Se busca ingeniero agrónomo

Esta situación de bonanza para la profesión de agrónomo -y al mismo tiempo de cierta carencia para parte de la sociedad que no alcanza a tener suficientes servicios de la misma- se debe a la alta preparación de la carrera y las múltiples tareas que pueden atender estos ingenieros, no sólamente las puramente agraristas, que son precisamente las que quedan ahora algo desatendidas, por el fuerte tirón de otras actividades que han ido proliferando últimamente.

A Carbonell le gusta hablar de un concepto nuevo para definir el estatuto más actualizado de la profesión: el ingeniero agrónomo es hoy más bien un ingeniero de biosistemas, y eso le abre muchas puertas.

«Antes, nuestra economía era lineal -explica Pepe Carbonell-: produzco, transformo y vendo, y la tecnología era, digamos, general, común. Ahora, en cambio, nuestro sistema productivo no es lineal, sino que genera nuevos flujos de materia y energía que se pueden aprovechar, y se aprovechan. Nos hemos dado cuenta de que tirando cosas 'no se fa ningú ric', y si de unos residuos orgánicos podemos sacar biogás, lo sacamos; si del digestato que queda podemos obtener ácidos húmicos y fúlvicos para nutrición de los cultivos, los hacemos; y si de lo que queda podemos hacer pellets para calderas de calefacción, se hace. Y todo ello son muestras de la multiplicidad de ocupaciones nuevas que demandan ingenieros competentes en ello: los agrónomos».

Pero es que, además, un ingeniero agrónomo está preparado para levantar estructuras, diseñar redes hidráulicas... y es el competente para diseñar y dirigir nuevos procesos en la moderna industria agroalimentaria, «cometido que es, con diferencia, nuestro principal empleador», apostilla el secretario del COIAL.

Luego resulta que «si un profesional es, por ejemplo, muy bueno en la especialidad de construir estructuras, puede recibir encargos de todo tipo, da igual a qué se vaya a dedicar la nave industrial que le encarguen; puede ser para una granja de ganado, una central hortofrutícola, un garage o cualquier otro tipo de instalación. Y eso es lo que abre de continuo las expectativas de demanda a nuestros profesionales. Todo lo que tenga que ver con el territorio, agua, energía, industria alimentaria, el tratamiento de residuos... les compete y son muy buenos en ello».

Por supuesto que también está la parte de asesoramiento técnico en el campo, directamente enfocada a la estricta producción agraria. Como que ahí está el origen de la profesión. Pero las cosas han cambiado de forma importante en los últimos tiempos. Carbonell reconoce que hay carencias en este sentido: faltan ingenieros dedicados a asesorar en áreas de cultivo, sanidad vegetal, nutrición... Pero es una cuestión «derivada de la oferta y la demanda, actualmente los ingenieros agrónomos tenemos numerosas oportunidades profesionales que resultan sumamente atractivas». Por tanto, la tendencia lógica es acudir a donde le paguen mejor a uno.

La dificultad para encontrar buen asesoramiento en tareas puramente agronómicas se ve acentuada ahora con las nuevas exigencias oficiales para los agricultores en materias como ajustar mejor las pautas de abonado (lo que exige más análisis de agua, tierra y hojas, interpretación de los mismos y determinación de unidades fertilizantes a aportar); o la restricción continua de fitosanitarios, lo que conlleva la necesidad de controles de plagas por medios biológicos y exige la participación de expertos en ello; así como mayor carga burocrática en general y, en definitiva, de una serie de conocimientos de 'amplio espectro' que requieren el concurso de servicios profesionales que escasean.

Sin embargo sí que trabajan en el mercado muchos agrónomos especializados y dedicados con eficacia a ocupaciones meramente agrarias. Lo que ocurre que se los llevan grandes empresas agrarias, las que quieren contar con los mejores especialistas en nutrición vegetal, plagas, diseños y mantenimiento de riegos... y pueden pagarles para que se queden.

Entre tanto, el pequeño agricultor queda un tanto en el limbo en estas cuestiones. Por su tamaño no puede disponer de un buen profesional a su servicio por entero; no puede pagarle. Tampoco suele haber profesionales de este tipo con despacho abierto a la calle, a la espera de que llegue o no algún cliente. No, porque antes se ocupan con quienes les buscan y pagan. En consecuencia, salvo los agrónomos que queden a disposición de pequeños productores a través de cooperativas, SATs o grandes comunidades de regantes, el asesoraamiento técnico requerido se orienta básicamente, para la mayoría de agricultores, a través de almacenes de suministro y distribuidores de abonos y fitosanitarios, lo que a menudo queda condicionado por relaciones e intereses comerciales.

Ahí hay una carencia clara, por lo que existe un importante polo de mercado que debería servir para atraer a nuevos profesionales a la hora de elegir bien su carrera, su futura profesión. Porque se buscan ingenieros agrónomos.