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ANTONIO PANIAGUA
Lunes, 2 de diciembre 2019, 01:01
Treinta años de experiencia han hecho posible que de nuevo Lola Solana (Madrid, 1964) se haya adjudicado, y ya es la tercera vez que lo logra de modo consecutivo, el premio a la mejor gestora de renta variable española, un galardón que concede la agencia británica Citywire. La mente de esta mujer, gestora del Santander Asset Management, maneja una ingente cantidad de información. Aparte del equipo que la acompaña, Solana achaca su éxito al esfuerzo, el amor por el trabajo bien hecho y la ilusión, ingredientes que convenientemente aderezados le confieren el talento para administrar mil millones de euros.
Escudriña hasta el más mínimo detalle las entretelas de cada compañía donde aprecia posibilidades de obtener altas rentabilidades a largo plazo. Su especialidad son las empresas pequeñas y medianas de baja cotización bursátil, las llamadas 'small caps'. La decisión de invertir en una firma y no en otra depende de múltiples variables, pero al final entra en juego eso que se llama de una manera un tanto vaga intuición. Con todo, considera que el buen olfato para los negocios es tributario de la veteranía.
Resuelta, enérgica y feminista, ha visto pasar ciclos de bonanza y periodos de recesión, quiebras y ascensos fulgurantes, y se ha entrevistado con un sinfín de empresarios y directores financieros. Esa acumulación de saber no es un salvoconducto mágico que le franquee el camino al triunfo. Nadie está libre de sufrir un descalabro, eventualidad de la que Solana se repone no sin dificultades. «La experiencia no inmuniza. Que una empresa se derrumbe para mí es desolador. No hay fracaso más grande que perder dinero ajeno, sobre todo cuando alguien ha confiado en ti. Es muy frustrante y me sigue doliendo lo mismo que hace 20 años».
- ¿Cómo se recupera anímicamente de una inversión fallida?
- Mi madre solía decir que un clavo saca otro clavo. Se trata de reconvertir el desastre en una oportunidad. Así que vendo, registro pérdidas y busco otra empresa en que invertir.
La administradora del fondo Santander AM European Equity Opportunities y Santander Acçoes Portugal asume como un axioma que si se invierte a largo plazo, lo mejor es hacerlo a través de pequeñas empresas. A la luz de los datos, las 'small caps' se revelan como el activo más rentable en los últimos quince años. Ocurre en España, pero también en Japón y EE UU. «De lo que se trata es de coger una compañía cuando aún es pequeña, darle la mano y hacer todo el recorrido con ella», explica Lola Solana. El objetivo es que doblen y hasta tripliquen beneficios», explica Solana, licenciada en Derecho que eligió el mundo de las finanzas.
La directiva no solo ha roto el techo de cristal, sino que lo ha hecho añicos. Se muestra orgullosa de haber sido pionera en lanzar al mercado el Santander Equility Acciones, primer fondo de diversidad de género. Nació hace un año como un fondo de inversión en renta variable internacional que tiene por objeto invertir en aquellas empresas que promuevan la igualdad de género en todos los niveles de su estructura, a la vez que presentan fundamentales atractivos para los inversores.
Si tuviera que impartir un consejo a un ahorrador prudente que abomina del riesgo y prefiere gastar su capital en la compra de un piso que en la compra de acciones, Solana se muestra taxativa. «El sector inmobiliario adolece de iliquidez. Es mucho menos flexible. El tiempo medio para vender una casa ronda el año, mientras que las acciones en Bolsa se venden en cuestión de días. Además, las tendencias están cambiando. Los jóvenes quieren gastarse el dinero en experiencias y no en comprarse casas. Y en el caso de que se animaran a hacerlo, es difícil acceder a la vivienda con los salarios tan bajos que tienen».
