

Secciones
Servicios
Destacamos
PPLL
Viernes, 30 de octubre 2015, 23:52
La segunda mitad del siglo XIX fue la época de máximo esplendor de la exportación del vino valenciano. En 1890 los viñedos de la Comunitat suministraban la mitad de todos los caldos que salían al exterior. Los precios se dispararon hasta los 20 reales el cántaro y las plantaciones se multiplicaron. Los puertos de Valencia y Alicante se transformaron en el centro neurálgico y allí se instalaron grandes bodegas, hoy centenarias. « El negocio del vino potenció la actividad transportista de los puertos del litoral valenciano, desde Vinaròs hasta Torrevieja. La posición estratégica del puerto de Valencia para canalizar la exportación de las grandes zonas vinícolas de Requena-Utiel, Llíria y Albaida así como la concentración de líneas ferroviarias en las mismas (Almansa, Alcoi, Alberic, Utiel, Bétera y Rafelbunyol) convirtieron estas instalaciones portuarias en el mayor centro de negocios y exportación de vino común de España», describe el profesor de la Universitat de Valéncia Juan Piqueras, en su artículo 'Exportación agraria y transporte en Valencia 1850-1930'.
Los exportadores, muchos de ellos franceses, suizos y alemanes, y los intermediarios valencianos, levantaron grandes bodegas en los alrededores de los puertos y cerca de las estaciones ferroviarias, ya en la zona de producción, como Utiel, Requena, Chiva, Cheste, Llíria y Sagunto (en el área orientada al puerto de Valencia) y Villena, Monòver y Novelda, en la zona del puerto alicantino. «El Grao de Valencia fue la capital vinícola a finales del siglo XIX porque contaba con las estaciones del Grao y del Cabanyal a donde llegaba el vino en ferrocarril y de allí se exportaba. Numerosas bodegas se instalaron allí», explica el enólogo Joan C. Martín.
Fue el caso de las centenarias Bodegas García y Murviedro. Esta fue fundada en 1927 como la filial española del Grupo Schenk, una de las empresas líderes en el sector del vino en Europa. Permaneció en el Grao de Valencia hasta finales del siglo XX hasta que en 1997 se trasladaron a su actual emplazamiento en Requena. Murviedro sigue en propiedad de la misma familia y mantiene los valores de una empresa familiar gestionada por profesionales. Hoy, el negocio combina tradición con tecnología puntera produciendo vinos de calidad procedentes de las Denominaciones de Origen Valencia, Utiel-Requena, Alicante, Rueda, Vinos de la Tierra de Castilla y Cava.
También de principios del siglo XX es la primera cooperativa vitinícola valenciana, la de la Baronía de Turís DO Valencia, que nació en 1927 después de que 70 agricultores se asociaran para elaborar vinos de calidad y administrar mejor sus viñedos. Un año después surgió otra agrupación histórica, Cheste Agraria Cooperativa Valenciana.
Una de las novedades notorias de aquellas primigenias bodegas fue el paso de la bomba manual al uso de la energía eléctrica en una industrias que manejaban grandes volúmenes. «También resultó clave la aparición del vehículo que cambió mucho el transporte del vino», apunta Martín.
En las primeras décadas del siglo XX se produjeron dos curiosas tendencias. La primera fue la especialización de las bodegas en exportar a granel la conocida sangría a Suiza, Alemania y otros países de Centroeuropa. La otra fue la especialización de las bodegas valencianas en la venta a Alemania de un vino caliente que se consume en Navidad.
Hoy, más de 100 años después de que las primeras bodegas valencianas produjeran grandes vinos, la tradición sigue siendo clave en este producto. En la actualidad existen en torno a 220 bodegas distribuidas en las tres denominaciones de origen valencianas, DO Utiel-Requena, DO Valencia y DO Alicante. La estructura productiva es muy heterogénea y está muy segmentada. Por un lado, muchas se concentran en cooperativas, como Bocopa, en Petrer, una cooperativa de segundo grado que produce, embotella y comercializa el 60% de la producción de los vinos de Alicante y es todo un referente en la Comunitat. Otra cooperativa destacada es Anecoop, que comercializa vino desde 1986 y que cuenta con bodegas asociadas pertenecientes a las DO de Valencia y Navarra. Uno de sus estandartes es la diversidad y ofrece caldos que aúnan tradición y modernidad.
Junto a las cooperativas existe un grupo minoritario de grandes exportadoras valencianas que son Murviedro, Bodegas Gandía y Cherubino Valsangiacomo. El sector se completa con negocios «pequeños y familiares repartidos en las tres DO, que ofrecen producto de mucha calidad y cuyo volumen de botellas oscila entre los 300 hasta un máximo de 1.000», concreta el enólogo. Un claro ejemplo es el de Vegalfaro, en la DO Utiel-Requena, que cuenta con tres fincas muy diferenciadas entre sí por el clima, por el suelo y por las variedades de uva. La bodega, en marcha desde 1999, es una de las pocas que ofrece cultivos ecológicos y cuenta con la particularidad de estar ubicada en la Muela, cerca del paraje de los Balagueses, cerca del yacimiento arqueológico de las Pilillas, donde los íberos ya cultivaban y elaboraban vino.
Otro ejemplo, este en la DO Valencia, es Bodegas Vegamar, fundada en la localidad de Calles en 1999 y que cuenta con sus propias viñas. La elaboración de sus vinos se basa en la combinación de las técnicas y tecnologías enológicas más modernas, con la tradicional crianza en barrica de roble nuevo francés y americano y su posterior guarda en botella a temperatura y humedad controlada.
Mientras, en la DO Alicante, Bodegas Xalò se erige como una cooperativa que lleva medio siglo mimando el moscatel. Fue creada en 1962 gracias a la unión de 14 agricultores que se centraron en el moscatel para superar la crisis que vivía el tradicional negocio de la pasa. Y así llegaron la mistela y los vinos blancos de la bodega.
Precisamente la producción de moscatel es uno de los valores que quiere poner en relieve la DO Alicante. Fuentes del Consejo Regulador de la DO Alicante abogan por «una vuelta al origen y buscar la singularidad». Y esa apuesta pasa por cultivar variedades tradicionales como monastrell, así como la uva garnacha. Desde el Consejo Regulador de la DO Utiel-Requena, donde se viene produciendo vino de forma ininterrumpida desde hace más de 2.500 años, también abogan por el tándem tradición-innovación y reivindican su variedad más autóctona, la bobal, con la que consiguen unos rosados y tintos inconfundibles.
«La identidad resulta clave y para ello tendrían que ampliarse las DO que actualmente se limitan a tres. Nunca hemos tenido vinos de tanta calidad como los actuales, estamos en un momento histórico en ese aspecto pero falta un impulso a la comercialización», comenta Martín.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.