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El precio de la algarroba está batiendo un récord histórico. Las industrias procesadoras, que son los puntos finales de recepción de esta materia prima, pagan hasta 0,75 euros por kilo más IVA (12%), con lo que el productor suma un ingreso bruto de 84 céntimos por kilo. Quién lo iba a decir hace pocos años, cuando apenas se pagaban 20-25 céntimos, siguiendo la mortecina senda que ha propiciado un sistemático abandono de este cultivo.
En los almacenes de compradores intermediarios, el agricultor recibe algo menos: entre 50 y 60 céntimos más IVA. La diferencia cubre los costes intermedios de gestión, almacenamiento y transportes desde el origen hasta las factorías troceadoras; a cambio, el productor que dispone de cantidades moderadas dispone de la facilidad de resolver la cuestión en la propia localidad y se evita transportes y quebraderos de cabeza, cuando lo habitual es que no cuente con medios apropiados.
El notable aumento del precio de la algarroba se debe a la subida de la demanda de los productos que se derivan de este fruto típico del secano valenciano, lo que, al mismo tiempo, está condicionado un inusitado interés por realizar nuevas plantaciones de algarrobos, puesto que, de mantenerse tales niveles de cotización, es obvio que su cultivo puede resultar más rentable que muchos otros que atraviesan hondos problemas, incluidas muchas variedades de cítricos y demás frutales.
Es sorprendente el cambio de protagonismos sobre el papel: durante décadas pasadas se arrancaron innumerables campos de algarrobos para dar paso a la expansión de cítricos, caquis, granados, etc., y ahora, en cambio, buena parte de todo ello va perdiendo viabilidad y vuelve a ser el algarrobo el que cobra renovada importancia.
Sin embargo las nuevas plantaciones se asientan con criterios agronómicos muy distintos a los que regían tiempo atrás, cuando solía decirse en el campo: el abuelo planta algarrobos, el hijo los cría y el nieto recoge algarrobas. Esto ya no es así porque, para empezar, nadie piensa en plantar algarrobos ahora si no cuenta con agua segura, y en regadío, un algarrobo, como cualquier otro árbol, crece tan deprisa como un naranjo o un caqui. Además, hablamos de plantaciones intensivas, como se hace desde hace años con olivos y almendros, y con variedades seleccionadas, más productivas.
El principal elemento que 'tira' del precio de la algarroba es su semilla, el garrofín, con cuyos cotiledones se elabora la apreciada 'goma de garrofín', el aditivo natural E-410 que se emplea como espesante o gelificante en multitud de procesos de la industria alimentaria, como la de helados y comidas preparadas. Su cotización actual llega a los 7 euros el kilo, pero su peso medio suele rondar sólo el 10% de toda la vaina de la algarroba, por lo que es importante seleccionar y cultivar variedades que den un poco más de rendimiento (12% o 14%) sin reducir la productividad.
Por otro lado se registra una auténtica revolución en el aprovechamiento de la pulpa, el 90% de la algarroba, que antiguamente se usaba sólo como pienso y ahora se obtienen elaboraciones muy saludables para alimentación humana, sobre todo productos dietéticos o funcionales y chocolates y derivados sin la cafeína del cacao.
La parte negativa es que la subida de precios atrae más a los ladrones de algarrobas, por lo que La Unió de Llauradors ha pedido más vigilancia en los campos y en los almacenes «sospechosos» de comprar mercancía robada.
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