Borrar
Urgente El Sueldazo de este domingo premia a un jugador con 300.000 euros y un sueldo de 5.000 al mes
Tractorada en Valencia. Irene Marsilla
El campo valenciano, entre la rabia y la desesperanza

El campo valenciano, entre la rabia y la desesperanza

Tras años de crisis estructural, los agricultores dicen basta en una semana de protestas para hablar con voz propia

Domingo, 11 de febrero 2024, 01:27

Es difícil reivindicarse cuando apenas te quedan voz y fuerzas. «Estamos agotados», cuenta Luis Julián tras una de las jornadas de protestas en las que participó esta semana. Los que trabajan la tierra, la materia más prima posible, han dicho basta a todo lo que, consideran, les está asfixiando. Su reivindicaciones tienen un tono de rabia, pero también albergan un hilo de desesperanza tras años de reclamaciones que no llegan a surtir el efecto necesario para lograr su principal objetivo, que no es otro que «poder vivir del trabajo» que realizan. En otras palabras, conseguir que el sector agrario sea rentable desde el origen, no sólo para el resto de los eslabones de la cadena que se benefician del sector primario.

Aquí entra en juego la ley de la cadena alimentaria, una norma cuyo objetivo es evitar las ventas a pérdidas, además de salvaguardar a los agricultores en los procesos de contratación y evitar impagos y morosidades. Sin embargo, esta ley no está aplicándose, según denuncian desde diversas organizaciones agrarias. Tanto es así que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tuvo que salir esta semana a prometer que reforzará esta normativa. Los últimos datos de sanciones por vulnerar esta normativa son, cuando menos, llamativos. Y es que en el último trimestre, la Aica sólo ha publicado un total de 34 multas en toda España. En 15 meses, el Ministerio de Agricultura ha puesto 195 multas por un importe total de 641.000 euros, una cifra que el sector agrario ve «insuficiente» para frenar los comportamientos abusivos.

Pero la posición de poder del resto de eslabones de la cadena no es el único problema al que se enfrenta el sector. La forma de gestionar la Política Agraria Común (PAC) y los más recientes Pacto Verde Europeo o la Agenda 2030 son otros de sus frentes. También hay reclamaciones para el Gobierno central y para las comunidades autónomas a las que, por ejemplo, se pide reformas urgentes en cuanto a la simplificación de los trámites burocráticos que «ahogan a los profesionales del campo», según Asaja, Coag y UPA. Ahí entra el denostado 'cuaderno digital', que obliga a numerosos agricultores a tener que contratar a un ingeniero agrónomo para que les ayude a controlar digitalmente y de manera frecuente sus cultivos, algo que supone un lujo para muchos teniendo en cuenta los problemas de rentabilidad.

A esto se suman las medidas que quiere introducir Europa respecto a la sostenibilidad y la producción respetuosa con el medio ambiente, lo que aumenta los costes de producción. Pero, sin duda, el Pacto Verde Europeo se encuentra en el foco de las crítica, pues se relaciona directamente con las importaciones de productos del campo provenientes de países terceros, a los que no se les exigen las mismas condiciones que ahora se quieren implantar al sector agrario español y en otros países europeos como Francia, Portugal o Alemania, cuyos agricultores también han salido a la calle.

Fernando Durà, arrocero. LP

«Si no fuera por las ayudas no cubriríamos costes»

La situación del arroz es ciertamente paradójica. Es uno de los cultivos más rentables, pero las políticas fitosanitarias y comerciales de la Unión Europea están complicando esta rentabilidad. «Nos da para tener un poco de margen y ya está. El problema viene porque en los últimos diez años nos han prohibido muchos productos para curar enfermedades del arroz y no tenemos alternativas», explica Fernando Durà, arrocero. Según cuenta, el hecho de que el cultivo del arroz deba estar inundado da lugar a la aparición de malas hierbas y hongos. «Nos han quitado cuatro herbicidas y el fungicida que más eficiente. Ahora el hongo que más nos afecta está cogiendo resistencia a los productos que estamos tirando, no tenemos una alternativa real y eficiente», lamenta.

