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Arriba a la izquierda, un campo cultivado y rodeado de maleza.

La acumulación de maleza amenaza el valle de la Casella

Los agricultores temen por sus cultivos en caso de incendio

V. LLADRÓ

Domingo, 28 de agosto 2016, 23:51

El emblemático valle de La Casella, en Alzira, ofrece una clara muestra de lo que se repite en múltiples ocasiones a lo largo de la geografía valenciana y supone un alto riesgo en caso de producirse algún conato de incendio.

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Campos cultivados se entremezclan con otros abandonados, donde la broza ha ido creciendo de manera anárquica entre los árboles frutales que hace tiempo dejaron de cuidarse y hoy están resecos o totalmente muertos, y todo junto representa una enorme acumulación de maleza, o biomasa, en la terminología más usada hoy, lo que representa un gran peligro latente.

Expertos en la materia vienen advirtiendo, cuando se registran incendios forestales, que uno de los problemas principales, para explicar la gran voracidad que cobran las llamas y la rapidez con que se propagan, radica en la enorme suma de material inflamable que existe en el monte y en los campos abandonados. En este último caso, las fincas incultas, repletas de broza y convertidas en secarrales, son auténtica pólvora que puede acelerar cualquier incendio, mientras que las explotaciones agrarias cuidadas y sin vegetación espontánea acumulada ejercen de eficaces cortafuegos ante un eventual siniestro.

Esto lo sabe hoy todo el mundo y se repite sin cesar; no obstante, el triste panorama es el de multitud de ubicaciones en las que se da idéntica problemática, como ésta que muestra el valle alcireño de La Casella. Las lluvias -cuando llovía- propiciaron durante años el crecimiento exagerado del herbazal y matorrales. No se ha limpiado nada, ni se han hecho los convenientes aclareos de pimpollos donde proliferan en exceso. En apoyo de que todo crezca a su aire y sin intervención alguna están las opiniones ecologistas radicales, que aluden a favorecer así la biodiversidad, lo que viene bien como excusa al gobernante de cada momento porque se ahorra esfuerzo y presupuesto.

Sin embargo, el resultado no puede ser más preocupante, ya que el monte repleto de biomasa se expande en los campos abandonados, multiplicando así el peligro generalizado y la amenaza concreta sobre fincas colindantes bien cultivadas. Como las del valle de La Casella, cuyos agricultores acumulan el temor de verse rodeados de un polvorín que pone en grave riesgo sus explotaciones si no se actúa, cuando es obligado por ley que cada cual mantenga en buenas condiciones su propiedad. Pero no siempre se hace cumplir la norma.

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