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Huele a verano. Huele a mar. Y en Dénia, en cuanto los Reyes pasaban por Marqués de Campo, llegaba la temporada de los erizos en Les Rotes, ese laberinto de rocas donde solo asomaba el restaurante de Sendra. El Castell, mira las fotos si no me crees, no tenía pinos. Y desde el Martell, al borde del mar, se veía como una mole vigilante y seria, una tortuga enorme, testigo de la historia de un puerto antiguo.
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Adolfo Utor nació en Alhucemas, puerto de mar, en 1961. Pero su familia se trasladó muy pronto a Dénia, una ciudad de pescadores y jugueteros. John Farrow, el papá de Mia, ya había rodado 'John Paul Jones' para Bronstons. Pero luego vino 'El hijo del capitán Blood', y 'Cervantes', mientras Roser Cabrera, una joven profesora de francés, se reunía al atardecer con los marineros viejos, para anotar un vocabulario de los oficios de la mar llamados a perderse.
Roser, muchos años después, recuerda al joven Adolfo Utor como «un alumno inteligente, educado, con facilidad para la lengua extranjera, el francés en mis clases». La profesora dice que el presidente de Baleària «destacaba en sus breves escritos por tener las ideas muy claras, lo que normalmente no era habitual en el alumnado de su edad». Los juguetes de hojalata de Sauquillo, en los primeros setenta, aún triunfaban en la feria de Valencia. Pero el turismo lo estaba cambiando todo, desde la Aduana al hotel Mar-Bella, antes solitario, con su terraza al borde del mar. 'Los tres mosqueteros', todos lo recuerdan, se rodó en la explanada del Raset sin urbanizar. Y Adolfo, en el instituto Historiador Chabás, al pie del castillo, era un alumno inquieto por el mundo que le rodeaba.
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«Nunca me dio problemas», recuerda la coleccionista de palabras del mar. «Al contrario, era un gozo tener alumnos como él. Pobre profesor o profesora que no le cayera bien…» Adolfo Utor, el mayor de cuatro hermanos, hijo de un maestro andaluz trasladado a Dénia desde la costa marroquí, llamaba la atención por su capacidad de arraigo y por la facilidad con la que aprendió el valenciano. «En aquella época lo considero como una reafirmación de adolescente, lo que podríamos llamar rebeldía; el valenciano no se estudiaba en las escuelas y muy pocos lo hablaban. Fue el principio de una reivindicación».
«Es veia clarament que tenia les característiques de líder», dice Roser. «Los compañeros le seguían, le escuchaban. Se podría decir que él y unos pocos compañeros suyos eran defensores de derechos y libertades en el Instituto». Paco Ivars, en los hermosos setenta, tenía abierta una librería que era galería de arte y punto de cita de los hippies y los novísimos del momento. Dénia, tan suya, tan consciente de sí misma, hervía como pocas ciudades por la llegada de la democracia. Roser Cabrera recuerda a sus alumnos: «En 1977-78 hicieron asamblea para reivindicar los derechos de reunión y expresión. Fue un momento de la Transición muy difícil en el Instituto; incluso la directora se vio forzada a dimitir».
Adolfo Utor, madera de líder, se puso luego a trabajar. Camarero, vendedor de libros, albañil… Se matriculó en Derecho en Valencia, pero lo dejó estar. Estuvo un año retirado, enfermo, antes de hacer la mili. Hasta que escuchó la llamada del mar, siempre tan cerca, y entró a trabajar en la naviera Flebasa, la que enlazaba Dénia con Ibiza. Inquieto, amigo de las aventuras, emprendedor, hizo de comercial, trabajó en la contabilidad, y llegó a desempeñar la delegación en Madrid. En 1990 era director general.
–Hice de todo; incluso amarré barcos…
Ibiza se ve desde el Cabo o desde el Montgó. Las islas, la travesía del verano; llevar a la gente el sueño pequeño de un crucero por el mar. Estudiantes, gente de mochila y guitarra, la travesía… Líder inquieto, mente despejada, ideas claras tocadas de ese perfume de lo social heredado del padre, el maestro, y del abuelo, el farmacéutico republicano de Algeciras arrastrado por los odios de la guerra. En 1995, cuando el PP tomó el destino de la Generalitat, Adolfo Utor se presentó por el PSOE al Ayuntamiento de Dénia frente al Bloc. Y aunque no ganó, favoreció que Pere Pastor, de Gent de Dénia, desempeñara la alcaldía.
Líos, que no falte nunca la aventura. El laberinto de la política fue una experiencia, un paso más en el conocimiento de la gente y sus resortes. Pronto decidió dejarlo. Entre otras cosas porque, en 1998, la crisis de la compañía naviera, le llevó a pensar y decidir.
–I si comprem la empresa i la portem nosatros mateix? I si le possem Baleària de nom?
Hernán Cortés empezó la aventura con 700 hombres y once barcos. Los de Baleària, con Utor al frente, fueron dieciséis compañeros y dos barcos. Que el dueño anterior, Victoriano Sayalero, había bautizado como 'Manuel Azaña' y 'Julián Besteiro'.
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