Domingo, 9 de diciembre 2018, 00:18
De familia empresaria en el sector de las artes gráficas, Cristina Vidal sintió la llamada del emprendedurismo cuando estaba todavía estudiando arquitectura. «La inquietud de emprender la he tenido desde pequeña y mi primer proyecto serio fue una marca de camisetas, aunque pronto me impliqué en Panapop», señala. «Quería hacer algo real y conseguir algo de dinero», resume para describir sus primeros pasos. De todos modos, no es la primera arquitecta que pasa por las filas de Lanzadera con un negocio en ciernes. Ella lo explica porque, «al final, un proyecto de arquitectura es una forma de emprender: se empieza con una página en blanco, hay que analizar costes, contactar con proveedores y ponerlos todo en marcha». Reconoce que el mundo del empresariado es duro y surgen inconveniente que impiden seguir el camino inicialmente previsto, aunque siente que vale la pena.
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