isabel domingo / elísabeth rodríguez
Sábado, 30 de octubre 2021
Ha sido Apple quien ha ejemplificado esta semana el alcance que están teniendo para las empresas los problemas de suministros, el encarecimiento de las materias primas y el alza de los precios del transporte marítimo, a lo que habría que añadir en España el ... disparado coste energético. La tecnológica reconocía más de 6.000 millones menos en ventas. Una situación generalizada en todo el mundo que, en el caso español, ha provocado que esta misma semana entidades como Funcas y el BBVA Research revisaran a la baja las previsiones de crecimiento del PIB español para este año, del 6,7% al 5,5% para la Comunitat.
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Detrás de esa rebaja del optimismo en la recuperación económica visto el pasado verano, «la tormenta perfecta», en palabras de Guillermo Prat, socio de la consultora Improven, y de Enrique Porta, socio responsable de Consumo y gran distribución de KPMG en España. Para el primero, «se ha juntado el final de la pandemia con el incremento de la demanda global y una crisis logística (falta de contenedores y cuellos de botella en los puertos), lo que ha llevado a una crisis global y una rotura de la cadena de suministros que se va retroalimentando». Para el segundo, además, existe «una demanda que se ha relanzado con mucha fuerza y de forma asimétrica por productos y países y, al mismo tiempo, no se tiene la capacidad de generar la oferta necesaria para toda esa demanda, pues las cadenas de suministro no estaban preparadas».
A lo que se suman los desajustes en el transporte marítimo, con «unos incrementos de fletes inimaginables por nadie», como apuntan desde la Asociación Naviera Valenciana. Sus asociados sufren también «las consecuencias de un desequilibrio de oferta y demanda nunca visto antes en la historia. Esto está afectando de forma muy significativa al día a día de las mismas por problemas constantes, cambios de 'schedule' [calendario de un proyecto], 'overbookings', falta de equipo vacío y un amplio etcétera», apunta la entidad que preside Vicente Boluda.
La principal consecuencia de esta tormenta perfecta es el incremento de costes de producción para las empresas en porcentajes muy variados en función del sector: desde el 148% del azulejo por el alza de la energía (luz y gas) hasta el 22% en la obra pública o el 80% en la industria electrointensiva, en algunos casos, además, con paradas de producción ya programadas que, por ejemplo, se están registrando desde hace meses en el sector de la automoción, con los sucesivos ERTE de Ford por la falta de semiconductores como ejemplo de la agitación que vive la industria valenciana.
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También con problemas para hacer frente a nuevos pedidos (caso de la madera), falta de algunos productos (como sucede en agroalimentación o juguetes, aunque no se llegará a una situación de desabastecimiento, según los expertos) o mayores demora en los plazos de entrega (automóviles, electrodomésticos, productos de tecnología, mobiliario, etc.)
Es en este escenario donde ha saltado otra alarma: ¿llegarán esos incrementos a los consumidores finales? De momento, la respuesta generalizada es que no, pero con el matiz de que se producirá. La clave, explica el director del Área Internacional de Cámara Valencia, Vicente Mompó, está en cuánto tiempo podrán aguantar las empresas estas subidas a costa de sus márgenes.
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«Se espera pero aún no se ha producido. Es ahora la época de negociación de tarifas para el año siguiente, así que en los próximos dos meses podremos ver si finalmente se traslada», comenta Prat, al tiempo que añade que esa repercusión «dependerá también del nivel de transformación que tenga el producto».
Eso en el caso de los consumidores. En el de los clientes intermedios (empresas) algunos proveedores ya han comunicado que van a realizar subidas en los próximos meses ante la imposibilidad de seguir aguantando el impacto sobre sus márgenes por la viabilidad de las compañías. Por ejemplo, hace unos días Grupo Pamesa anuncia que a partir del 1 de noviembre subirá un 25% sus precios. «Perderemos competitividad pero para mantener los puestos de trabajo y el suministro a nuestros clientes no tenemos más remedio», desvelaba su presidente, Fernando Roig, en una entrevista en 'Telecinco' al tiempo que explicaba que la factura del gas ha pasado de los ocho millones mensuales a los 32 para noviembre y diciembre.
