2022 fue un mal año para Ford. La multinacional americana sufrió las consecuencias económicas derivadas de la pandemia y la crisis de los microchips en unos meses en el que el negocio no terminó de despuntar. Cerró el ejercicio con unas pérdidas de 1.800 millones de euros (2.000 millones de dólares) en todo el mundo pese al aumento de la facturación y con la determinación que hay que realizar ajustes que afectarán de forma especial a Europa.
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El presidente y consejero delegado de Ford, Jim Farley, admitió en la presentación de resultados que barajan reducir su presencia en el viejo continente a la vista de los datos, que son peores al otro lado del Atlántico. Se da por hecho que la principal damnificada será la planta alemana de Saarlouis, que perdió el proceso interno frente a Almussafes y puede desaparecer a medio plazo. Despidos de cientos de personas ya han sido anunciados e incluso se baraja vender la factoría a otra empresa.
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Por su parte, la planta de Almussafes tiene el futuro garantizado al ser la elegida para fabricar coches eléctricos a partir de 2026, pero también debe asumir un recorte de plantilla en el corto plazo ya que en pocos meses se dejarán de fabricar varios modelos de combustión. En la dirección valenciana ya se habla abiertamente de un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERE), aunque el mismo aún no ha sido concretado.
Y no se espera que se detalle en el corto plazo. El calendario de la primera mitad de 2023 es apretado y comienza el próximo 21 de febrero con las elecciones sindicales y sigue con los comicios autonómicos del 28 de mayo. Además, hasta junio no termina el Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) que está en vigor.
En este sentido, hoy se ha dado el pistoletazo de salida a la campaña electoral de los trabajadores con una asamblea de STM-Intersindical. La segunda central con más apoyo (obtuvo el 30,5% de las papeletas en 2019) ha realizado un encuentro con otros «sindicatos combativos» hermanos de diferentes fábricas españolas de automoción para exhibirse como alternativa a UGT, que históricamente ha encabezado el comité de empresa.
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Paco González y Daniel Portillo, dirigentes de STM, han criticado que UGT aceptase congelaciones salariales y trabajar más horas a cambio de hacer más atractiva la oferta valenciana para captar coches eléctricos que se han confirmado. Una serie de cesiones que consideran innecesarias. Frente a ellos, se han exhibido como «la alternativa combativa» que no teme a la patronal y no como «un sindicato cómodo».
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