Ya se sabe que el dinero es asustadizo y muestra aversión a la incertidumbre. En tiempos de desaceleración económica, la tendencia es desprenderse de activos. El turismo, las compañías aeronáuticas y los hoteles no ofrecen buenas perspectivas, según Solana. Si el PIB baja, suben los impuestos y el empleo se frena, es lógico pensar que la actividad turística se resentirá. Aun así, hay sectores que siguen siendo tentadores. «Las que mejor lo han hecho en los tres últimos años son las compañías farmacéuticas. Pase lo que pase con la economía y la política, la gente va a vivir más y con mayor calidad de vida». De ahí que cada vez más se demanden servicios relacionados con el envejecimiento de la población. La conclusión es clara: las residencias de ancianos, los tratamientos de belleza y, sobre todo, las moléculas innovadoras que supongan un avance en el tratamiento del cáncer o del alzhéimer están llamados a subir en su cotización.
Solana aprecia «cierta sobrevaloración» del valor bursátil de las grandes tecnológicas (Facebook, Google, Netflix, Twitter, Amazon, Apple, entre otras). «Sus acciones han subido una barbaridad porque tenían una misión que cumplir: democratizar el acceso a la música, las películas, la información... Pero quizás esa rentabilidad esté algo agotada, porque lo que viene ahora es subida de impuestos, nuevas regulaciones -son compañías que han estado muy cerca de cruzar la línea roja con el asunto de la privacidad- y por añadidura empiezan a competir mucho entre ellas», asegura la financiera.
Lola Solana es una mujer polifacética: lo mismo escribe una novela que fotografía el cielo profundo o se entrega a la crianza de canarios. Con un sexto sentido para la gestión de activos en renta variable, estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Una vez acabada la carrera, pensaba opositar para ser jueza, pero un verano encontró un trabajo en el Barclays Bank. Tenía dotes para vender un producto financiero, pero ella aspiraba a más, a ser gestora de algo nuevo que acababa de aparecer en el mercado: el fondo de inversión. «Vi un anunció en el periódico, me presenté a las pruebas psicotécnicas e ingresé en el Santander. Aprendí contabilidad e inglés, pasaron los años y aquí estoy». Ha debutado en la ficción con la novela 'La cruz de madera' (La Esfera de los Libros), una historia de mujeres en la que rinde un homenaje a su madre. «En pocas palabras, mi madre era vida. Desde que murió, algo murió también dentro de mí. Del color pasé al blanco y negro».
«Decía Schopenhauer -prosigue- que la vida era como una tela bordada que queda muy bonita, pero a la mitad de la vida, si se le da la vuelta, el revés no es tan bello como la otra parte, pero sí más instructivo, ya que nos permite conocer cómo están conectados los hilos entre sí. Al escribir el libro, he dado la vuelta a la tela bordada. Porque la novela cuenta la historia de una traición».
No será la primer incursión que hace en la novela. De hecho ya tiene ideado cómo será su segundo libro, pero prefiere no adelantar nada hasta que complete su recorrido 'La cruz de madera'.
Pertrechada de cámara y telescopio, esta astrofotógrafa apasionada trata de adueñarse de lo más inaprensible. «Me gusta fotografiar nebulosas, galaxias, cúmulos de estrellas, objetos ajenos al Sistema Solar y que figuran en el Catálogo de Charles Messier, quien consignó 110 objetos raros que observó en el firmamento. A veces disparas y no sabes muy bien lo que has captado. Es grandioso descubrir luego los cuerpos celestes». En esto y en otras cosas, Lola Solana procura escapar de lo «obvio», de ahí que le apasione aprehender lo que en circunstancias normales se resiste a ser visto con el ojo humano. «Te das cuenta de lo insignificantes que somos».
A la gestora le resulta inspirador un libro que en apariencia puede parecer una historia pavorosa. Se trata de 'El hombre en busca de sentido', de Victor Frankl, que narra los avatares y la supervivencia de un judío en un campo de concentración. Para la experta en renta variable, el meollo del libro se resume en una cita de Friedrich Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo». La directiva del Santander argumenta que «el secreto de la vida es tener una misión». «Si se tiene un objetivo, un plan, una ambición, se puede aguantar cualquier cosa».
Si tiene que elegir una novela se queda con 'Madame Bovary', de Flaubert. Su mayor virtud es la perseverancia, y su mayor defecto, la venganza. «Si me hacen algo a mí o a alguno de mis tres hijos, lo siento, no pongo la otra mejilla».
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