléctrica en la ciudad excedía de 2.500 kW por lo que cada vez se hacía más necesario el abastecimiento de hidroelectricidad. En Valencia el potencial pasó, entre 1908 y 1911, de 500 a 6.000 HP, habiéndose instalado en 1911 una turbina de vapor de 4.000 HP.
Ese mismo año la sociedad prestó suministro eléctrico a Alicante mediante el tendido de la red de distribución por líneas aéreas a Alcoi. Después hizo lo propio con Cartagena. Los objetivos impuestos desde su creación se iban logrando. Era sólo el inicio de una historia llena de éxitos.
A comienzos de 1912 el consumo de hidroelectricidad en Valencia era de 3.700 kW. La producción eléctrica total de Hidrola pasó de 13 millones de kWh a 99 millones en tres años. El incremento del consumo se explica por la ampliación del espacio al que Hidrola servía con su producción así como al incremento de consumo de energía por habitante.
El Salto del Molinar fue solo el primero de los aprovechamientos hidroeléctricos de la cuenca del Júcar. En 1914 llegó el Salto de Villora en una presa sobre el río Cabriel, un túnel en un monte alto y estrecho y una central con dos grupos gemelos de turbina-generador. La construcción se concluyó en solo tres meses y se convirtió en una de las grandes hidroeléctricas de España.
Más obras y más rápido
La demanda crecía y con ella tenían que aumentar las obras y la celeridad con las que estas se hacían realidad. En los años 20 no se consiguió llevar a cabo un proyecto de Hidroeléctrica en Dos Aguas para el aprovechamiento de otra parte del Júcar. Pero comenzó entonces la construcción de la central de Cortes de Pallás. La magnitud de las obras fue tal que se estableció una fábrica de cemento y se compró maquinaria para hormigonado y excavación. Para acabar lo más rápido posible y solventar los problemas que iban surgiendo se llegó a contar con 3.500 obreros. Los trabajos se iniciaron en 1917 y concluyeron cinco años después. Conjugado con Villora, lograron unas producciones de más de 160 millones de kilovatios por hora en 1930. En 1951 alcanza el récord de suministro de 211 millones.
Con el paso de los años sigue incrementándose la demanda. En 1928 empezaron las obras para levantar el Salto de Millares ya con unas técnicas mucho más avanzadas que las de las décadas anteriores. La central fue equipada con dos grupos verticales, de 20.000 kilovatios, los de mayor potencia instalados hasta entonces en todo el país. Millares se inauguró en 1933 y dos años después la instalación se amplió con un tercer grupo generador similar. En 1942 se añadió un cuarto grupo y, hasta la entrada en servicio de Cofrentes fue el salto fundamental del sistema con una potencia de 80 megavatios.
La expansión de la compañía sólo se vio frenada por la Guerra Civil. Recuperada la paz y reparados los daños originados en sus instalaciones, la demanda de energía volvió a aumentar y las obras prosiguieron. En 1948, la compañía construyó una nueva presa en El Molinar que inundó la primera y derivó las aguas a unas turbinas cerca de Cofrentes, cuya central se inauguró en 1952. Los 90 millones de kW hora anuales que produce Molinar se disparan hasta los 280 de Cofrentes. Entre uno y otro hay medio siglo de obras de aprovechamiento del Júcar.
La Muela II
La década de 1970 fue, con la crisis del petróleo, la de la construcción de las centrales nucleares. La de Cofrentes se inauguró en 1984. Después, Iberdrola inició la construcción de la Muela I, que entró en funcionamiento en 1989. Tres décadas después, ya en pleno siglo XXI, se puso en marcha la ampliación La Muela II, la mayor central hidráulica de bombeo de Europa. La Muela II consta de cuatro grupos reversibles que permiten sumar una potencia de turbinación de 852 megavatios que aprovechan el desnivel de más de 500 metros que existe entre el depósito superior y el embalse de Cortes de Pallás para generar energía.
Hoy los datos hablan por sí solos. La multinacional posee unos 3.900 megavatios de potencia instalada, 130 subestaciones, alrededor de 24.000 centros de transformación, unos 3.500 kilómetros de líneas de muy alta y alta tensión, más de 68.800 kilómetros de líneas de media y baja tensión. La compañía centenaria distribuye energía a cerca de 3,2 millones de puntos de suministro y cuenta con unos 2.000 empleados en la Comunitat.
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