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Viernes, 24 de abril 2015, 23:31
El comercio es y ha sido uno de los principales motores de la economía valenciana. Muestra de ello es su monumento más emblemático: la Lonja de la Seda o de los Mercaderes (Patrimonio de la Humanidad), donde se realizaban las transacciones comerciales de este producto. Siglos más tarde llegaron las tiendas físicas, que dinamizaron y transformaron la imagen del centro urbano de la capital. En la actualidad, esos pequeños comercios tratan de no ser desplazados por el atractivo que las grandes superficies ejercen sobre el consumidor.
Según el último Informe Anual de la Distribución de Pateco (Oficina de Comercio y Territorio del Consejo de Cámaras de la Comunidad Valenciana), la actividad comercial minorista aportó el 12,4% de la riqueza regional en 2011, «y antes de la crisis, representaba el 15% del PIB valenciano, por encima de otros sectores considerados más estratégicos como la industria o el turismo», afirma Pedro Reig, expresidente de COVACO (Confederación Valenciana de Comercio).
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Y es que la crisis de los últimos años también se ha notado en el comercio minorista valenciano. En el período 2008-2013, el comercio minorista ha perdido 5.814 empresas. Aún así, representa el 15,63% del tejido empresarial valenciano y es uno de los sectores que menos han reducido el número de empresas que lo conforman, según el informe de Pateco. «Ahora estamos remontando, pero hemos tenido que soportar 44 meses de descenso en las ventas, con caídas de hasta el 50% con respecto a 2006», señala Pedro Reig. Desde el año 2007 la facturación del sector minorista valenciano ha disminuido un 9,8%. «La presión que hemos soportado ha sido muy alta, tirando mano de reservas para poder seguir, sin casi ningún apoyo por parte de la administración... Han sido años muy duros», asegura Reig.
Empresas familiares
Son empresas que mantienen su perfil familiar, de pocos trabajadores. El 87% del sector está compuesto por empresas de menos de diez empleados. Aún así estas pequeñas compañías son las que más empleo han creado si se tienen en cuenta las afiliaciones a la Seguridad Social. Un porcentaje situado entre el 65% y el 70% de los afiliados a la Seguridad Social pertenecen al pequeño comercio de menos de 5 trabajadores y, mayoritariamente a las microempresas.
Ese vínculo familiar ha sido garantía de buen funcionamiento en muchos casos. Alguno de estos comercios datan de 1920, incluso antes, y muchos tienen más de 50 años. La especialización, la calidad del producto y la fidelización de los clientes son las claves de esta longevidad. El pequeño comercio representa alrededor del 41% del comercio minorista, según datos del INE, y da trabajo al 52% del sector.
Un sector, el del comercio minorista, muy heterogéneo, que engloba tanto a autónomos como a multinacionales y de oficios muy diversos: textil, calzado, electrónica, menaje, ferretería y supermercados, entre otros. Según Pateco, en 2013 el 37,2% de la oferta comercial eran empresas relacionadas con la alimentación, las de equipamiento de personal (ropa, calzados y complementos) representaban el 19%, el equipamiento del hogar suponía un 16,6%, otros productos el 24,3%, mientras que el comercio mixto al por menor representaba un 2,9%.
Y dentro de este sector juegan un papel importante las franquicias. La trayectoria de la franquicia en la Comunitat Valenciana se asemeja a la de las comunidades de Madrid y Catalunya, aunque su inicio se produjo unos años más tarde, aproximadamente a mediados de la década de los ochenta.
La Comunitat Valenciana contaba con 105 cadenas franquiciadoras en 2013, de las que el 40% desarrollan actividades de 'retail' (venta al detalle). Destaca por su mayor número de redes en los sectores de moda y complementos. La tasa de penetración de la franquicia valenciana en el sector 'retail' en la Comunitat es del 8,9%, similar a la media de España.
La historia del pequeño comercio valenciano en los últimos años, con la llegada de la democracia, ha estado salpicada por diversos hitos que han marcado su evolución. La apertura de las primeras grandes superficies en los 70 y la aparición de los supermercados dentro de los municipios, en los años 80 y 90, arrebató mucha clientela a los establecimientos tradicionales, que tuvieron que adaptarse para no cerrar.
También hay que tener en cuenta cómo han afectado las diversas decisiones políticas, tanto de la administración central como de la autonómica, a la hora de analizar la situación del pequeño comercio. El expresidente de COVACO señala varios hitos, el primero de ellos durante los primeros años de Gobierno de Felipe González, cuando el ministro de Economía Miguel Boyer impulsó una legislación, «demoledora para el pequeño comercio».
