El aleteo de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo. La frase, que tiene su origen en un proverbio chino y que es parte del origen de una teoría física, sirve para ilustrar de forma gráfica el efecto de la geopolítica ... en la economía o, bajando al terreno, la factura de los conflictos internacionales en las empresas valencianas. «Influye, y de forma descarada, en cómo le va a las empresas y a los ciudadanos», resume el director del Instituto de Economía Internacional de la Universitat de València (UV), Vicente Pallardó, que lamenta «el poco interés» que despiertan los asuntos internacionales entre la población y la clase política («no hay más que ver el tiempo que se dedica en los debates electorales», ironiza) a pesar de que cualquier crisis fuera de las fronteras españolas «siempre afecta».
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Un ejemplo reciente, y que todavía se deja notar en los bolsillos domésticos y en las cuentas empresariales, es el de la guerra en Ucrania y su impacto en la energía, recuerda Pallardó al tiempo que remarca cómo cualquier movimiento «brusco» en geopolítica influye en los precios energéticos. Que le pregunten, si no, a la industria cerámica, una de las más afectadas.
Y si el foco se centra en los acontecimientos de las dos últimas semanas entra en escena el mar Rojo, donde la guerra entre Israel y Gaza –con los ataques de los rebeldes hutíes a barcos– han provocado desvíos en las rutas de las navieras generando alarma entre las empresas por las consecuencias más inmediatas: incremento de los tiempos de viaje, aumento del coste del transporte, retrasos en la llegada de pedidos, posible falta de suministros... Una incertidumbre que los expertos confían en que se resuelva de forma rápida por el impacto en la economía mundial.
«Estamos en el peor pico del conflicto, que tendrá que revertir por las implicaciones que tiene la navegación por el cabo de Buena Esperanza», reflexiona Pere Martínez, profesor del Departamento de Economía y Empresa de la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU UCH), quien también advierte de una «ralentización del comercio internacional, que afectará especialmente a los países europeos».
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Porque, como refleja el último informe mensual de CaixaBank Research, «el nuevo año afronta, de nuevo, sombras por las tensiones geopolíticas«. ¿Motivos? La simultaneidad de crisis, »transformando el 2023 en uno de los años con más conflictos activos desde la Segunda Guerra Mundial«, la »degradación del papel de las instituciones multilaterales« o que en 2024 más de la mitad de la población mundial estará llamada a las urnas para elecciones nacionales. »Muchas, con potencial para, a su vez, afectar el equilibrio geopolítico global actual«. Como ejemplos, Taiwán, India o Estados Unidos.
Y ese escenario de conflictos como el de Ucrania, Gaza o Argelia (aunque éste de carácter diplomático pero que se arrastra desde junio de 2022), se traduce, de forma directa o indirecta, «en un aumento de costes o pérdida de cuota de mercado para nuestras empresas. De modo que no sólo han mermado niveles de competitividad, sino que incluso han trastocado planes y estrategias empresariales en un contexto de ralentización global de la economía», explica el director de Economía y Análisis de la CEV, Ricardo Miralles.
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Un vistazo a la evolución de las exportaciones valencianas permite comprobarlo, pues tras alcanzar récord en 2022 (incremento del 22% respecto al ejercicio anterior) las ventas al exterior están en retroceso desde el segundo trimestre de 2023 tanto en términos nominales (euros) como reales (toneladas), según un informe de Cámara Valencia, con una caída del 3,5% y 14,3%, respectivamente, hasta septiembre (último dato registrado) y con una mayor afección a la actividad industrial y al sector logístico. Y no se prevé una recuperación hasta el segundo semestre de 2024.
La factura de la geopolítica es, por tanto, un lastre para las exportaciones. En el mar Rojo, por ejemplo, hay en juego 112 millones en productos no perecederos, que fue lo que se importó hasta el pasado octubre. En Ucrania, tras caer un 31% en 2022 respecto a 2021 (de 92 a 64 millones, según datos del ICEX), en la actualidad hay cierta recuperación, al pasar de 45 a 71 millones en la comparativa entre octubre de 2022 y octubre de 2023.
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No sucede así en Argelia, país que suspendió el Tratado de Amistad con España tras el cambio de postura del Gobierno sobre el Sáhara occidental. Las exportaciones se han desplomado: de los 416 millones de 2021 a los 269 millones de 2022. Y entre octubre de 2022 y octubre de 2023, un 80,2% menos, con apenas 51 millones en los diez primeros meses del año pasado.
«Los efectos directos del conflicto de Ucrania y Argelia han sido la pérdida de estos mercados y esto ha afectado sobremanera al clúster cerámico que, por una parte, tuvo que diversificar sus fuentes de suministro de arcillas procedentes de Ucrania y, por otra, ha visto bloqueadas sus exportaciones en fritas y esmaltes, así como en maquinaria a Argelia. El bloqueo de Argelia ha afectado a todos los sectores, tanto en import como en export, pero lo grave ha sido la concentración geográfica en Castellón y Alicante», desgrana Miralles. En el caso del mar Rojo, sus daños colaterales impactan en unas empresas que «ya están soportando una subida generalizada de sus costes (materias primas, energéticas, financieros y salariales)».
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A su juicio, «a largo plazo las consecuencias de estas crisis van a ser el replanteamiento de las estrategias de suministro de materias primas y de fuentes energéticas a nivel micro, y replanteamientos en las cadenas de valor global y en la propia globalización. La pandemia evidenció la excesiva dependencia del exterior en algunos ámbitos de vital importancia para empresas y ciudadanos. En ese sentido, a nivel macro y dentro de la UE, se está avanzando en la 'Estrategia Europea de Seguridad Económica', que pretende protegernos de las amenazas externas, forjando 'partenariados' con otros países en un nuevo contexto internacional global, al tiempo que pretende promover la competitividad de las industrias europeas», reflexiona Miralles.
«La geopolítica es lo bueno y lo malo», señala el presidente de Cámara Valencia, José Vicente Morata. Lo primero por los acuerdos de la UE con terceros países (como en los casos de EE UU, Canadá o México), el acuerdo con Marruecos -donde la Comunitat es el primer socio comercial-, o la apertura de nuevos mercados. «Los conflictos traen lo contrario: hunden exportaciones, cierran mercados y frenan inversiones». Por ello, tanto Cámara como CEV piden a la Administración más apoyo para los sectores exportadores y, sobre todo en el caso de Argelia, desplegar la diplomacia para revertir el batacazo comercial.
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Relocalización. Es una de las palabras que siempre se cuela en el debate cuando hay una crisis internacional, como sucedió en la pandemia. ¿Es la solución para las tensiones geopolíticas? Para el director de Economía y Análisis de la CEV, Ricardo Miralles, «la reorientación de fuentes de suministro desde enclaves más próximos y más seguros puede ser parte de la solución. En un contexto de aumento de costes salariales en Asia, de aumento de los costes energéticos y con ello de los costes de transporte, de una mayor sensibilidad del consumidor por la huella de carbono, y a la vista del deterioro del multilateralismo, el acortamiento en distancias de las cadenas de valor puede ser una también una oportunidad para segmentos de nuestra propia industria manufacturera». No obstante, el portavoz de la patronal valenciana recuerda que la relocalización «no es viable en todos los segmentos ni en todos los productos (materias primas, piezas y partes, o bienes semielaborados) y de ahí el acierto de la Estrategia Europea de Seguridad Económica».
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