Esta situación ha tenido como consecuencia la pérdida de un 20% de la producción. «Por mucho que nos suban el precio en origen, no nos llega para cubrir los costes. Si no fuera por las ayudas que tenemos de la PAC no llegaríamos a cubrirlos», agrega Fernando, quien sostiene que el principal competidor del arroz valenciano es Myanmar. «La UE quería aumentar los límites del fungicida 'Triciclazol' para el arroz que venga de Mercosur, algo que nosotros tenemos prohibido. De momento lo hemos conseguido parar», señala.

Vicente Carmelo, agricultor de caquis. LP

«Las plagas están acabando con el caqui»

El caqui era una fruta que no tenía mercado debido a sus características. Había muy pocos árboles, que crecían en los márgenes de los campos citrícolas y su consumo era muy minoritario Sin embargo, hace poco más de dos décadas esto cambió y el caqui supuso un revulsivo para el campo de la Ribera y para dar alternativa a la naranja que ya no era rentable. Los avances técnicos consiguieron crear una nueva variedad, el rojo brillante, que se podía comer duro y con una vida mayor lo que permitía su exportación. Así nació la denominación Kaki Ribera del Xúquer hace 25 años.

Muchos agricultores de la Ribera arrancaron sus naranjos para plantar caquis y conseguir una mayor rentabilidad. Durante unas décadas volvió a generar ilusión y riqueza en las tierras valencianas pero desde hace unos años la crisis agrícola también ha arrasado con esta fruta.

«El principal problema son las plagas, el cotonet y la mosca blanca que afectan mucho al caqui. Como es un cultivo minoritario a nivel global no se realizan estudios para encontrar nuevos insecticidas y con los dos que están autorizados no podemos combatir estas plagas», explica Vicente Carmelo.

El problema de la falta de fitosanitarios se suma a otro general para todos los agricultores, los bajos precios. En el caso del caqui, el kilo en un año de producción normal se paga entre 0,28 y 0,30 céntimos mientras que el agricultor tiene unos 0,27 céntimos de gastos. En definitiva, no hay beneficio.

«Nos cuesta mucho de cultivar porque ha subido el precio de todo, agua, abono… No sacamos ni para gastos», reconoce este productor.Además en las últimas campañas se ha reducido mucho la producción debido a los problemas meteorológicos, granizadas, mucha lluvia en primavera…, lo que ha subido precios pero no ha compensado la falta de kilos.

Los productores de caqui también se suman a las protestas agrícolas ya que denuncian que están muy controlados por la Unión Europea, que la burocracia los asfixia y reclaman las mismas condiciones para todos.

Francisco Campillo, productor de naranjas. Iván Arlandis

«El drama es no poder vivir de la naranja»

Francisco Campillo, Paco Campillo para los amigos, es uno de esos agricultores que no esconde su opinión. Pertenece a la asociación Ava-Asaja y encabeza la agrupación de Camp de Morvedre, que durante décadas fue independiente. Y se nota. Por mucho que entidades como la suya no respalden las protestas y preparen las suyas para los próximos días admite que las entiende y respalda.

«Hubiera sido más bonito ir todos juntos a una pero es un movimiento justo», remarca Campillo. El agricutor, que lleva toda la vida viviendo del campo, lamenta como poco a poco se ha ido deteriorando la situación y asegura que ahora «el drama es no poder vivir de la naranja». Porque él, como muchos, se ha especializado en este cultivo tan valenciano que tantas alegrías ha dado, aunque también dolores de cabeza.

En especial por la incertidumbre que viven. «Esta campaña empezó con precios decentes con los que nos podíamos defender pero ha caído en picado», explica Campillo. Matiza que conforme han pasado los meses las naranjas se han pagado cada vez peor y las variedades más tardías se están quedando muchas veces en el árbol.

