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CARLOS BONELL
valencia.
Lunes, 21 de noviembre 2022, 00:26
Al Gobierno Valenciano se le han encendido las alarmas por la negativa evolución que viene sufriendo el sector citrícola, cuya superficie de cultivo está descendiendo con fuerza de año en año, mientras que, por el contrario, sube en las demás regiones productoras de España (como también en el resto del mundo).
En consecuencia, la Conselleria de Agricultura se plantea qué condiciona dicha evolución y está preparando un Plan Integral que deberá contener diagnósticos certeros de las causas y propuestas de actuaciones a todos los niveles para intentar corregirlas y revertir la situación.
Para la redacción de este plan se ha contratado una consultoría especializada, el instituto 'Imedes', cuyo equipo de especialistas está coordinado por Paco Borrás, que fue director comercial de Anecoop durante décadas y es gran conocedor del sector en sus diversas facetas.
La elaboración de este denso documento se ha configurado como un procedimiento participativo que está requiriendo la colaboración de más de doscientos agentes y expertos de relevancia en las distintas facetas de la citricultura: producción, comercialización, entidades asociativas, empresas de servicios, empresarios, trabajadores, técnicos con diversos cometidos, cadenas de supermercados, etcétera.
El resultado definitivo del plan deberá estar ultimado a primeros de enero, o al menos ése es el compromiso adquirido por 'Imedes'. A partir de ahí todo quedará ya en manos de la conselleria y, por tanto, de la Generalitat, porque habrá de valorarse qué iniciativas son preferentes y, sobre todo, qué presupuesto se moviliza para ponerlas en marcha con mínimas garantías de eficacia. Porque es evidente que sin dinero encima de la mesa no será nada posible y todo quedaría una vez más en buenas intenciones y papel mojado, como en tantos planes anteriores. Y ésa es, por cierto, una de las advertencias que más se dejan oír durante las reuniones preparatorias entre los redactores del plan y representantes del sector, cuando se cuestiona si se movilizarán por fin partidas presupuestarias suficientes. Naturalmente, los redactores del plan no tienen esta respuesta, su cometido es aglutinar opiniones y trazar líneas de diagnóstico y de actuaciones y decisiones posibles o convenientes. Pero sirva como advertencia general que, ya de partida, algunos, o muchos, de los consultados, dudan de que al final del proceso salga algo que resulte mínimamente esperanzador, por la negativa experiencia acumulada al respecto.
Entre los datos de partida que han movilizado esta iniciativa del Plan Integral figuran, como decíamos, los de la negativa evolución del cultivo en la Comunitat Valenciana. Si en el año 2000, entre Valencia, Castellón y Alicante sumaban 189.151 hectáreas, en 2020 se había bajado a 157.639, que a fecha de hoy serán probablemente menos. Es decir, en 20 años se perdieron nada menos que 31.513 hectáreas, el 16'6%.
Sin embargo, en el mismo periodo de cuatro lustros, las otras autonomías con cítricos han subido; las tres más relevantes, en conjunto, crecen lo que ha perdido la Comunitat Valenciana y un poco más, porque la superficie censada de toda España suma 291.340 hectáreas, 3.998 más que hace 20 años. Andalucía ha pasado de tener 54.718 a 86.399; Murcia, de 34.792 a 38.345, y Cataluña, de 8.680 a 8.957
Entre las principales causas figura, desde luego, la pérdida de rentabilidad, que se acentúa en el minifundismo valenciano, con sistemas productivos más caros y en ocasiones fuera de 'circuitos' actuales, mientras que la citricultura de otros sitios se asienta sobre todo en grandes explotaciones modernas muy tecnificadas, donde es más factible contener costes y asegurar altos rendimientos.
Pero a partir de ahí se abre un enorme abanico de variables, posibilidades y opiniones en cuanto a cómo enfocar la necesaria reforma de las estructuras productivas agrarias y comerciales, habida cuenta de que la ley que, al objeto, se aprobó hace pocos años con tantas esperanzas, apenas se ha desarrollado y aplicado y permanece en sus postulados teóricos iniciales; en gran medida por falta de impulsos e iniciativas reales.
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