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Huevos, harina, aceite, ralladura de limón, dos sobrecitos de gaseosa... Son algunos de los ingredientes habituales en las recetas clásicas de repostería y, además, uno de ellos es el producto que sustenta toda la trayectoria de una de las empresas familiares centenarias de la Comunitat. Se trata de Gaseosas El Tigre, con sede en Cheste y fundada en 1915, que se ha convertido en una más en numerosas familias gracias a un producto sencillo y muy ligado a la cultura popular, ya que con el paso de los años evolucionó de refresco a gasificante alimenticio.
Quien ha vivido prácticamente toda la evolución de la compañía, ya que estuvo en el momento del cambio de lo artesanal a la mecanización, es Alejandro Martínez, gerente de El Tigre y representante de la tercera generación de la familia fundadora. Fue su abuelo, también llamado Alejandro Martínez, quien puso los cimientos del negocio en su Cheste natal. Lo hizo desde su tienda de ultramarinos, ubicada en el domicilio particular. «Empezaron a envasar los sobrecitos de forma manual para un consumo local, pero se fue extendiendo a toda la comarca, luego a la provincia y de ahí a zonas como Cuenca», recuerda el actual gerente.
De aquella época se conserva, por ejemplo, la máquina de escribir del fundador, que data de 1886 aunque la adquirió de segunda mano en 1915 para el negocio. «Es negra, como esas de las películas de los americanos», bromea Martínez, que asegura que se guarda «como una reliquia» por el valor sentimental que tiene.
Entonces el consumo era bebido. Es decir, los polvos convertían el agua en gaseosa, por lo que la gente la tomaba como refresco. De ahí que la producción se centrara en los meses de verano «porque el consumo era estacional; en invierno bajaba la demanda». Así que los trabajadores, mayoritariamente mujeres, sólo estaban empleados durante los meses de abril a septiembre. El resto del año «se vivía de las tierras y del ultramarinos».
La expansión de la empresa comenzó en la década de los 50, tiempo en el que se incorpora la segunda generación familiar, con Ricardo y Celeste Martínez Marín. Llegan los viajes por España y crece el mercado procedente de Aragón, Andalucía o Castilla-La Mancha. Se alcanza el millar de paquetes manuales (hoy producen más de 12 millones de sobrecillos de gaseosa, según el balance de 2021), por lo que se tiene que tomar la decisión para mantener el negocio y abaratar los costes: la mecanización. Y siempre sin abandonar Cheste.
Testimonio de aquella época es la primera máquina que se compró, «italiana y con un coste de 500.000 pesetas de la época». «Sin esta inversión hubiéramos desaparecido», asegura Alejandro Martínez, que también desempolva otros recuerdos, como la nueva marca que se registró entonces, Pepita Samper, en honor a la valenciana que en 1929 fue Miss España. «Mi abuelo pidió autorización para registrar sus derechos de imagen y nombre para una nueva marca de soda. Se vendió durante mucho tiempo y luego desapareció», rememora.
El consumo de Gaseosas El Tigre seguía disparado en verano, con una tendencia a la estabilización, y es en la década de los 70 cuando observaron un cambio de tendencia: en fechas señaladas como Semana Santa, Pascua o Fallas crecía la demanda de los sobrecillos. ¿El motivo? La gente lo usaba para hacer magdalenas, rosquillas, coca en llanda o monas de Pascua.
Y así sigue siendo, «pues el producto ha pasado de generación en generación». De hecho, con la llegada de las redes sociales «hemos descubierto que la gente nos tiene mucho cariño, somos una marca arraigada». Se vio en pandemia, «la cara y la cruz» para la empresa, pues la empresa tuvo que asumir una descomunal carga de trabajo, que hizo que se multiplicara por cinco tanto lo que se fabricaba como lo que se vendía, además de aumentar la plantilla y el stock de materia prima.
Fue la revolución de la pastelería ya que el confinamiento disparó la elaboración de repostería casera y el producto desaparecía en los lineales de los supermercados, donde están presentes, ya que venden al público general y a profesionales. «Pudimos gestionarlo bien pero costó, al principio nos desbordó la situación», reconoce el gerente.
Actualmente, Gaseosas El Tigre está presente en toda España y descarta dar el salto internacional dado que no se trata de «un producto masivo». Por ello, nunca se han planteado lo de las exportaciones, «y ahora menos con el actual contexto económico».
Mantienen su sede social en Cheste a pesar de haber cambiado ya cuatro veces de ubicación. La nave actual cuenta con 1.000 metros cuadrados y allí también comercializan bicarbonatos y gasificantes destinado a un uso más industrial, pues muchos hornos de elaboración artesanal son clientes habituales de la marca.
Como reto de futuro se marcan dar a conocer la marca entre los jóvenes, «algo que estamos consiguiendo gracias a las redes sociales». Para ello cuentan con la ventaja de que El Tigre «pasa de padres a hijos» y de que la clientela «es muy fiel», reconoce Martínez. ¿La clave? «Respeto y familiaridad por encima de todo, además de hacer las cosas bien como negocio», comenta. Una empresa a la que ya se ha incorporado la cuarta generación en la figura de Alfonso García, director comercial.
Dentro de ese objetivo se enmarca también su aventura en el mercdo editorial con la publicación de su primer libro de recetas, 'Repostería y Tradición', que recoge las recetas tradicionales con más de 100 años de historia que se conservan en los archivos de la compañía.
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