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Dos viticultores podan en invierno una viña en espaldera. J. RODRÍGUEZ

La vid se adaptará al calor pero exigirá mayores mimos

Treinta especialistas han participado en un trabajo coordinado por los profesores Compés y Sotés que se ha reunido en un libro editado por Cajamar Un estudio avisa de los futuros cambios económicos y culturales que vivirá la viticultura por el cambio climático

V. LL.

VALENCIA.

Lunes, 11 de marzo 2019, 00:22

«La uva y el vino se adaptarán y sobrevivirán al cambio climático, como siempre ha sido en sus aproximadamente 8.000 años de historia», según concluye Vicente Sotés, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, que ha coordinado, junto a Raúl Compés, profesor de la Politécnica de Valencia, un amplio estudio sobre el futuro de la viticultura y los impactos que pueda sufrir por el calentamiento global.

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En el estudio han participado treinta especialistas y los resultados se han reunido en el libro 'El sector vitivinícola frente al desafío del cambio climático', cuya edición ha sido patrocinada por el Grupo Cooperativo Cajamar.

Entre las principales conclusiones cabe resaltar que la geografía mundial del vino va a verse sustancialmente modificada en las próximas décadas, así como la tipicidad de los vinos; es decir, va a verse alterada la asociación de sus características organolépticas y varietales con cada territorio.

Raúl Compés explica que el trabajo «es el resultado de la convergencia de tres preocupaciones: la inquietud ciudadana por los efectos negativos del cambio climático en nuestras vidas y en las de nuestros descendientes; su impacto en el sector vitivinícola y, en tercer lugar, porque se hace menos de lo que se debería frente a la amenaza que representa».

Sotés señala que «lo que nos inquieta es el destino de nuestras viñas, la calidad de nuestros vinos y el futuro de la producción que ha conformado nuestros paisajes y culturas». Recuerda que «la pasión por el vino, como la pasión por la música, la pintura o por cualquier otro tipo de arte, es universal, no tiene fronteras, pero la relación afectiva que se establece con la vitivinicultura está ligada a unos territorios y sabores determinados, muchos de los cuales están ahora amenazados».

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Los coordinadores de la obra subrayan que el equilibrio de la madurez alcohólica junto con la madurez fenólica de la uva se va a convertir en el factor crítico de la vitivinicultura de calidad, y que la gestión del agua de riego va a ser la estrategia clave de adaptación en muchas zonas, lo que acarreará un aumento de los conflictos por su gestión y uso sostenible.

Sotés muestra su convencimiento de que la viticultura se adaptará y sobrevivirá a los cambios climáticos, como siempre ha sucedido, pero «lo que nos preocupa es el destino de nuestras viñas, la calidad de nuestros vinos y el futuro de la producción que ha conformado nuestros paisajes y culturas».

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Por otro lado, esa adaptación exigirá, como advierte Compés, que «la obtención de uva y vino va a requerir cada vez más conocimiento y capital científico y tecnológico de todo el proceso productivo, dado que la vitivinicultura tradicional no tiene capacidad para hacer frente a las múltiples alteraciones ambientales que están ocurriendo». En este sentido, Sotés añade que tal desafío «no se podrá superar sin una nueva conciencia ecológica que priorice la reducción de los impactos negativos de las actividades productivas y sus correspondientes huellas».

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