VICENTE LLADRÓ
Domingo, 28 de agosto 2016, 23:51
Entre Lliria y Benaguasil, a medio camino de los santuarios de Sant Miquel y la Virgen de Montiel, crece una plantación de papayas donde antes había naranjos y hortalizas, que son los cultivos que aún predominan alrededor. Son unas quince hanegadas repletas de plantas que aportan un fuerte exotismo a estas tierras acostumbradas a otras cosas. Pero el afán de encontrar alternativas que puedan rentabilizar mejor el trabajo agrícola ha llevado a un grupo de profesionales de Benaguasil a adentrarse en el terreno de las frutas tropicales. Siguen con ello la estela de algunos pioneros que iniciaron las primeras pruebas y, sobre todo, de Tomás Faulí, técnico agrícola de Villamarxant que ha trabajado media vida en la Costa del Sol malagueña, de donde trajo la novedad de lo que allí hace tiempo que es pauta común.
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Si primero se fueron implantando aguacates en tierras valencianas, buscando siempre los rincones más resguardados del frío, y algunos probaron con mangos, litchis y otros productos exóticos, ahora cobra auge la posibilidad de que acampe bien la papaya, una fruta que está muy de moda por sus grandes cualidades nutritivas y para la salud. Como la oferta es escasa y llega de Centroamérica y otras áreas tropicales, se paga a altos precios, lo que contribuye a animar a quienes se arriesgan en la aventura.
Pero el caso es que los resultados están siendo muy prometedores. Según Juan Manuel Peiró y Quique Brisa, promotores de esta plantación de Benaguasil, la evolución no puede ir mejor hasta el momento y esperan empezar a recoger cosecha dentro de unos dos meses. De hecho, entre las hileras de plantas, que ya miden más de dos metros (se trasplantaron al campo el 3 de junio), se aprecian las flores y los frutos que empiezan a crecer de las axilas de unión de las hojas con los troncos.
Entre las 7.000 papayas que tienen hay de tres variedades, de las que seleccionarán la que vean más adecuada para el futuro, aunque el año que viene también introducirán otras dos proporcionadas por la compañía Intersemillas. Al mismo tiempo están adquiriendo experiencia en diferenciar las plantas que son machos (no productivas), de las hembras y las hermafroditas (dan frutos de mayor calidad), para orientar mejor próximas plantaciones, al tiempo que avanzan en definir los marcos de separación más adecuados (superintensivos, un metro entre plantas y dos como máximo entre hileras) y las prácticas convenientes de riegos, fertilización y lucha contra plagas. Araña roja y oidio son los principales problemas, pero funcionan bien fitosanitarios habituales. También la atacan las urracas. En cuanto a herbicidas, no admite residuales, sólo de contacto, como tampoco conviene mover mucho la tierra, porque las raíces son muy superficiales.
Antes de establecerse la plantación en el campo, las semillas se hicieron germinar en invernadero y se dejaron crecer allí los planteles hasta el 3 de junio. De esta forma se adelanta bajo plástico una fase de crecimiento que sería muy arriesgado realizar por completo al aire libre durante el invierno, porque la papaya es muy sensible al frío. Esta es una opción, convirtiendo el cultivo de la papaya en un ciclo anual; pero se sabe que si la planta se salva de las heladas puede crecer varios años y entonces adquiere mayor porte y productividad y ahorra gastos de reproducción. Cerca de esta plantación hay un buen ejemplo: a resguardo de la tapia del huerto de un chalet asoma por encima un papayo de tres o cuatro años con frutos ya muy desarrollados.
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En vista del auge de su proyecto, Quique y Juanma han constituido con otros dos familiares, Héctor y José Brisa, una empresa en toda regla (Agribripe), con el objetivo de «buscar todo tipo de alternativas de cultivo y hacer lo que otros no hagan», especialmente en su comarca de Camp de Turia. Así han empezado a probar con maracuyá, otra fruta tropical, pero al mismo tiempo producen tomates valencianos tardíos (hay hueco de mercado) y están a punto de recolectar una finca de melonas (especie de sandías apepinadas), fruta que es muy del gusto de inmigrantes magrebíes y cuya venta han contratado con una empresa de Barcelona.
Su exitosa aventura en papayas se suma a las que se desarrollan en Torrent y en Pedralba, esta última con el apoyo de energía geotérmica (calor del subsuelo) en el invernadero.
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