Para este vecino de Sagunto lo fundamental es poder asegurar unos precios dignos que inviten a que la gente pueda seguir viviendo del campo. También que se termine con la especulación porque asegura que aprovechando las malas circunstancias algunos intentan comprar cítricos baratos que afirman que dedicarán al zumo y luego las venden a un precio más elevado.

Armando Boullosa, productor. LP

«He pasado de tener 100 olivos a un campo de 17»

Desde el algarrobo a la almendra, pasando por los cítricos...Armando Boullosa ve difícil solución a los problemas que afectan por igual a todos estos cultivos de los que él da buena cuenta como productor. «El problema viene de atrás. Empezó con la sequía, que disminuyó la cosecha hasta un 60% en el caso de la viña. Nos dieron una pequeñísima ayuda, pero las protestas de estos días son sobre todo por la competencia desleal de otros países», explica este veterano agricultor de 72 años que, dentro de lo que cabe, ha podido capear la caída de demanda que sufre el vino tinto en el mercado, ya que él produce uva moscatel, empleada en la elaboración de vinos blancos. «No obstante, la caída de producción se ha ido sustituyendo en el mercado por productos importados», señala Armando, que cuenta que la uva moscatel se está pagando a 30 céntimos el kilo, «un precio muy por debajo».

Según cuenta, las ayudas de la PAC llegan, pero se complica con el sistema de eco-regímenes. «Piden requisitos generales que no atienden a las peculiaridades del terreno y orografía. Aquí las patatas hay que regarlas cada ocho días y en Polonia crecen en secano, sin riego», explica.

Entre sus cultivos, también cuenta con olivos, pero sólo para consumo propio debido a la falta de rentabilidad. «Yo tenía 100 olivos y ahora tengo 17. Te exprimen tanto que no ganaba dinero, no era rentable y lo he dejado para consumo propio», afirma. Detrás de esta situación está la aparente falta de eficiencia de la ley de la cadena alimentaria, cuya finalidad es evitar el abuso de los operadores comerciales hacia el productor. «La ley no se cumple absolutamente para nada», critica el agricultor, que tiene sus terrenos en la comarca La Hoya de Buñol-Chiva.

En cuanto al futuro de sus campos, lo ve incierto. «Probablemente se venderán y si no, las dejaré perder», cuenta Armando, que, com autónomo, apostilla que la jubilación está en 875 euros mensuales en bruto, antes de retenciones.

Luis Julián, viticultor. LP

«Llevo 27 años aquí y en la vida ha estado tan mal»

Sobrevivir no debería ser lo normal. Luis Julián lleva trabajando en el sector vitivinícola en la comarca Utiel-Requena desde los 20 años. Ahora tiene 47 y asegura estar viviendo un momento sin precedentes, en el peor de los sentidos. «Estamos con más trabajo que nunca y menos ganancia. En la vida esto ha estado tan mal como hasta ahora y llevo 27 años en esto», cuenta.

En su caso, cuenta con 32 hectáreas de viña. «Llevo dos años a mitad de cosecha», cuenta este viticultor, que hace dos campañas atrás producía 250.000 kilos anuales de uva. «En 2022 hubo un pedrisco a lo bestia y cogí 130.000 kilos. Este año he cogido 120.000 kilos también por culpa del granizo y por problemas fisiológicos derivado del frío», añade.

Para más inri, los seguros no responden, según cuenta Luis. «En mi caso el 30% se lo ha quedado el seguro porque no lo ha peritado», lamenta. Pero, al igual que el resto de agricultores, el principal problema de su ramo es la caída de los precios en origen, sumado al incremento de los costes y las pérdidas por la situación climática. «Los precios y la burocracia, porque la cantidad de días que tenemos que perder para el papeleo es increíble. Si no fuera por las ayudas estaríamos muertos, pero no quiero subvenciones, lo que quiero es trabajar tranquilo», sentencia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lasprovincias El campo valenciano, entre la rabia y la desesperanza