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El apagón eléctrico registrado este lunes en la Península Ibérica ha tenido consecuencias que van más allá del suministro doméstico o empresarial. También ha expuesto ... la vulnerabilidad de los actuales modelos de movilidad en un contexto de transición hacia el vehículo eléctrico. El episodio ha reactivado el debate sobre la dependencia energética, la autonomía real de los diferentes tipos de motorización y la capacidad de respuesta ante interrupciones del suministro.
De hecho, el apagón hizo que miles de usuarios se hagan la pregunta de si, ante otra desconexión eléctrica como la vivida, es mejor contar con un coche de combustión frente a uno eléctrico. A priori, un vehículo eléctrico es más dependiente de la red, por lo que en el corto plazo uno de combustión puede tener más autonomía. Sin embargo, estos últimos también acaban dependiendo de la red para que las gasolineras funcionen.
La Asociación para la Movilidad Eléctrica (Aedive) explica que el caso del vehículo eléctrico tiene la ventaja de que en las estaciones de recarga de alta potencia (a partir de 50 kW), la instalación cuenta en numerosos casos con tecnología de respaldo de almacenamiento energético, lo que les permite cargar, a pesar de un corte de suministro. Desde Faconauto explican, además, que algunos usuarios han comenzado a instalar sistemas de autoconsumo con placas solares y baterías domésticas que permiten mantener la movilidad incluso durante un apagón. «Además, se han empezado a desarrollar servicios de carga móvil que funcionan de forma similar a la asistencia en carretera: acuden con generadores portátiles o baterías externas para recargar el vehículo allá donde esté», explican desde la patronal.
Aun así, estas soluciones son todavía minoritarias. En condiciones normales, el coche eléctrico depende casi por completo de una red eléctrica operativa. Esto quedó en evidencia durante el apagón, donde gran parte de los puntos de recarga quedaron inhabilitados. Sin embargo, la autonomía del coche de combustión interna no se vio exenta de complicaciones. Aunque permite almacenar combustible y su repostaje es, en principio, más directo, muchas gasolineras también dejaron de funcionar al no contar con suministro eléctrico para operar los surtidores o procesar pagos. Este hecho demuestra que la dependencia de la red energética no es exclusiva del coche eléctrico.
En determinadas zonas, especialmente rurales o con instalaciones de respaldo, algunas estaciones pudieron seguir funcionando, lo que ofrece una cierta ventaja operativa. Sin embargo, la vulnerabilidad del sistema energético en su conjunto afecta por igual a todas las formas de movilidad.
«Sin embargo, el coche eléctrico tiene una ventaja clara: puede integrarse en sistemas energéticos descentralizados, como los hogares con paneles solares, o apoyarse en soluciones como la carga móvil o la carga bidireccional. Esto le da una capacidad de adaptación que los modelos tradicionales no tienen», explican desde Faconauto, que destaca tecnologías emergentes como el Vehicle-to-Grid (V2G), que permiten a los vehículos eléctricos actuar como baterías móviles, capaces de aportar energía.
Los datos actuales del mercado reflejan distintas capacidades de autonomía dependiendo del modelo. El coche eléctrico más vendido en España, el Tesla Model 3, alcanza hasta 702 km según el ciclo WLTP. En el caso del híbrido más matriculado, el Toyota Corolla, la autonomía combinada ronda los 1.000 km. Por su parte, el Dacia Sandero, con versiones de combustión y GLP, supera los 1.300 km con un depósito lleno. Estas cifras influyen de manera directa en la percepción de fiabilidad ante situaciones de emergencia energética.
Ningún modelo de vehículo está completamente libre de dependencia energética, pero la movilidad eléctrica ofrece un mayor potencial de adaptación futura gracias a su integración con sistemas descentralizados y tecnologías emergentes como el Vehicle-to-Grid. A corto plazo, episodios como el vivido pueden generar inquietudes entre algunos consumidores. Sin embargo, desde Faconauto, no se prevé que esto suponga un freno en la electrificación. Al contrario, consideran que subraya la necesidad de contar con un sistema energético más robusto y descentralizado, en el que el vehículo eléctrico puede desempeñar un papel clave.
Según Aedive, hay que diferenciar dos ámbitos diferentes: la generación, transporte y consumo de electricidad, y, por otro lado, la movilidad eléctrica. «Ante fenómenos como el apagón, lo que podría producir es acelerar el proceso de electrificación, ya que el vehículo eléctrico es un instrumento de demanda eléctrica, ya que es el único medio de propulsión que interactúa con la red eléctrica (que puede ayudar a equilibrar y gestionar mejor la red), siendo capaz de impulsar las energías renovables, la generación distribuida y el almacenamiento energético», señalan. «También cobrarán cada vez más importancia las tecnologías de almacenamiento estacionario de energía», agregan. Finalmente, la elección del consumidor dependerá de factores como la capacidad económica, la autonomía, la disponibilidad energética y la capacidad de respuesta ante contingencias.
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