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C. BONELL
Domingo, 10 de julio 2022, 23:55
Innumerables campos de l'Horta Nord presentan estos días una imagen peculiar, cada año más extensa: aparecen cubiertos con extensos films de plástico a ras de suelo, cuidadosamente dispuestos para tapar bien cada parcela. A menudo se ven también contrapesos repartidos por su superficie para evitar que algún inopinado vendaval pudiera remover esas cubiertas que por un tiempo sustituyen los verdes cultivos sobre caballones.
Coincide además un intenso proceso de estercolado cuyos efectos olfativos se dejan notar a diario por la geografía huertana e impregnan la atmósfera hasta los núcleos de población, en medio de la general comprensión de sus habitantes, que entienden que unas cosas necesitan de las otras para su buen fin.
Ambas prácticas suelen ir estos días de la mano: estercolado y cubierta de plástico. En la huerta abunda la fertilización orgánica, principalmente con estiércol de granja avícola (gallinaza), y se esparce cuando conviene al cultivo, pero hay dos épocas en las que se concentra sobre todo su aplicación: en invierno, antes de sembrar patatas, y en verano, para intensificar el proceso de periódica solarización (cada varios años).
La solarización es un método ecológico, sin empleo de productos químicos de síntesis, para eliminar organismos patógenos y semillas de malas hierbas. Se extendió a partir de que se prohibiese el bromuro de metilo, el gas que se empleaba antaño para desinfectar la tierra con gran eficacia. Luego se siguieron usando parcialmente otros compuestos químicos (metam sodio) esparcidos mediante el agua de riego, hasta que también fueron relegados. A partir de entonces quedó la solarización como única alternativa válida para desinfectar terrenos que precisan mantener altos ratios de intensa productividad, dado el carácter minifundista de las explotaciones.
La solarización mantiene el uso del plástico que ya se extendía para retener el bromuro de metilo en la tierra. El concepto de 'toldar' persiste, pero lo que se hace ahora es retener gases naturales que se generan al fermentar el estiércol previamente esparcido. Entre ellos y las altas temperaturas del sol de verano bajo el film de polietileno (42º-45º) se asegura que, tras cuatro o cinco semanas, el suelo queda desinfectado y listo para rendir nuevas cosechas al máximo.
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