JULIA FERNÁNDEZ
Lunes, 30 de noviembre 2015, 20:35
Hay finales felices y otros que nos dejan el corazón en un puño. El de la multinacional española Abengoa tiene más de lo segundo que de lo primero. La empresa andaluza, dedicada al sector de la ingeniería y de las energías renovables, anda ahora más cerca del infierno que del cielo en el que ha estado durante la mayor parte de sus casi 75 años de historia. Muchos no se lo creen todavía, tampoco sus propietarios, la familia Benjumea. Abengoa fue fundada en Sevilla por el ingeniero Javier Benjumea Puigcerver el 4 de enero de 1941 con la ayuda de su compañero de carrera, José Manuel Abaurre, y tres socios más: Fernando Gallego, Antonio Ortueta y Ricardo Abaurre. Entre todos, reunieron las 180.000 pesetas (1.082 euros) para echar a andar. El nombre de Abengoa fue formado con los apellidos de los cinco socios fundadores. Javier aportó el que más letras (Ben).
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La idea era fabricar contadores de la luz, aunque enseguida chocaron con el primer escollo: los problemas de aprovisionamiento que sufría España durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a ello, Benjumea no se vino abajo y no dejó el sector de las instalaciones eléctricas. Su compromiso era tal que dirigió personalmente todos y cada uno de los proyectos, a los que iba "en bicicleta" y en una "moto Guzzi" con "los alicates en el bolsillo", recoge la biografía que le hicieron Javier del Hoyo y José María Escriña en 2002.
En 1946 consiguió una concesión para explotar la mina onubense de Andévalo y extraer el cobre necesario para sus trabajos. Esto sería fundamental para después hacerse con uno de los primeros grandes contratos que tuvo Abengoa, la electrificación de líneas de Renfe. Por sus contactos y sus dotes de negociación "fue un buen político", destaca Del Hoyo, profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. Tanto es así que su papel resultó fundamental para recuperar lo que Franco llamaba "el otro Gibraltar", las minas de Río Tinto, que pasaron de manos inglesas a españolas en 1954.
Benjumea fue un hombre con "gran visión de negocio", pero también muy hábil para las relaciones sociales, la otra piedra angular del éxito de Abengoa. A ello, lógicamente, ayudó que procedía de una familia de cierto linaje: su abuelo Diego fue abogado durante la Restauración borbónica y dos de sus tíos, (Rafael, conde de Guadalhorce, y Joaquín, conde de Benjumea) formaron parte de la élite política de Primo de Rivera y Franco. Aunque, según su biógrafo, tuvo más de mérito suyo que de ayuda por parte de sus parientes. "Javier se hizo a sí mismo. Se quedó huérfano y estudió gracias a una beca de los jesuitas", recalca. Supo aplicarse.
El sevillano, que poco a poco fue reconquistando el negocio a sus socios originales, hizo amigos a un lado y otro del arco político. "No era especialmente franquista y tampoco especialmente monárquico", subraya Del Hoyo. Sin embargo, fue un hombre bien visto durante el Régimen y luego trabó una fuerte amistad con la Familia Real. Tal es así que en 1994 el Rey Juan Carlos le otorgó el título de marqués de Puebla de Cazalla y, además, "le pidió que hablara con la nobleza andaluza" para pedirle que se moviera en favor del pueblo, creando empresas con las que dar trabajo y apoyando proyectos culturales y educacionales. En una palabra, que siguieran su ejemplo. Porque Benjumea no solo fue un hábil empresario, también fue un mecenas "extraordinario". La Fundación Focus-Abengoa, estímulo cultural de Sevilla, se creó en 1982 a petición suya.
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Sus buenas relaciones con la izquierda y la derecha continuaron después de la Transición. Felipe González le visitó recién nombrado presidente del Gobierno. Pero Benjumea se mantuvo siempre como un hombre de perfil bajo: "Era muy discreto y muy hogareño". No le gustaba hacer ostentación de su poder ni de su riqueza. Donde sí se le veía era en misa junto a su mujer, Julia Llorente Zuazola, de padre argentino y madre vasca, y con la que tuvo trece hijos. "Era muy religioso". En 1994, al tiempo que se convertía en marqués, se jubiló, no sin antes marcar el camino por el que debían ir sus sucesores, las energías renovables. Eligió a dos de sus hijos, Javier (doctor en Economía) y Felipe (licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto), para que tomaran el timón de Abengoa, que entonces ya era una multinacional con más de cien filiales, entre ellas, Sainco Tráfico, especializada en el sector del tráfico y el transporte viario, y germen de lo que más tarde se llamaría Telvent (que llegó a cotizar en el Nasdaq, la gran bolsa de valores tecnológicos de EE UU).
Una gran red de contactos
Los hermanos cogieron las riendas del negocio y fueron los responsables de la tranformación de los estatutos de la empresa en 2003 para dar entrada a más miembros al Consejo de Administración, hasta entonces formado por cuatro personas (ellos y sus primos Joaquín Abaurre y José Luis Aya). Este paso fue el que abrió la puerta a los "consejeros independientes", elegidos entre su red de contactos, en la que no faltaban aristócratas y políticos. De hecho, por este órgano han pasado hombres como Alberto Aza, exjefe de la Casa Real; José Borrell, exministro socialista; Ricardo Haussman, exministro venezolano; Bill Richardson, secretario de energía con Bill Clinton; y Ricardo Martínez Rico, exsecretario de Estado de Presupuestos con Aznar.
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La bicefalia de los dos hermanos duró hasta 2007. Ese año, Javier, el mayor y heredero del marquesado de Puebla de Cazalla, renunció a la vicepresidencia siguiendo el código de buen gobierno que no aconseja que las labores ejecutivas sean compartidas por hermanos. Eso sí, seguiría formando parte del Consejo de Administración y en 2011 sería nombrado teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el cargo más alto de este cuerpo nobiliario después del que ostenta el Rey. Por su parte, Felipe, tan discreto como su padre, se quedó a los mandos de la nave, en los que ha estado hasta su renuncia como presidente ejecutivo el pasado 24 de septiembre, un requisito para que la banca accediera a negociar el rescate de la empresa, con un pasivo total de 27.356 millones (de los que 8.800 son deudas con los bancos). Su sustituto fue José Domínguez Abascal, hasta entonces secretario general técnico. Pese a esto, los Benjumea siguen siendo los propietarios del 57% de Abengoa hasta ver qué pasa con la ampliación de capital de 650 millones de euros que necesita para sanear las cuentas. A la familia sevillana le quedan cuatro meses para evitar la que sería la mayor suspensión de pagos de la historia empresarial española.
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