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Domingo, 3 de diciembre 2017
valencia. Hay empresas que nacen antes de ser empresas. Éste es el caso de Redondo Iglesias, que tiene sus raíces en la localidad salmantina de Guijuelo, hace casi cien años. Allí, la familia Redondo participaba de la tradición y la industria de la cría del cerdo. Como tantos otros productores de la zona, el abuelo de Mario Redondo, actual consejero delegado de Redondo Iglesias, sacaba partido a una actividad que, casi sin que lo supieran sus responsables, iba a convertirse en terreno fértil para la internacionalización.
Por entonces, la calidad del producto ya tenía fama, pero aún no había logrado la relevancia mundial de la que dispone en la actualidad. Esa es la razón por la que la siguiente generación entendió que abrir nuevos mercados al otro extremo de la península ya era un logro. Eran tiempo duros de postguerra cuando el padre de Mario Redondo se trasladó a Valencia y empezó a comercializar la materia prima que el resto de la familia producía en su tierra de origen.
El negocio iba bien y sus hijos se integraron en la empresa, siendo ellos los que tuvieron la oportunidad de dar el gran salto. En un cónclave familiar decidieron apostar por lanzarse al extranjero en 1995 y dos años más tarde lograban la autorización para entrar en EE UU, un territorio vetado a la exportación de porcino nacional por las restricciones que se mantenían por episodios de peste porcina africana que se produjeron en el pasado.
Tras este paso vinieron muchos más, hasta lograr estar presente en 20 países. Precisamente este alcance global ha hecho que sea una de las empresas anfitrionas de la misión comercial de la Cámara de Comercio de Valencia en Canadá que se ha celebrado a lo largo de esta semana. De hecho, Redondo Iglesias fue una de las primeras empresas españolas en instalarse en el país de la hoja de arce en 2011, hasta hacer de su planta canadiense la plataforma de distribución para mercados de América del Norte, Centroamérica y el eje Asia-Pacífico.
El consejero delegado de Redondo Iglesias, Mario Redondo, sigue sintiendo que su empresa es una pyme y recordaba recientemente en un foro organizado por LAS PROVINCIAS y el Banco Popular como «el reto de las pymes es poder abrir todas las mañanas, pagar todas las nóminas y que no te pasen por arriba los competidores». En su caso, considera que la estrategia acertada es intentar mejorar cada vez el producto, buscar nuevos mercados, aplicando tecnología, buscando certificación y toda una serie de mejoras que permitan seguir creciendo. «Para no ir para abajo, hay que ir para arriba», asegura.
Lejos de limitarse al mercado americano, pronto decidieron seguir con la dispersión geográfica, algo que se vio confirmado con la evolución del mercado ruso, donde eran muy fuertes. El problema vino con la guerra de Ucrania, que llevó a Europa a bloquear a Rusia, y la empresa vio cómo se cortaba el acceso al interior de sus fronteras.
La exportación es para muchas pymes uno de los mayores retos. Sin embargo, Redondo considera que «los españoles tenemos buena fama fuera, pero no nos lo creemos». Además, para crecer defiende que no hace falta «pisar al de al lado», sino buscar otro camino. En su caso, siguió los pasos de sus competidores italianos: «Vemos si funciona un mercado a través de ellos y entonces llegamos nosotros y decimos: 'Somos como los italianos, pero mejores'». Actualmente, la empresa está inmersa en un proyecto internacional diferente al que había trazado hasta ahora.
Se trata de montar una red de locales de charcutería en otros países y fue precisamente Italia el que eligió para romper el hielo. En todo caso, eso no quiere decir que se confíe «la diversificación puede ir muy bien o muy mal. Hace diez años estábamos muy centrados en nuestra actividad, pero con el boom inmobiliario intentamos aprovecharlo y perdimos mucho. Aprendimos que no hay que dejarse llevar».
Las últimas cuentas de la sociedad indican que en el ejercicio 2016-2017 la empresa alcanzó una cifra de negocios cuyo importe ascendió a 21,8 millones de euros, con un resultado de explotación que pasó de 999.000 euros a 30 de abril de 2016 a 1.795 miles de euros en el ejercicio terminado a fecha del pasado 30 de abril de 2017.
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