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V. LLADRÓ
Domingo, 12 de marzo 2017, 23:52
Ante los inesperados daños por caracoles que meses atrás sufrieron muchas partidas de cítricos, los productores que los padecieron se plantearon esta duda: ¿Se trata de alguna especie nueva o simplemente son crías de caracoles de siempre, que han nacido en época no acostumbrada y no han terminado de crecer? LAS PROVINCIAS reveló la existencia de este problema en enero pasado.
La duda se basaba en el diminuto tamaño de los caracoles y los lugares, tan poco habituales, donde se ensañaron con los frutos. En vez de encontrarse las naranjas y mandarinas agujereadas en el suelo o entre las 'faldas' bajas del arbolado, aparecían entre las ramas altas, y en muchos casos no se descubría la gravedad de la afección hasta el mismo momento de la recolección, cuando el personal encargado de la tarea hallaba la presencia de frutos perforados o mordisqueados y los dejaba caer al suelo en abundancia, para perplejidad del dueño de turno.
Al indagar las causas del desastre, entre las hojas y ramillas era fácil ver a multitud de caracolillos que a escondidas habían perpetrado la fechoría. Y entonces surgía la pregunta: ¿Cómo son tan pequeños y están en sitios tan altos y en estas fechas; o acaso nos han llegado nuevas clases de dañinos caracoles?
Una investigadora, Julia Lora, se interesó por el asunto y trató de indagar desde el centro donde trabaja, en Zaragoza, al servicio de la empresa de origen francés De Sangosse. Esta compañía está especializada en la elaboración de molusquicidas (plaguicidas para combatir los ataques de caracoles y otros moluscos en agricultura) y cuenta con una fábrica en la población valenciana de Silla.
Julia intentó obtener datos al respecto a través de la Conselleria de Agricultura, el IVIA y otras instancias del agro valenciano; al no conseguir algo relevante se puso en contacto con LAS PROVINCIAS, donde le confirmamos la gravedad del problema y además le facilitamos una muestra de los caracolillos en cuestión, para que los estudiase.
La conclusión de Julia Lora, con el apoyo de un informe de Alberto Martínez, del Museu Valencià d'Historia Natural (sito en L'Hort de Feliu, en Alginet), es que se trata de dos especies muy habituales en los campos valencianos: la más abundante en la muestra, el caracol conocido popularmente como 'Moro', de nombre científico 'Cornu aspersum' o 'Helix aspersa', y el 'Cernuella virgata', popularmente llamado 'Avellanenc' o 'caragol Pato'.
Las deducciones de Julia confirmaron lo que apuntamos en enero: las condiciones meteorológicas favorables (temperaturas cálidas hasta casi final de año y lluvias abundantes) hicieron eclosionar las puestas de huevos que en otras circunstancias suelen salir dos o tres meses más tarde. A continuación las crías se encaramaron a las ramas altas de los árboles para refugiarse del frío, y allí fueron haciendo de las suyas.
Otra conclusión muy importante de Julia Lora es que se efectúan muchos tratamientos con molusquicida (gránulos con metaldehido) a destiempo, se esparcen cantidades excesivas pero de forma poco eficaz para frenar los ataques.
Detectarlos a tiempo
Su consejo es que, al igual que con todas las plagas, se realice un monitoreo para conocer cuándo empiezan a moverse los caracoles. Lo del monitoreo puede resultar palabra rara o algo complejo de realizar, pero es muy sencillo, según explica la técnica. Existen trampas ex profeso, pero basta colocar alguna teja invertida, o un ladrillo apoyado en una piedra, o una madera, o un plástico, en lugares apropiados, cerca de donde se intuya un 'camino' de penetración. Cada agricultor conoce mejor su campo y sabe si los caracoles le llegan de una parcela abandonada, una acequia, etc.
El caso es que tenderán a refugiarse en esas 'trampas', que deberán ubicarse cerca de los troncos de los primeros árboles. Cuando se descubra de nuevo presencia de moluscos, a tratar. La dosis máxima que aconseja es de 3-5 kilos por hectárea (muy inferior a la que se suele usar) y naturalmente recomienda el producto de su empresa, 'Metarex Inov', que es de cebo fresco y con atrayentes especiales (extracto de colza) para ganar máxima eficacia. También disponen de máquinas manuales para ayudar en un mejor reparto de los gránulos.
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