CARLOS BONELL
Lunes, 22 de noviembre 2021, 00:48
En plena campaña citrícola, en el campo valenciano se están dando dos situaciones bastante distintas: se recolectan clementinas a buen ritmo y con precios aceptables, mientras que en naranjas se sufre una apatía general, con escasísima demanda, muy pocas operaciones y, consiguientemente, presión de oferta ... vendedora que desemboca en precios bajos; cuando se logra vender, que es pocas veces por ahora.
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En estos momentos esta en su plenitud la temporada de la Clemenules-Orogrande; la recolección se ha ido extendiendo a todas las comarcas productoras y empieza a abundar también la recolección de Clemenvilla, o al menos se compran partidas para recoger dentro de unas semanas. Los precios de unas y otras fluctúan entre los 25 y 39 céntimos de euro por kilo, según calidades, calibres, estado de madurez y fecha de recolección.
Por contra, el mercado de la naranja, que ahora se centra en la variedad Navelina, está bastante parado en el campo; apenas se realizan operaciones y los precios se sitúan entre 15 y 20 céntimos, aunque la mayoría de las veces son más teóricos que otra cosa, porque no hay apetencia compradora.
Cuando los agricultores interesados en vender preguntan a los 'corredores' habituales, éstos indican que no tienen orden de compra» y a lo sumo dan largas «para de aquí dos o tres semanas», sin mucha esperanza de que tal cosa se pueda materializar; en realidad se trata de una estrategia 'a verlas venir'.
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Por otra parte, cuando se inquiere sobre las causas de este 'parón', que sorprende a todos y causa un extendido malestar, aparecen argumentos sobre cuestiones de fondo y, con mayor o menor acierto, surgen explicaciones que aluden a que «aún hay mucha naranja de Sudáfrica por toda Europa y los supermercados no piden de España mientras les queden existencias de fuera». Y para mayor preocupación, el remate: «Pues los de Egipto ya están llamando a la puerta, a punto de empezar sus envíos masivos a toda Europa».
La realidad es que los países terceros han crecido mucho en los últimos años, no paran de aumentar, y sus producciones al alza se orientan hacia Europa, que les deja la puerta abierta en detrimento de los productores y exportadores de España, que está perdiendo mercados naranjeros de forma preocupante.
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Lo cuentan sin remilgos exportadores que empiezan también a inquietarse ante la situación: «Todas los días se sabe de cadenas comerciales europeas que se olvidan de la naranja española y optan por la de fuera». La razón es el precio; fuera compran más barato. Y las normas europeas permiten que esto ocurra así. Porque no se trata de una competencia con las mismas reglas. Es una situación de competencia desleal permitida incomprensiblemente por las autoridades europeas, influenciadas por el mayor poder de los países del norte.
El productor de cítricos valenciano y del resto de la UE parte con serios hándicaps de recortes en todos los órdenes y unos costes de producción y comercialización mucho más elevados que los de países terceros, porque derivan de las propias normativas y exigencias europeas. Pero esas mismas normas no se aplican a las producciones de fuera, que pueden tratarse con plaguicidas que aquí están prohibidos y se pueden recolectar y trasegar con salarios que no llegan ni a la décima parte que aquí. Pero no hay remilgos en dejar que se vendan aquí. Si es por precio, todo vale.
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En esta tesitura, las cosas están derivando de tal manera que hay una seria amenaza de amplio hundimiento en el sector citrícola, de no cambiar las cosas. Lo lógico es que empezaran a variar en lo que se refiere a la revisión de los acuerdos de libre comercio que tan alegremente se suscribieron con países terceros que ahora arrinconan a la propia producción europea. ¿Cómo se puede justificar hoy que la UE aún defienda antes al de fuera en contra del de casa?
Un primer 'asalto' va a tener lugar esta misma semana. Los días 25 y 26 hay negociaciones para revisar el acuerdo con Sudáfrica y otros países de África del Sur. El problema de los envíos masivos que se solapan con la producción española y la arrinconan en la UE estará sobre la mesa. También el de las plagas de cuarentena. El ministro Planas es consciente de todo ello y dice que defiende una revisión. Pero hace pocos años, desde el propio Gobierno español se echaban balones fuera y se prefería desmentir que llegaran a darse los problemas que ahora estallan.
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