VICENTE LLADRÓ
Domingo, 7 de febrero 2016, 23:52
Una nueva amenaza se cierne sobre las cosechas de almendras en la Comunitat Valenciana cuando los agricultores disfrutan por fin de unos precios dignos y el cultivo se encuentra en plena expansión, puesto que representa actualmente una de las más prometedoras alternativas para quienes disponen de agua de riego y quieren cambiar otras producciones que dejaron de ser rentables. La preocupación surge a raíz de los graves daños causados por una avispilla cuyo nombre científico es 'Eurytoma amygdali Enderlein' y en algunos lugares es conocida popularmente como la 'avispilla negra'.
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La plaga apareció por primera vez en España en 2010 y en plantaciones de almendros de Castilla-La Mancha, pero ya se ha detectado su aciaga presencia en campos valencianos, sobre todo en las comarcas del valle de Ayora-Cofrentes y la plana de Utiel-Requena. También se han desatado las alertas en diversas zonas de Aragón, donde las autoridades agrarias han advertido que el insecto es muy virulento y se extiende rápidamente y de manera exponencial.
Dada su rapidez de propagación era muy previsible que acabara entrando en la Comunitat Valenciana, porque las zonas de Castilla-La Mancha más afectadas son precisamente las de la comarca limítrofe de La Manchuela en la provincia de Albacete. La primera explosión tuvo lugar entre 2010 y 2011, extendiéndose a diversos municipios como Mahora, Madrigueras, Cenizate, Valdeganga, Jorquera, Alcalá del Júcar, Carcelén, Casas Ibáñez, Casas de Ves, Fuentealbilla y otros.
Las hembras adultas realizan sus puestas en el interior de las almendras cuando están en fase de crecimiento, perforando las cortezas con sus potentes oviscaptos. Las larvas que salen de los huevos crecen alimentándose de los granos o pepitas que son la parte comestible y comercial de la almendra y que quedan completamente inservibles mientras los gusanos completan su metamorfosis, convirtiéndose en ninfas o crisálidas, de las que saldrán más tarde las fases adultas.
Pero no sólo se limitan los daños a los frutos perjudicados, sino que estos mismos se convierten en lanzaderas para la posterior progresión de la plaga en nuevas etapas. Esas almendras atacadas quedan enteras pero secas y adheridas por los pedúnculos a las ramas. No se desprenden como suelen hacerlo las sanas cuando superan su plena madurez, ni siquiera cuando se vibra o varea el arbolado en la recolección. Esto es muy importante que lo conozcan los agricultores, puesto que entre las medidas de control es básica la eliminación de los frutos viejos afectados, ya que de las ninfas que quedaron en su interior surgen los nuevos adultos, que agujerean la corteza para salir, como lo hicieron sus madres para poner los huevos, y vuelan a otras almendras verdes para seguir la misma pauta e iniciar otro ciclo.
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Al parecer no se conoce el origen de procedencia de esta plaga, pero el hecho de que apareciera de repente en 2010 y no se tuviera conocimiento previo de su presencia en España hace pensar claramente en su introducción a través de importaciones de almendras que llegaran infectadas. Lo que ha pasado tantas veces en muchos cultivos por la evidente falta de control en las fronteras frente a las importaciones.
La semana pasada, precisamente, la Comisión Europea anunció su decisión de endurecer, «en breve y a través de un cambio legislativo», las actuales condiciones de entrada en el territorio comunitario de productos agrarios procedentes de terceros países, con objeto de combatir con mayor eficacia los riesgos de introducción de nuevas plagas en la agricultura europea.
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Este anuncio ha sido en respuesta a la intervención del presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), Cristóbal Aguado, ante la comisión de peticiones del Parlamento Europeo, como culminación a largas reclamaciones de dicha organización en tal sentido. AVA ha contado en las instituciones europeas con el decidido apoyo de diversos eurodiputados españoles, en especial del valenciano Jordi Sebastiá (Compromís).
Datos oficiales de la propia UE revelan que al menos cada siete meses entra una nueva plaga o enfermedad agraria como consecuencia de la laxa actitud inspectora; sobre todo afectan estas dolencias a los cultivos del sur de Europa y su entrada se produce especialmente por puertos del norte, poco sensibles a este problema porque tales patógenos no afectan a sus producciones por la climatología más fría.
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La problemática se agudiza cuando la UE está inmersa en una constante reducción de plaguicidas químicos y el fomento de sistemas de lucha biológica, pero las nuevas plagas campan a sus anchas al llegar porque no se encuentran aquí con depredadores que las mantengan a raya.
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