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La juguetería Globoss era una de esas tiendas de toda la vida. En la calle Ramón Asensio del barrio de Benimaclet de Valencia se erigía un establecimiento clásico que durante años ayudó a los vecinos a encontrar ese regalo para el cumpleaños de uno de los pequeños de la casa. Conforme pasó el tiempo el negocio fue perdiendo fuelle ante los cambios en los hábitos de consumo de una población que, cada vez más, empezaba a apostar por las grandes superficies o las compras por internet, aunque resistía. Pero, ante las malas perspectivas, el relevo generacional nunca se produjo, la tienda terminó desapareciendo y dejó sin ocupar un local que meses después sigue vacío.
Este es solo uno de los ejemplos de la dura realidad a la que se enfrentan las sociedades modernas y, de forma especial, la Comunitat Valenciana, donde este tipo de comercio estaba más enraizado. Los datos del último informe de la Oficina Comercio y Territorio-Pateco ponen de manifiesto una sensación que se aprecia en los barrios de los diferentes municipios, donde cada vez hay más locales sin ocupar. En la última década las localidades de la autonomía han pasado de contar con 67.118 establecimientos de proximidad a 59.875, lo que supone una caída de algo más del 10%.
Por norma general, el declive afecta a todo tipo de negocios, aunque es una realidad que algunos resisten mejor que otros y unos pocos incluso logran despuntar. Entre 2020 y 2021 los que más se vieron obligados a bajar la persiana de forma definitiva fueron los especializados en equipos de audio y telecomunicaciones. En apenas doce meses desaparecieron más de uno de cada diez, aunque es una realidad que representaban una cuota de mercado más pequeña.
Los otros que más retroceden y que son más evidentes para la población porque van desapareciendo de sus calles son las carnicerías, los quioscos y las tiendas de papelería, los establecimiento de ropa y calzado o las pequeñas casas de electrodomésticos. Los valencianos compran cada vez menos estos productos en el comercio de proximidad y optan tanto por los grandes almacenes como por la venta por internet.
Y son justo los más especializados en estos nuevos negocios digitalizados los que más crecieron, un 22%. De hecho, incluso desde asociaciones como Unió Gremial han lanzado iniciativas como Nou Gremial, el considerado Amazon del pequeño comercio valenciano, para ayudar a llevar sus productos a otros formatos. Todos los actores coinciden en que una de las claves para la supervivencia es la digitalización.
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También tienen un gran empuje las tiendas centradas en la ortopedia en un momento en el que la población cada vez está más envejecida y, en menor medida, los hornos. El pan es un producto al alza y este tipo de iniciativas proliferan.
¿Y a qué se debe a este retroceso? Los expertos coinciden en que a todo tipo de factores que se pueden agrupar en los cambios en los hábitos de los consumidores. No solo los valencianos sino de toda España. También en la costumbre de querer solucionar las compras lo más rápido posible. Es por ello que, de forma paralela a esta desaparición, se produce un auge de los pedidos por internet y las superficies comerciales más grandes.
La situación es más sangrante en la Comunitat que en España, ya que la primera contaba con una menor presencia del comercio tradicional hace una década. En el país estas tiendas representaban el 16,6% de los locales comerciales y en la autonomía este dato se elevaba hasta el 17,1%. En ambos casos han caído en picado y a cierre de 2021 las cifras representan el 14,2% y el 14% respectivamente. Y esta mayor debacle autonómica tiene su origen en la provincia de Valencia, que ha perdido el 14,4% de los locales minoristas hasta situarse en 27.560, doblando las cifras de los municipios alicantinos y castellonenses. De hecho, hay 93 habitantes por comercio frente a 76 y 77 de las otras provincias.
Otros comercios clásicos de Valencia
Los que están detrás de los mostradores de estas pequeñas tiendas son, por norma general, los mismos empresarios autónomos que decidieron emprender. Las cifras del estudio constatan que la mitad de todos estos comercios de barrio no tienen a nadie contratado y, como mucho, es la familia la que ayuda al mantenimiento. El 30% cuenta con una o dos personas en plantilla, el 10% entre tres y cinco y el resto tiene la posibilidad de tener más personal a su disposición.
En el siguiente escalón ya están las grandes superficies comerciales, que han ganado atractivo entre la población. Los registros de Alimarket evidencian que, desde 2011 se han incrementando los establecimientos de gran consumo. De los 1.804 que había entonces se ha pasado a contar con 2.217. Un incremento que tiene detrás a supermercados como Mercadona o Consum, que no dejan de crecer, pero también a las tiendas de autoservicio. Es decir, de menos de 119 metros cuadrados que son más típicas de los barrios de las ciudades. Además, de forma paralela han aumentado también los centros comerciales hasta un total de 62 y en la actualidad hay cinco en proyecto. Lo único que ha disminuido son los hipermercados (las tiendas de más de 2.500 metros cuadrados).
Rafael Torres, presidente de Confecomerç y de la Confederación Española de Comercio, saca a la luz una contradicción de la población. Sostiene que la gente tiene una buena percepción de este tipo de establecimientos, pero muchas veces su apoyo es mínimo. «En la pandemia se ha apreciado la confianza que los clientes han depositado en el pequeño comercio, que sin duda es un formato que apuesta por la cercanía, que promueve la economía local, que hace crecer a los municipios, que hace barrio y que ofrece un producto fresco y de calidad», asegura. Además, recuerda «que cuenta con proveedores cercanos, lo que representa un 'win to win' para todos, que ofrece a los clientes un trato más humano, con atención personalizada y asesoramiento especializado, y que es el más sostenible, porque respeta a nuestro medio ambiente».
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En este sentido, apunta que se ha lanzado una campaña para reivindicar estos valores y para concienciar a la gente para que apueste por las tiendas de barrio. Algo que considera fundamental en el contexto actual, marcado por precios de la energía disparados que repercuten directamente en unos márgenes más que estrechos para muchos comerciantes, que, pese a todo, siguen luchando por sobrevivir.
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