Una grave dolencia ha empezado a extenderse en plantaciones valencianas de kiwis, uno de los cultivos que se vienen extendiendo en los últimos tiempos en esta tierra por su rentabilidad y expectativas ante una demanda en aumento. La enfermedad debilita súbitamente las plantas afectadas, que pierden las hojas, dejan de ser productivas y mueren, mientras el problema se extiende a otros ejemplares aledaños. Fue bautizada como 'Moria' (muere, traducida al castellano, no muerte) en Italia, donde se detectó por primera vez y de donde es fácil imaginar que se ha ido extendiendo con el trasiego de material vegetal, propiciado por el creciente interés de los cultivadores por disponer de nuevas variedades generadas en aquel país.
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Italia es el segundo productor de kiwis, tras China (de donde proviene esta fruta) y por delante de Nueva Zelanda, país que tiene la primera comercializadora del mundo, Zespri, ahora sumamente interesada en conocer todo lo necesario sobre esta enfermedad y sus posibles remedios. Por esta razón, los neozelandeses han extremado sus ya potentes medidas para evitar la entrada en su territorio de cualquier alimento o material vegetal o animal sin pasar los más estrictos controles.
Sin embargo no se conoce aún a qué se debe este mal, por más que se han incrementado los esfuerzos de investigación. En el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) trabaja en ello el equipo de Antonio Vicent, especializado en hongos, puesto que parece que estamos ante un problema fúngico, pero sin haberse podido concretar nada todavía. Es más, según diversos equipos de investigación, cuando logran aislar algún patógeno que descubren como directamente relacionado, poco después se encuentran con algo que les contradice o cierra el camino iniciado, por lo que se tiende más bien a hablar ahora de un 'síndrome', un conjunto de problemas inespecíficos relacionados con las condiciones del suelo y la evolución de las raíces, que estarían en el origen del todo, aunque luego, empezado el proceso de decadencia, llegarían hongos y bacterias que no serían culpables directos pero rematarían la mala jugada.
Lo fundamental que se conoce es que las raíces se debilitan, ennegrecen y se pudren. A renglón seguido se va secando la parte aérea; incluidos los frutos pendientes, que se mustian y no sirven.
El problema empezó cerca de Verona en 2012 y hoy se reconoce que sólo en Italia han muerto más de 2.000 hectáreas; o quizá ya sean más en realidad, dada la rapidez de expansión que se aprecia. Al igual que en España, también se ha detectado en Francia, Grecia, Turquía, Japón, Corea y China; no en Nueva Zelanda.
Los fungicidas y bactericidas empleados no son eficaces. Tampoco se ve una pauta a seguir tras analizar exhaustivamente comportamientos con distintos tipos de suelos o de fertilización y diversos modos de manejo del riego: afecta a todo por igual.
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No obstante se ha encendido una posible luz por la vía de emplear patrones o pies que puedan ser más resistentes o tolerantes que otros, y desde luego se ha visto claro que el más sensible es el patrón franco (de la propia variedad productiva, reproducida por esqueje, sin otra clase para la raíz).
En los viveros ya se usan patrones resistentes al mal y, al mismo tiempo, algunos productores profesionales tratan de salvar sus plantaciones adultas mediante la laboriosa técnica de aplicar injertos de proximidad. Esto consiste en plantar pequeñas plantas del nuevo patrón junto al tronco adulto e injertarlo sobre él, realizando una incisión en 'T', como si fuera para un escudete en naranjo, de modo que al crecer uno sustituya el pie del otro. Para ello se utiliza planta de 'Actinia Arguta Bounty', un 'kiwiño' (produce kiwis como uvas) muy robusto y de rápido crecimiento. Es una tarea muy laboriosa que ya se ensayó contra la 'Tristeza' de los cítricos, pero con los kiwis puede tener más éxito para salvar sus costosas plantaciones.
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