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Otro ejemplo es el de la cadena de supermercados Masymas, que explicaba cómo ya recibido la notificación de subidas de tarifas por parte de fabricantes de maquinaria o que se han registrado incrementos en los precios de harinas y pasta y prevé que suceda algo similar en arroz y bollería industrial. Esta empresa valenciana remarcaba el «gran esfuerzo» que realiza para «resistir y evitar trasladar» esos costes que a ellos ya les están repercutiendo a sus compradores.
De fondo, además, la inflación, que sigue al alza, y unas previsiones sobre la crisis de los suministros nada halagüeñas, pues los expertos consultados coinciden en señalar que los precios no se estabilizarán hasta mediados de 2022, lo que compromete la recuperación económica.
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Desabastecimiento de materiales, retrasos en la entrega, incremento de precios, etc. Son algunos de los temores recogidos en una encuesta de la Comisión Nacional de la Construcción en colaboración con la Cámara de Contratistas de la Comunitat. Su director-gerente, Manuel Miñés, cifra en un 22,2% el incremento del coste de las obras por el impacto de las materias primas y enumera ejemplos como la subida de un 125% de la madera, 55% el acero, 51% el hierro, 42% el asfalto o un 31% el vidrio. Asegura que esto podría paralizar los avances en algunas de las obras públicas en marcha y recuerda que se ha pedido al Gobierno que revise los precios de los contratos públicos para garantizar la continuidad de las actuaciones en marcha.
Sidenor o Fertiberia son algunas de las empresas que se han visto obligadas a parar su producción ante el incremento del precio de la energía, una situación a la que podrían verse abocadas otras industrias llamadas electrointensivas, según explica el director general de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE), Fernando Soto. «Nuestros asociados son muy sensibles al coste eléctrico. El impacto alcanza normalmente un 50-60% de su producción, pero ahora se eleva hasta un 80%, por lo que las consecuencias rondan los 1.500 millones en comparación con nuestros principales competidores, Alemania y Francia», explica.
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Esta situación repercute también en la ralentización de las inversiones. «No podemos seguir invirtiendo en nuestras plantas, por ejemplo, para avanzar en la descarbonización comprometida, por lo que la electrificación va a retrasarse», comenta Soto y hace hincapié en que la situación «va para largo, pues los futuros de electricidad y gas marcan que esta tormenta podría llegar a abril-mayo del próximo año». Por ello, reclama medidas y apoya la propuesta hecha por el Gobierno en Bruselas para que se desacople el precio gas del eléctrico «para que no contamine a otras tecnologías».
El sector del juguete es uno de los que está sufriendo el incremento de los fletes, la falta de contenedores (necesarios para el transporte de la mercancía) y la escasez de materias primas (desde semiconductores a hierro o PVC), con un impacto de hasta un 40% en los costes de fabricación. «Esto se come los márgenes, que son muy pequeños», advierte el presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), José Antonio Pastor. A su juicio, el consumidor final no notará aumentos de precio aunque será cada empresa la que decida cuál es su política a la hora de abordar los sobrecostes. Y, aunque se teme alguna rotura de stock, «el mercado no lo notará porque no se anunciará en los catálogos».
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La crisis del suministro de energía está afectando de manera grave y masiva al equilibrio financiero de las empresas textiles en España, según el Consejo Intertextil Español. Las firmas textiles afirman pagar un 72% más, especialmente en gas y electricidad. A los costes de las materias primas se suman una escasez de abastecimiento en casi un 83% de las encuestadas, lo que ha provocado un retraso «considerable» en la producción. Además, aseguran que el la falta de contenedores en los puertos también ha provocado retrasos en los plazos. El 73% ha optado por asumir los incrementos en sus balances, repercutiendo solamente el 32% de los costes extra en los precios finales.
El sector de la hostelería, especialmente afectado por la crisis del coronavirus, está viendo ahora cómo su ansiada recuperación es lastrada por el encarecimiento de los costes energéticos, así como de las materias primas.
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En concreto, los gastos relacionados con la electricidad, gas y combustible suponen una subida en la factura de la hostelería en la Comunitat Valenciana de un 30%, y, en algunos casos, llega al 40% con las actuales subidas de tarifas. «Siempre dependiendo de local. Hay que tener en cuenta que la energía representa una media 8% de los costes de una pyme hostelera», explican desde la Coordinadora Empresarial de Ocio y Hostelería de la Comunitat Valenciana.
