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Como bien se sabe, las crisis pueden servir para hundirte o para hacerte más fuerte. En este segundo caso se encuentran empresas como PVH, filial del Grupo Gransolar, que cuenta con una fábrica en Cheste especializada en estructuras de plantas fotovoltaicas.
Ahora vive un momento dulce, con la ampliación de sus instalaciones, pero para llegar a este punto ha tenido que reinventar su propia tecnología tras la crisis de materias primas y semiconductores que surgió en 2021 con la reactivación de las fábricas a nivel mundial después de la pandemia.
Tal y como cuenta el director de fabricación, David Martínez, el Covid-19 no les afectó de forma directa en cuanto a la venta de sus productos, pero sí les llevó a modificar el diseño de sus controladores solares ante la escasez de microchips. «Tuvimos que cambiar el modelo del hardware para poder montar nuestros controladores», señala y agrega que «nunca» han sufrido una rotura de stock por falta de componentes en lo que respecta a sus procesos de fabricación.
«El nivel de diseño de los controladores ha cambiado para minimizar la dependencia de semiconductores», señala Martínez, que recuerda que actualmente la mayor parte de los microchips se fabrican en Asia. Pero, ¿y en qué consisten estos controladores? Se trata de un sistema que gestiona el movimiento de los seguidores solares, lo monitoriza y agiliza para que haya mayor capacidad de carga. «Además, cuando hay alguna adversidad, pone a los paneles en posición de defensa (en posición horizontal)», explica. En ese sentido, la idea de que Valencia consiga construir una fábrica de microchips sería ya lo único que le falta para no depender del exterior en absoluto.
La firma se encuentra en un sector en pleno apogeo debido a la urgente necesidad de España de ganar independencia energética y de cumplir con los objetivos europeos contra el cambio climático. Pero, más allá del contexto, PVH ya tenía muy claro, desde sus inicios, que la energía fotovoltaica era el futuro y, aún más, la capacidad de ser autosuficiente. Inició su actividad en España en 2011, con 30 trabajadores, y, desde entonces, no ha dejado de crecer, hasta alcanzar los 550 empleados. «Cada año ha sido mejor que el anterior. El crecimiento ha sido exponencial», explica el director de fabricación, David Martínez.
La firma se centra ahora en la construcción de una fábrica de tubos, con una inversión de 20 millones de euros, con la que será la planta de estructuras y seguidores solares más grande del mundo. La empresa espera facturar 808 millones de euros este año, frente a los 650 millones de 2022.
Pero, ¿por qué esta empresa eligió la Comunitat como lugar donde instalar su factoría en España? Por su ubicación estratégica en términos logísticos. «Por el puerto y, además, por la galvanizadora que hay en Cheste», explica Martínez.
A la hora de hacer una proyección de futuro a cinco años, la firma lo tiene claro: ser los números uno en la fabricación de trackers (seguidores solares). «Estamos en primera división y ahora falta ganar la Champions», añade Martínez, quien confiesa que la empresa no descarta diversificar y ampliar el negocio dentro del ámbito fotovoltaico. «Nuestro trabajo ahora es internalizar toda la producción», afirma.
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