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Entre los caquis tirados al suelo y los que siguen en el árbol, este huerto pierde casi media cosecha. V. LL.

Gran parte de los caquis se tiran al suelo al recolectarlos

Consumidores y comerciantes quieren sólo frutos perfectos y los que tienen algún mínimo rasguño de piel se quedan en el campo

Vicente Lladró

Valencia

Lunes, 11 de diciembre 2023, 00:03

El Instituto Tecnológico Agroalimentario (Ainia) ha construido un robot, bautizado como Ramonet, capaz de identificar y recoger del suelo naranjas y caquis. Su claro objetivo ... es contribuir a la falta de mano de obra en tareas agrícolas, tratar de abaratar costes y, desde luego, aprovechar frutos que se van a desperdiciar; evitar en lo posible el despilfarro alimentario. Sin embargo, con los caquis lo puede tener bien difícil Ramonet, y no por cuestión de viabilidad o rapidez en sus evoluciones. Porque así como las naranjas caídas pueden tener -y tienen- una utilización para zumo industrial que en estos momentos es bastante atractiva por los precios que se pagan (22-27 céntimos el kilo en campo), los caquis desechados en tierra no cuentan con demanda, los sucesivos intentos de aprovechamiento industrial no han fructificado como era de desear, y acaban pudriéndose sin remisión.

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Sin embargo, bastaría con un cambio de actitud comercial/consumidora para que tal cosa no sucediera. Con los caquis no haría falta ni un Ramonet si los recolectores no tiraran al suelo los frutos que encuentran con algún mínimo rasguño en la piel, cumpliendo con lo que les han indicado los comercializadores que les buscan y dirigen.

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Los caquis no caen del árbol hasta que los pica la mosca y se desmoronan por sobremadurez. En cambio, los campos aparecen repletos de frutos por el suelo nada más ser recolectados. ¿Qué ha pasado? Pues que los operarios que los cogen tienen orden de meter en las cajas sólo los ejemplares perfectos, cerúleos, como de plástico, recién salidos de fábrica. Una raya, alguna pequeña mancha, o un tamaño algo inferior son razones suficientes para despreciarlos, tirándolos a tierra. A partir de ahí, la actuación de un Ramonet resultaría inútil: es fruta que no sirve para nada. Faltan caquis, pero los quieren impolutos; esos que quedan en el suelo, o en los árboles, son despreciados y no hay actividad comercial o industrial que los aproveche.

Por término medio se pierde entre el 15% y el 50% de cada cosecha de caqui. Y son frutos perfectamente comestibles. Antaño se aprovechaban, sobre todo para Rusia, pero los vetos, primero, y la guerra después, cortaron por entero aquellas ventas. De manera que con tales ratios de pérdidas de producción, simplemente por las caprichosas exigencias de un mercado tan exquisito, estamos ante un sector agrícola claramente en decadencia. Difícilmente se puede aguantar una situación así, en lo económico y en lo moral. Aunque el precio llegue, como este año, a los 40-45 céntimos por kilo, no se puede asumir de entrada un nivel de pérdidas tan alto. Es lógico que falten caquis, porque la producción final (1.500 kilos por hanegada de media) no compensa, a esos precios y con tales destríos, los costes en alza, con sucesivas plagas que incrementan los descartes.

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