Cabe recordar la situación en la que se ha encontrado el sector valenciano debido a la crisis del Covid-19 y las distintas restricciones que ha ido estableciendo el Consell, con limitaciones en los aforos y horarios. Fue el pasado 9 de octubre cuando se restableció el 100% del aforo, lo que fue una buena noticia para las pymes que han sobrevivido a lo más duro de la pandemia pero que ahora se enfrentan a otra nueva crisis; la del incremento desmesurado de la energía.
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El sector valenciano del calzado, que se concentra fundamentalmente en la provincia de Alicante, no teme, por lo pronto, una cascada de cierres debido al incremento de los costes, pero sí advierte de que la recuperación se retrasará. Según Marian Cano, presidenta de Avecal, el encarecimiento de la energía y las materias primas «obviamente va a repercutir» en los márgenes de beneficio que obtengan las empresas y esto, «sin lugar a dudas», va a ralentizar la vuelta de la actividad a un ritmo saludable y dinámico. «El sector venía de superar un momento bastante complejo debido a la caída en el consumo de productos de moda generado por la pandemia y las limitaciones a la vida social impuestas», explica la dirigente empresarial.
La industria química valenciana está optando por sacrificar la producción de ciertos productos, aquellos menos competitivos. «Algunos pueden asumir este incremento energético debido a que tienen un alto valor añadido, y por ende, un margen adecuado; en otros casos, o lo repercutes aguas abajo en tu cadena de valor o dejas de ser competitivo y te quedas fuera del mercado. En estos casos, se están dejando de fabricar ciertos productos», explican desde Quimacova, que advierte que la escasez de materias primas amenaza con paradas en la fabricación. «Estamos en la tormenta perfecta para saber que la incidencia en las empresas valencianas va a ser importante y esto lo veremos a partir del primer trimestre del año 2022», agregan.
El sector del metal alerta de que la subida de los costes energéticos y de las materias primas es «inasumible» y lastra la competitividad de las empresas. La Federación Empresarial Metalúrgica Valenciana (FEMEVAL) estima que el incremento medio de costes de materias primas, energía y fletes en las compañías del metal ronda el 53%. Para un sector que ha conseguido casi recuperar los niveles de actividad anteriores a la pandemia -con un crecimiento de un 47% de la producción y un 4% de empleo en el segundo trimestre del año respecto al mismo periodo del año anterior-, el alza en los costes de la energía, que se suma además a la escasez e incrementos de precios de materias primas y transporte que arrastra de hace un año, es supone un «lastre».
Respecto al alza de las materias primas, señala que hay «gran dispersión» de aumentos del coste de acero, aluminio, bronce, y otras aleaciones, que oscilan entre 15 y el 149%, con una media del 61%. La escasez de materias primas ha provocado retrasos en los procesos de producción. Por su parte, el aumento de los costes de los fletes, se sitúa en torno al 240%. Por todo ello, las empresas del metal consideran que se pueden provocar roturas en las cadenas de producción.
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Las amenazas de parálisis dejan de serlo en el caso del sector de la construcción en la Comunitat Valenciana. Y es que, los parones en las obras con motivo del retraso y la carencia de suministro ya son una realidad. El presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios de Maquinaría, Construcción y Obras Públicas (AVEMCOP), Felipe Ferrer, indica que el petróleo ha pasado de 40 a casi 80 y se espera que llegue a 100. «El encarecimiento de materiales supone un incremento del coste total de las obras de más del 20%. Ya se están paralizando obras por el incremento de los precios de las materias primas», señala el dirigente empresarial.
Una encuesta de la Confederación Nacional de la Construcción revela que el 51,6 % de las empresas sufren retrasos en la ejecución de unidades de obra sin afectar al plazo, mientras que el 21,80% han tenido que paralizar la obra. Luego, el 12,3% notifica una afectación en el plazo final del proyecto.
Aunque no cuentan con cifras exactas, el Cluster Envase y Embalaje de la Comunitat Valenciana afirma que este sector tampoco es ajeno al encarecimiento de la energía y el desabastecimiento de materias primas. Según indica, «el problema» es que no se puede repercutir al cliente los costes «en un año en el que ya han habido subidas importantes» de las materias primas. Por ejemplo, el precio del papel ha subido tres veces este año. «Hay empresas que han frenado el encarecimiento con la instalación de placas fotovoltáicas y el autoconsumo, como caso de buena práctica en el sector», señala el clúster, que agrega que se están reduciendo al máximo el margen de beneficios.
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