José Luis Olivas tiene el teléfono que echa humo. Son muchos, según comenta, los amigos y familiares que se están poniendo en contacto con él para darle la enhorabuena. La mañana es frenética para el que fuera presidente de Bankia y de Banco de Valencia, asediado por otros casos de corrupción, pero que ha logrado la absolución en uno de los asuntos de mayor impacto en la crisis económica de 2008-2012. «Estoy alegre, por supuesto», aclara el expresidente de la Generalitat al ser preguntado. «Se ha hecho Justicia después de ocho años», suspira.
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El expolítico insiste en que «todo» se hizo correctamente. Y comienza a enumerar todos los requisitos que superaron, «el análisis del Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, los consultores, otros cinco bancos internacionales...». No parece ser el momento de las críticas. «Mire, ahora no quiero hacer eso. Se han dado muchas circunstancias en este proceso». Aún así, como buen político suelta algún dardo: «Unos se han equivocado de buena fe o por ignorancia mientras otros lo han hecho de mala fe», dice en referencia a las acusaciones que terminaron sentándolo en el banquillo de los acusados en la Audiencia Nacional.
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