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El precio de la algarroba se hunde y sofoca la euforia de la cotización del año pasado

El precio de la algarroba se hunde y sofoca la euforia de la cotización del año pasado

Si en la campaña pasada llegó a pagarse a cerca de 2 euros el kilo, ahora cotiza a una media de 0,35-0,47

Vicente Lladró

Valencia

Lunes, 28 de agosto 2023, 00:37

No es la primera vez que pasa. Cada diez o quince años se produce una súbita espiral de subida de precios de la algarroba en el campo, a la que sigue un hundimiento, todavía más rápido. De sufrir, campaña tras campaña, cotizaciones anodinas que sólo incentivan que se abandonen más campos, de repente comienza a pagarse algo mejor y en dos o tres años se planta en posiciones de récord que estimulan proyectos e inversiones para extender nuevas plantaciones con criterios modernos y riego de apoyo que garantice su productividad. Y a continuación, lo que era de temer: otro derrumbe, como ya ocurrió otras veces.

El año pasado, la algarroba llegó a pagarse a entre 1,50 y 2 euros el kilo. Más IVA, solían lucir los agraciados, porque poder decir que es tal precio más IVA (12% en este caso) equivale a mostrar distinción y fortaleza. Parecía que la euforia no iba a tener fin. Habían descubierto no sé qué salidas innovadoras para la pulpa de la garrofa, decían, y por tanto se la rifaban en todo el mundo. Y de la semilla estaban sacando medicamentos y alimentos especiales, aventuraban los más aguerridos. Por tanto, quedaba claro: había que promover más y más plantaciones, porque haría falta mucho más producto. Los plantones subieron de precio y se agotaron. Había lista de espera, los injertados valían como si fueran de aguacate y se debatía entre tal o cual variedad como la más adecuada.

La situación ha cambiado radicalmente de un año a otro, para sorpresa y decepción general. Hoy la algarroba se paga en el campo sólo a entre 0'35 y 0'47, contando ya con el IVA (o 0,31-0,42 más IVA). Desde el sector industrial se señala que la culpa de tan radical cambio estriba en «maniobras especulativas» que han traído como consecuencia «una corrección de precios».

En realidad, a principios de este año, Enrique Pérez, de la industria garrofera 'Pedro Pérez' de Bugarra, ya advirtió que estaban muy preocupados por la escalada de precios que había habido en origen, porque no se correspondía con lo que pasaba en el resto de la cadena de procesos, por lo que la demanda final estaba paralizada. Este periódico señaló ya entonces que todo parecía indicar que la burbuja de la algarroba podía estar a punto de pinchar. Y ha pinchado.

El problema es siempre el mismo. Como es un producto no perecedero, que se puede guardar, algunos inversores, apenas vieron subir los precios, se dedicaron a comprar y a guardar, a la espera de que subieran más. Hasta que desde la otra punta de la industria de derivados dijeron basta y eligieron productos sustitutivos. Porque no hay medicamentos en liza, ni propiedades dietéticas especiales. Lo que más se paga es la goma de garrofín, la semilla (10% del peso total), que es el aditivo alimentario E-410: un espesante y gelificante usado para elaborar helados, alimentos preparados... Pero la industria dispone de otras sustancias prácticamente iguales para lo mismo: agar-agar, goma de guar, carraginatos... Si el precio sube demasiado, se corta la demanda y van a otra cosa. Y la producción de artículos a base de harina de garrofa (90% del peso) no termina de despegar como se esperaba.

La conclusión es que vuelve la pobreza de casi siempre a los campos de algarrobos, donde apenas se recuperan los jornales de recolección, y se agudiza el consiguiente peligro de abandono de mayor número de bancales ante su inviabilidad económica.

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