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V. LLADRÓ
VALENCIA.
Lunes, 21 de agosto 2017, 00:58
El problema de la proliferación de malas hierbas resistentes a los herbicidas habitualmente utilizados en agricultura es una de las complicaciones más importantes que padece hoy el sector agrario. Sin embargo, este tipo de dificultades, que actualmente está yendo a más, puede tener pronto soluciones eficaces, de prosperar las investigaciones en marcha para encontrar nuevas sustancias químicas que acaben con las especies resistentes que compiten con los cultivos, y si las compañías que fabrican plaguicidas se deciden a tomar partido con rapidez en tal sentido.
En esta dirección se encuadra el trabajo de investigación desarrollado por la bióloga Miriam Gil Monreal, de la Universidad Pública de Navarra, que ha estudiado en su tesis doctoral los efectos que los herbicidas más utilizados en la agricultura (como glifosato o imazamox) tienen en la fisiología de las plantas para provocar resistencias.
Esta investigación «abre la puerta a diseñar herbicidas que inhiban rutas diferentes a las inhibidas por los herbicidas comercializados actualmente», según ha informado el propio centro universitario de Navarra, asegurando que de este modo se podría evitar el desarrollo de malas hierbas resistentes a los compuestos tradicionales, lo que provoca grandes pérdidas en las cosechas de los diferentes cultivos.
Miriam Gil ha recordado que «el uso de herbicidas contribuye a mantener una alta producción en la agricultura, ya que permite controlar las malas hierbas». Sin embargo ha añadido que el uso de estos compuestos «se está viendo limitado por el rápido desarrollo de malas hierbas resistentes a dichas sustancias».
Para conocer los efectos que provocan los herbicidas en las plantas y lo que ocasiona su muerte, Miriam Gil ha estudiado los procesos fisiológicos causados por los herbicidas glifosato e imazamox, que son inhibidores de la biosíntesis de los aminoácidos. Uno de esos efectos fisiológicos comunes hace referencia a la inducción de la fermentación etanólica, que consiste en una ruta alternativa al metabolismo principal que se activa en las plantas expuestas a situaciones de estrés por falta de oxígeno. La originalidad de este estudio radica en que Miriam Gil ha investigado la fermentación, no cuando las plantas están expuestas a condiciones de poco oxígeno, cuestión ampliamente tratada en la literatura científica, sino en plantas tratadas con herbicidas y que no tienen limitaciones de oxígeno, temática esta apenas explorada.
Lo que ha descubierto es que la respuesta es distinta según la especie; a unas plantas les ayuda a sobrevivir y a otras contribuye a incrementar la toxicidad del herbicida. Además ha comprobado que tratando las plantas con 'piruvato', una molécula clave del metabolismo celular que se produce durante el proceso de respiración, este compuesto contribuye a activar la fermentación.
Esto abre una vía esperanzadora para encontrar nuevos herbicidas que actúen de manera diferente a la actual, donde no se ha avanzado nada desde hace más de veinte años, lo que ha contribuido a extender los problemas de malas hierbas resistentes, que no mueren con nada.
Los agricultores valencianos lo saben muy bien, pues la Conyza, popularmente llamada 'pinet', ha colonizado en los últimos años la mayoría de los campos de cítricos, sobre todo los que llevan años sin labrarse por estar en riego a goteo.
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