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La población rural sube en los pequeños municipios vitivinícolas y baja en el resto

La existencia de viñas y bodegas es determinante para que se mantenga e incluso crezca el número de habitantes en pueblos pequeños

Vicente Lladró

Valencia

Lunes, 4 de diciembre 2023, 00:14

La organización interprofesional del Vino de España (OIVE) ha elaborado un estudio de gran importancia para valorar lo que significa la producción vitivinícola en ... tantísimas zonas de España que dependen de forma mayoritaria de tener viñas y bodegas para trabajar. Porque resulta que, en medio del grave problema del despoblamiento en el medio rural, en los pueblos que cultivan la vid y elaboran vino sube de forma notable su número de habitantes, mientras continúa bajando en el resto. Lo cual lleva a que dicho organismo concluya con rotundidad que «el sector vitivinícola español es un factor determinante contra la despoblación.»

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En los municipios españoles con menos de 2.000 habitantes y que se dedican mayoritariamente a la vid, su población ha subido «hasta un 35,8% en los últimos veinte años», en tanto que «ha descendido un 9,6% en los que carecen de viñedos».

En la presentación de este informe, el presidente y la directora de la interprofesional, Fernando Ezquerro y Susana García, respectivamente, han recordado que la relevancia del cultivo vitícola (y por supuesto de la posterior elaboración vinícola) es de tal calibre en España que está presente en todas las comunidades autónomas y en el 40% de los términos municipales. Según Ezquerro, «en la tierra en la que hay una viña, hay puestos de trabajo y vida en sus pueblos», por lo que remarcó que «necesitamos visibilizar nuestra labor, porque crea empleo, aporta riqueza y da oportunidades laborales atractivas, tanto para los jóvenes como para las mujeres, fundamentales para seguir creciendo».

Frente a quien defiende políticas contrarias al vino, la realidad demuestra que su producción no tiene alternativas económicas

Esperanza Orellana, directora general de Producciones y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, destacó que el sector vitivinícola «tiene todos los instrumentos necesarios para centrarnos en los desafíos y adaptarnos a los retos de calidad, sostenibilidad y preferencias cambiantes de los consumidores.»

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La interprofesional vitivinícola está enfrascada en un proceso de cambio de identidad y modernización de la imagen del sector, acorde con los procesos innovadores y los intensos esfuerzos de promoción que despliegan de forma incesante la gran mayoría de las bodegas españolas, desde las más grandes a las de corte artesanal, y de igual modo las respectivas denominaciones de origen.

Cultura y empleo

El vino da, por descontado, satisfacción al consumidor, pero también es alimento saludable, siempre que se tome con moderación y conocimiento, y aglutina a su alrededor infinidad de valores culturales y socioeconómicos que conviene destacar. Detrás de cada vino que podemos adquirir en cualquier supermercado o tienda especializada hay mucha actividad profesional. El conjunto de la producción vinícola alcanza en España un valor de 20.330 millones de euros, lo que equivale al 1,9% del PIB del país, y mantiene actualmente 363.980 puestos de trabajo, entre los que destaca el protagonismo que ha adquirido la presencia de mujeres en los últimos años, con gran relevancia en determinadas actividades de la cadena productiva y de valor. Además, entre 2009 y 2020 (últimos datos oficiales) se duplicó el número de mujeres que son jefas de alguna explotación vinícola.

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Una de las características esenciales de la producción vitivinícola es que resulta indispensable allí donde radica, porque habitualmente no se cuenta con cultivos y actividades que representen alternativas socioeconómicas viables, por las limitaciones de clima, suelo, agua... Si quedó la vid ya fue por algo. El reto está ahora en sacarle todo su potencial, lo que incluye combatir con eficacia los habituales ataques que ligan el vino con alcoholismo, cuando lo común es que el consumo problemático de alcohol se base sobre todo en excesos con otras bebidas de alta graduación. Relacionados con ello están también los continuos intentos de gravar al vino con nuevos impuestos, lo que atemoriza a los viticultores porque supondría encarecimientos que se traducirían en mayores caídas del consumo, ya de por sí resentido.

Lo más curioso es que la demanda se estanca o baja en países productores, como España, mientras sigue al alza en los no productores, y por ahí se enfocan las estrategias de marketing, modernización y mejora de imagen que despliegan las bodegas, en lo cual también incide ahora con empuje la interprofesional del sector.

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