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V. LLADRÓ
VALENCIA.
Lunes, 31 de marzo 2025, 00:05
Por la geografía citrícola valenciana pueden verse estos días huertos y fincas cuyos árboles se han cubierto de pronto con mallas blancas de plástico que jornadas atrás no estaban. Son explotaciones de mandarinas tardías, sobre todo de Nadorcott, y el objetivo es evitar la polinización cruzada con otras variedades de mandarinas cercanas y, con ello, eludir la aparición de semillas en los frutos.
Estas mallas son de quita y pon, no se sujetan con ningún tipo de estructura fija, sino que simplemente se colocan sobre los mismos árboles, cubriéndolos por hileras hasta el suelo, y permanecerán así durante la época de floración; cuando ésta concluya serán retiradas y guardadas para colocarlas de nuevo el año próximo.
Se estima que estas mallas podrán reutilizarse un mínimo de diez años (seguramente más) sin perder su consistencia protectora. Por ello, la inversión inicial (varios miles de euros por hectárea, según la envergadura del arbolado, orografía de la finca, distancia de hileras...) se rentabiliza de sobra, teniendo en cuenta que se trata de variedades de alto valor en el mercado (entre 0'70 y 1 euro el kilo en campo) y que el problema que se trata de superar es el ser o no ser: si las mandarinas tienen semillas, se devalúan comercialmente, los consumidores las quieren 'sin'; por tanto la diferencia de ingresos compensa con mucho la inversión realizada y el coste anual de colocación/retirada de las mallas, como una tarea más del cultivo.
La presencia de semillas en frutos de variedades que de normal no las tienen representa una seria complicación para la citricultura valenciana, hasta el punto de que es una de las cuestiones que están sobre la mesa de Intercitrus, en la actual fase de reactivación de la interprofesional naranjera, según parece por los últimos consensos alcanzados, aún no puestos en marcha.
Desde hace décadas se conoce bien que este problema se debe a la polinización cruzada entre clementinas y variedades híbridas. Cada una, en solitario, produce frutos sin semillas, pero al encontrarse plantaciones de unas y otras cerca, los insectos (sobre todo las abejas) efectúan de forma espontánea una polinización cruzada, en su continuo deambular en busca del néctar de las flores, y el resultado es la proliferación de pepita en frutos que de normal no los tienen. Y el deseo general es que no aparezcan, para vender mejor el producto.
Sin embargo, pese al tiempo transcurrido y los decretos anuales que imponen el alejamiento de colmenas de las áreas citrícolas, el problema persiste, por lo que la colocación de mallas es un recurso obligado para quien quiere asegurarse una solución.
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