Los tractores agrícolas fueron de los primeros vehículos de socorro en presentarse en las calles de los pueblos más afectados por las inundaciones, para emprender cuanto antes la enorme batalla contra el fango. Como ya ocurrió años atrás con la pandemia, los agricultores se ... aprestaron a poner sus medios para ayudar en lo que pudieran, sin cobrar, sin pedir nada a cambio. Sin exhibir siquiera que lo suyo era una acción solidaria. No hace falta. Se hace porque sí, porque toca, porque es lo que hay que hacer, porque no podrían eludirlo. Sin embargo, cerca ya de dos meses después, el campo es el último protagonista del desastre en concitar atenciones oficiales y los agricultores afectados siguen siendo en infinidad de casos los grandes olvidados.
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Por toda la geografía de las zonas dañadas por la dana y las consiguientes riadas sigue habiendo fincas agrícolas repletas de malezas, plásticos, montones de gravas, trastos diversos y hasta vehículos arrastrados por las torrenteras. La mayoría de los caminos destrozados siguen estando intransitables, a menudo plagados de grandes pozas excavadas por las impetuosas avenidas. Muchas veces, en el fondo de las insólitas zanjas se ven tuberías rotas, lo que denota que por allí no pasa el agua y por tanto hay bancales que todavía no pueden regar. Tampoco es cuestión de taponar esas poquedades con lo primero que se pille, en plan arreglo provisional para facilitar el paso de algún vehículo, porque es evidente que antes habrá que reponer las conducciones maltrechas del fondo.
En riegos y caminos se centran las grandes tareas pendientes por recomponer en el medio rural, y con los prolongados retrasos en acudir los encargados de reparar tanto desaguisado está cundiendo la alarma entre los agricultores, porque no pueden atender las necesidades de riego de sus cultivos, agravadas ahora más aún por la sequedad de los recientes vientos de poniente y el ocasional riesgo de heladas en esta época.
Tampoco cabe acceder a innumerables fincas para efectuar recolecciones pendientes de cosechas que se pueden estropear o queden fuera de la época de comercialización que marcan hoy los mercados.
Un elevado porcentaje de producciones de cítricos y caquis puede perderse por la imposibilidad de que los camiones y el personal oportuno puedan llegar hasta los campos, lo que viene a incrementar las pérdidas derivadas de la acción del agua desbocada y, desde luego, la inquietud general.
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La reparación de caminos ha sido encargada a la empresa estatal Tragsa, pero es claro que no hay medios para llegar pronto a todo, lo que está provocando gran nerviosismo entre quienes siguen a la espera y no saben cuándo les llegará el turno. Máxime cuando se transmiten comentarios que indican que alguien encargado de la empresa ha indicado en algún sitio que allí no podrán llegar hasta pasados varios meses y recomiendan a todos paciencia, que todo se irá haciendo.
Sin embargo no es fácil que florezca la paciencia entre quienes tienen urgencia por recolectar fruta pendiente antes de que se estropee, así como sienten la necesidad de aportar agua a sus plantaciones, pero no pueden porque continúa interrumpido el servicio a causa de las roturas del 29 de octubre.
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En los últimos días parece que se está acelerando algo estas cuestiones, al menos a nivel de despachos y disposiciones. La Conselleria de Agricultura ha concedido ayudas de hasta 100.000 euros por comunidad de regantes directamente afectada para que reparar todo lo necesario. La partida está dotada en conjunto con 20 millones de euros, lo que puede resultar insuficiente porque las averías y necesidades son muchas, de modo que hay esperanzas de que, una vez agotado este presupuesto, se pueda ampliar.
Hoy lunes están previstas reuniones entre las diversas administraciones para unificar criterios y agilizar actuaciones. Cristóbal Aguado, presidente de AVA-Asaja, propone que se unan fuerzas para reforzar las actuaciones en todas las líneas pendientes en el campo, comenzando por trazar prioridades: recomposición de redes de riego rotas o averiadas, reparación de caminos que sean más urgentes por las cosechas, incluso habilitar que se utilicen medios locales por parte de particulares o agrupaciones agrarias para agilizar trabajos, siempre con el visto bueno de la Administración.
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Entre las comunidades de regantes se viene comprobando que los presupuestos que se barajan son más elevados cuando pasan por las grandes empresas encargadas, que acaban subcontratando a otras firmas o autónomos locales. Por tanto sería más operativo ir directamente a estas instancias conocidas y cercanas para abaratar y ganar tiempo. Porque en algunos casos se barajan periodos de espera de hasta seis meses, lo que resultaría inoportable.
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