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ELISABETH RODRÍGUEZ
VALENCIA.
Lunes, 29 de julio 2019, 00:12
La valenciana Magdalena Verdú, presidenta de la Federación de Asociaciones de Instaladores de la Comunitat Valenciana (Ficoval), transmite una fuerza arrolladora y pura pasión por su profesión, a pesar de las barreras que admite haber tenido que superar para llegar a donde está. Recientemente fue la única valenciana entre las seis profesionales que participaron en el debate 'Mujeres excepcionales: el valor de una oportunidad', un encuentro presidido por la Reina Letizia y organizado por la Fundación Microfinanzas del BBVA.
-¿Qué le supuso ser elegida como una mujer referente por su trayectoria profesional en un sector tan masculinizado?
-Fue una sorpresa. Soy una más, una persona muy corriente que lleva 32 años levantándose todos los días para trabajar. Siento mucho agradecimiento. Algo así te da una inyección de energía positiva y te recuerda que las cosas merecen la pena. Nunca me lo hubiera imaginado.
-¿El sector de los instaladores es machista?
-Es cierto que está muy masculinizado y tiene fama de machista, pero cuando ven que haces lo mismo que ellos y que no tienes problemas en soldar o cargar peso, te respetan. Te piden que demuestres que puedes hacer el trabajo. Hace 20 años tenía muchos problemas y es verdad que la mujer tiene que dar un golpe en la mesa cada vez que quiere iniciar una actividad. Se nos exige ser casi perfectas.
-¿Ha sufrido discriminación en su propia experiencia laboral?
-En mis inicios sí, sufrí el machismo. Nadie daba un duro por mí. Yo era joven, inexperta, no tenía dinero ni medios. Todo lo saqué a base de mucho tesón y mucha mala leche. Estamos hablando del año 86 y mi padre tenía una pequeña fontanería para cubrir los gastos extra de la familia, ya que éramos muchos. Yo lo acompañaba mucho, aunque mi padre decía que eso no era trabajo para una mujer y quería que estudiara. Yo continué con la fontanería familiar pero con la idea de pasar a cosas más grandes.
-¿Qué recuerda de sus inicios?
-Quería hacer una instalación de una urbanización de 300 viviendas, así que cogí mi Vespino y fui a ver a los vecinos. El problema es que no tenía crédito ni financiación para los materiales, pero entonces, un empresario que conocí me dio un voto de confianza y me facilitó el dinero. Me dio el dinero, hice la instalación y entonces pude acometer proyectos mucho más grandes. Sin ese apoyo, no sé si estaría aquí.
-¿Cree que es difícil que una mujer llegue a ser la representante de un colectivo tan masculinizado? ¿Cómo fue en su caso?
-Llegué a ser presidenta porque me respetan mis compañeros. Siempre he creído que tenía que involucrarme, trabajar y aportar. Si trabajas para el colectivo, trabajas para ti. Lo cierto es que yo soy instaladora por vocación, no por accidente. Me lo paso muy bien en mi trabajo.
-¿Qué sacrificios le ha supuesto compaginar la profesión con la maternidad?
-He sacrificado feminidad y me he perdido la infancia de mi hijo. Tuve una cesárea y a los ocho días me fui a trabajar. No me arrepiento, pero es real. Si quieres que te respeten, tienes que seguir con la actividad. Mi marido es el 50% del éxito profesional, ya que ha sacrificado su carrera para yo poder continuar con la mía. Dejó su trabajo para atender al niño mientras yo trabajaba.
-¿Cree que hay una imagen distorsionada de los instaladores?
-Siempre que se habla de los instaladores es para asociarlos a problemas fiscales, sobre facturas de con o sin IVA. Tenemos que cambiar ese sambenito de la evasión fiscal. Por regla general, la gente reduce esta profesión a fontanero, pero hablamos de instaladores de gas y cuestiones complejas y delicadas. Desde las instituciones públicas se debería promover esta imagen.
-¿Hay suficientes instaladores en el mercado?
-Hay un problema de falta de personal cualificado, hacen falta instaladores. Todos queremos que nuestros hijos tengan una carrera, pero yo tengo gente con estudios superiores al mío trabajando para mí. Teniendo una buena profesión, una formación continua y siendo honesto, puede irte muy bien.
-¿Qué retos afronta el sector?
-Las grandes compañías deben generar el suficiente trabajo con la suficiente estabilidad para que el sector se afiance. Además, las administraciones públicas deben mejorar el control de los reglamentos, ya que ponen en marcha normas que luego no se controlan. Por ejemplo, hay una ley de eficiencia energética de edificios, pero después de formarnos en eso, no hay un seguimiento. El sector se ha preparado para el reto energético pero la administración no ha puesto en marcha los instrumentos.
-¿Qué considera que ha aportado al colectivo al frente de Ficoval?
-He aportado otro prisma y he defendido la eliminación de complejos en el colectivo, ya que somos un colectivo muy profesionalizado y esto no se sabe. Estamos en continua formación porque constantemente salen nuevos reglamentos. Raro es el año en el que no haces dos y tres cursos de formación continua. Veo a compañeros con 60 años que están haciendo cursos de formación para poder continuar trabajando. Eso tiene que reconocerse.
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