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I. HERRERO
Sábado, 30 de abril 2016, 00:15
valencia. El titular del juzgado de lo mercantil 1 de Valencia, Salvador Vilata, ha autorizado la venta por partes de los activos de Ros Casares, pendiente desde noviembre.
Según ha podido saber LAS PROVINCIAS, el grupo alemán Thyssenkrupp se hará con la planta de El Puig por 6,9 millones, mientras que la valenciana Gedesco Finance invertirá 4,5 millones de euros para hacerse con el centro de trabajo de Sagunto y otros bienes del concurso.
El fallo judicial va en la línea del acuerdo alcanzado entre la familia Ros y la administración concursal, promovido desde el despacho de Varona Abogados con intención de mantener la actividad y los puestos de trabajo y evitar así la liquidación.
Esta decisión llega días después de la reunión entre Thyssenkrupp Steel Europe y la comisión de seguimiento de TK Galmed sobre la reapertura de la galvanizadora de Sagunto, considerada clave para la solución del concurso de acreedores de Ros Casares pero que, finalmente, no le ha hecho llevarse la oferta completa como pretendía, sino la parte de El Puig como recogía la última oferta de los administradores.
Thyssen había ofrecido 7,5 millones por ambos centros de trabajo, 6,9 millones por la planta de El Puig, considerada la joya de la corona, y otros 600.000 euros por Sagunto, que finalmente irá a parar a Gedesco. La firma valenciana ofertaba ocho millones, 3,5 millones por El Puig y los 4,5 restantes por Sagunto y otros activos de la concursada que finalmente se ha adjudicado, entre ellos los centros productivos de Ros Casares en Puçol (Valencia), Jundiz (Vitoria) y Esquivias (Toledo).
Con esas pujas encima de la mesa, el juez eligió las que consideró las mejores propuestas para mantener los empleos y la actividad de estos centros más allá del concurso de acreedores -antigua suspensión de pagos-, lo que requerirá una importante inversión de los compradores.
La decisión salomónica de repartir los activos había contado con el apoyo de los trabajadores casi desde el primer momento, aunque hubo discrepancias en los centros productivos sobre qué dueño se prefería.
También contribuyó a allanar el camino la retirada de las demandas cruzadas entre Thyssen y Ros Casares, a raíz del cierre de Galmed, ya que los valencianos entendieron que la compañía germana estaba asfixiándoles para ajustar sus niveles de producción en el sur de Europa sin importarle las consecuencias.
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