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V. LLADRÓ
Lunes, 14 de diciembre 2020, 00:13
valenciA. Las modernas plantaciones de almendros intensivos en regadío están condenando al cultivo tradicional en las zonas valencianas de secano. La disponibilidad o no de agua marca las diferencias. Es el elemento esencial que delimita la viabilidad o la ruina por la diferencia de productividad entre unos casos y otros, también entre una región y otra.
La Unió de Llauradors ha mostrado su indignación por la grave situación del sector productor valenciano, marcada por un fortísimo hundimiento de los precios, lo que le lleva a señalar el peligro de que desaparezca el cultivo tradicional en multitud de comarcas de secano en la franja interior de la Comunitat.
La organización agraria indica que las caídas de cotizaciones llegan al 85% sobre las de 2019 y destaca como causas principales de este hundimiento, según su criterio, «la especulación, las prácticas desleales y la falta de transparencia en la formación de los precios».
También recuerda, como elemento favorecedor de la crisis, que la Unión Europea no quisiera aplicar aranceles a las almendras que vienen de California, dentro de las medidas comunitarias en respuesta a las subidas arancelarias de la Administración Trump.
Al abanico de motivos para explicar «los grandes desequilibrios que han perjudicado al sector productor» valenciano añade La Unió otros que agravan la situación, como los efectos de la pandemia y en particular los cierres o restricciones de la hostelería.
Sólo en último lugar cita la organización agraria «la pérdida de competitividad de las producciones locales frente a las de países donde la producción es más económica». Aquí critica especialmente la citada omisión de Bruselas de «no incluir las almendras norteamericanas en el listado de productos con sanciones arancelarias», así como reprocha que «las instituciones españolas no presionaran para su inclusión, ya que compite (la de EE UU) directamente con la almendra valenciana».
En esa misma línea de señalar la pérdida de competitividad, La Unió advierte por fin que «el cultivo de la almendra tradicional de secano está agonizando y ha entrado ya en la UCI», para terminar asegurando que «podría acabar desapareciendo si no se toman medidas». Ricardo Beltrán, responsable del sector de frutos secos de La Unió, defiende «la necesidad de aplicar propuestas que garanticen la reconversión de los productores afectados, y entre ellas cita la conveniencia de recuperar «la ayuda nacional a los frutos de cáscara, priorizando las plantaciones tradicionales de secano».
Un estudio de La Unió cifra en un 23% la disminución de las rentas medidas entre los productores valencianos respecto al año pasado, y del 50% respecto a 2015, al tiempo que las ayudas directas o indirectas de este cultivo han disminuido un 80 %. Todo ello determina una espiral de caída de ingresos que vuelve viable el cultivo en muchos casos, y cada vez más.
Sin embargo, lo que está marcando de verdad enormes diferencias, tanto en almendros como también en el olivar, mucho más que las ayudas oficiales -que son pequeñas compensaciones- y la fluctuación ocasional de los precios, es la abrumadora distancia de productividad y costes entre los sistemas tradicionales en secano y las modernas plantaciones intensivas, en regadío y totalmente mecanizadas que llenan zonas de España y otros países.
En la actualidad asistimos a una sistemática sustitución en el mercado. Las almendras, como el aceite de oliva, bajan de precio porque cada año hay multitud de nuevos productores muy tecnificados que sacan al mercado grandes producciones de mucha calidad y las pueden vender más baratas porque también les cuesta más barato de producir. Así que si producen más y a menos coste, la suerte parece echada.
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