Rato y la liberalización
Después, a mitad de la década de 1990, con José María Aznar en el Gobierno, el entonces ministro de Economía, Rodrigo Rato, hablaba de frenar la implantación de las grandes superficies, aunque unos años más tarde impulsó la liberalización del comercio.
Otra decisión importante fue el acuerdo con el ministro de Aznar Josep Piqué para acercar las nuevas tecnologías al pequeño comercio, «pero se ha tardado en engancharse a las nuevas tecnologías y se ha perdido mucho tiempo», apunta Reig.
A nivel legislativo autonómico, también se han dado bandazos. Pedro Reig comenta que tras el ascenso al poder de Eduardo Zaplana, se reunió en diversas ocasiones con las asociaciones de comerciantes y se alcanzó un pacto por el comercio que tenía dos aspectos clave: por un lado, se frenó la apertura de grandes superficies durante un año para que un comité de expertos elaborara un estudio de la situación. Y para ello se creó la oficina Pateco en el Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunidad Valenciana.
El otro aspecto clave de esa época fue la creación del Observatorio del Comercio, que tenía la facultad de decidir las aperturas en festivos. «Pero los que han venido después no han entendido la idiosincrasia del pequeño comercio y han ido liquidando la normativa que existía. Lo último ha sido en 2010, con la reforma que ha quitado de contenido al Observatorio de Comercio».
Y aunque la presión de las grandes superficies es dura, los pequeños comercios tienen a su favor dos de los atributos más valorados por los consumidores: proximidad y calidad. Además, el envejecimiento de la población influye en cambios en los hábitos de compra, que benefician al pequeño comercio: realizan compras más pequeñas y más frecuentes y exigen una oferta comercial cercana a su casa.
Y esos son algunos de los retos de futuro a los que se enfrenta el pequeño comercio. Dar una respuesta a las nuevas necesidades y a las nuevas realidades que están surgiendo. Por ejemplo, a través de las redes sociales e internet. «Yo siempre pongo el ejemplo de Barrabes, una tienda de material de montaña de Benasque, que hizo una pequeña inversión en tecnología y ahora vende 20 veces más por internet que en sus tiendas», afirma Pedro Reig.
Esta observación se ve confirmada por un informe de Coto Consulting que afirma que hay una tendencia a usar las tiendas físicas como 'showrooms' (sala de muestras o exposición), para luego hacer la compra online. Según el estudio Retail Revolution de esta consultora, esta tendencia podría crecer un 72% en 2015.
El pequeño comercio tiene la obligación de estar a la última, apunta este empresario. Pone el ejemplo del comercio de consumo cotidiano, la alimentación, que está aplicando un modelo de proximidad que funciona muy bien. En el caso del consumo personal (ropa, zapatos, complementos) es un comercio que tiene futuro, «pero tiene que ponerse las pilas, especializándose en marcas, líneas de producto y ofreciendo un buen precio y un buen servicio».
Y por encima de todos ellos, el expresidente de COVACO señala como fundamental recuperar el valor del pequeño comercio, «el comercio hace ciudad y sin comercio no hay ciudad. El comercio presta un servicio aparte de generar riqueza». Para ello pide a las autoridades políticas que apuesten por generar sinergias en los centros urbanos que ayuden a este tipo de establecimientos, como una peatonalización programada del centro urbano, con 'parkings' alrededor.
Aprovechar las sinergias
La cooperación entre comerciantes también es una de las líneas a seguir, al igual que entre comerciantes y proveedores, porque esto permite mejorar competitividad desde la creación de sinergias, ahorrando costes, incrementando la notoriedad y mejorando ventas.
Por ejemplo, va a entrar en vigor la tercera edición del Plan Integral de Apoyo a la Competitividad del Comercio Minorista, que ha impulsado el Gobierno central. Entre los objetivos destacan la innovación y competitividad del pequeño comercio, el fomento de los centros comerciales abiertos y mercados municipales, el apoyo financiero a las empresas, la promoción y la reactivación de la demanda o el impulso del relevo generacional.
Además, se dará un mayor protagonismo a la potenciación de la imagen de España como una atractivo destino turístico de compras. El aprovechamiento de las sinergias entre el turismo y el comercio es una opción estratégica clave para el desarrollo de ambos sectores.
En el año 2013, el 24,5% del PIB de la Comunitat Valenciana lo generaron de forma conjunta las actividades de comercio, turismo y ocio, lo que refleja a importancia estratégica de este macrosector.
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